Sevillistas, béticos, atléticos, merengues, culés, pericos, valencianistas, racinguistas, ovetenses, sportinguistas… Hoy todos somos del mismo equipo y compartimos triunfo por obra y gracia de la selección del “toquen, toquen” de Aragonés. Es francamente bonito. Es francamente sano. Era una necesidad casi imperiosa en un país acostumbrado a vivir en la fracturación política. En parte es una victoria contra los que promueven esa crispación. Gracias al fútbol todos hemos sido España. Desde A Coruña a Tenerife. Desde Bilbao a Barcelona. El triunfo ha abierto una caja de sentimientos que buscaban motivo para ser expresados. Yo soy de Barcelona, de un barrio de tradición independentista. Sin ir más lejos, mi madre está más próxima a serlo que a lo contrario. Mi hermana ídem. Incluso yo, que ante todo me siento barcelonés, tengo inquietudes en ese sentido. No obstante, en mi barrio y en los contiguos se instalaron pantallas para seguir la final. Como debe ser. Sucede que hay un Estado que por el momento aúna a todas las comunidades. Es España, y todos formamos parte, pese a quién pese.
Por eso es mágico un día como hoy, porque hace saltar las caretas de muchos y las destroza, dejando una gran alegría al descubierto. Entiendo las tendencias políticas de cada uno siempre y cuando respeten las demás. Creo que ese es el camino a seguir. Nuestros políticos podrían tomar nota. Ciertos sectores de nuestra ciudadanía, también. Podrían tomar nota porque gracias a una selección de jóvenes traviesos todos hemos cantado victoria. Algunos lo habrán sentido más que otros. Obvio. Algunos lo habrán exteriorizado con entusiasmo y otros no. Lógico. Pero en cualquier caso es una gran noticia sentirnos unidos entorno a algo. Sea lo que sea. Estas líneas surgen como crítica hacia ciertas imágenes que tengo almacenadas: ¿Qué pretendía simular Laporta en el palco, más pendiente del móvil que del partido? ¿Acaso se cree omnipresente, capaz de estar en misa y repicando? En la vida, o se está o no se está. Nunca entenderé las medianías ni las paradojas de esa naturaleza. Laporta podría haberse quedado en casa como otros muchos, alegrándose de la victoria a escondidas. Al menos no habría metido la zanca públicamente.
En mi opinión la coherencia es un valor a tener en cuenta. Por eso critico a Laporta. Por eso critico a Montilla, cuya columna en La Vanguardia tampoco termino de entender: ¿Tiene sentido que el President de la Generalitat de Catalunya –socialista además de nacido y criado en Córdoba– justifique el por qué quería que ganara España? ¿Es de recibo que ponga por delante a los catalanes simplemente por el hecho de serlo? En fin…
Me ha gustado que el triunfo se haya celebrado a lo grande en una ciudad como Barcelona. No me ha gustado que algunos aprovecharan el contexto para dar rienda suelta a sus proclamas retrógradas e intolerantes. Nada que objetar al profundo sentimiento nacional mientras no atente contra las opciones alternativas. Ayer sentí vergüenza ajena cuando por culpa de cuatro analfabetos quemacontenedores los Mossos d’Esquadra tuvieron que evacuarnos a la fuerza de Plaza España. ¡Viva el fútbol valiente! ¡Viva la selección que ha apostado por ese modelo! ¡Y viva España! Con todas las autonomías que la articulan y todas sus gentes. Finalmente sí pudimos.
Por eso es mágico un día como hoy, porque hace saltar las caretas de muchos y las destroza, dejando una gran alegría al descubierto. Entiendo las tendencias políticas de cada uno siempre y cuando respeten las demás. Creo que ese es el camino a seguir. Nuestros políticos podrían tomar nota. Ciertos sectores de nuestra ciudadanía, también. Podrían tomar nota porque gracias a una selección de jóvenes traviesos todos hemos cantado victoria. Algunos lo habrán sentido más que otros. Obvio. Algunos lo habrán exteriorizado con entusiasmo y otros no. Lógico. Pero en cualquier caso es una gran noticia sentirnos unidos entorno a algo. Sea lo que sea. Estas líneas surgen como crítica hacia ciertas imágenes que tengo almacenadas: ¿Qué pretendía simular Laporta en el palco, más pendiente del móvil que del partido? ¿Acaso se cree omnipresente, capaz de estar en misa y repicando? En la vida, o se está o no se está. Nunca entenderé las medianías ni las paradojas de esa naturaleza. Laporta podría haberse quedado en casa como otros muchos, alegrándose de la victoria a escondidas. Al menos no habría metido la zanca públicamente.
En mi opinión la coherencia es un valor a tener en cuenta. Por eso critico a Laporta. Por eso critico a Montilla, cuya columna en La Vanguardia tampoco termino de entender: ¿Tiene sentido que el President de la Generalitat de Catalunya –socialista además de nacido y criado en Córdoba– justifique el por qué quería que ganara España? ¿Es de recibo que ponga por delante a los catalanes simplemente por el hecho de serlo? En fin…
Me ha gustado que el triunfo se haya celebrado a lo grande en una ciudad como Barcelona. No me ha gustado que algunos aprovecharan el contexto para dar rienda suelta a sus proclamas retrógradas e intolerantes. Nada que objetar al profundo sentimiento nacional mientras no atente contra las opciones alternativas. Ayer sentí vergüenza ajena cuando por culpa de cuatro analfabetos quemacontenedores los Mossos d’Esquadra tuvieron que evacuarnos a la fuerza de Plaza España. ¡Viva el fútbol valiente! ¡Viva la selección que ha apostado por ese modelo! ¡Y viva España! Con todas las autonomías que la articulan y todas sus gentes. Finalmente sí pudimos.
[*] A modo de homenaje, el 'himno' de La Roja:
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