Todas las crónicas que podemos ver hoy sobre el Real Madrid-Osasuna apuntan a Pérez Burrull, uno de los muchos fantoches de Sánchez Arminio que se ha propuesto ocupar el relevo natural del esperpéntico Rafa Guerrero. Resulta casual que el famoso linier se retirara en mayo de 2008 en el Bérnabeu, la misma plaza donde ayer Burrull intentó tomarle el testigo. Casualidad o no, el cántabro protagonizó el enésimo escándalo arbitral de nuestro balompié.
¿Pero se han fijado en los principales damnificados? Cuando digo principales, digo los que más carnalmente lo vivieron, porque en realidad el que se sintió atracado y se fue a casa con cero puntos y a siete de la salvación después de, una vez más, merecer almenos un empate, fue Osasuna entero. Pues eso, que uno de los principales afectados fue José Antonio Camacho. El murciano, madridista de cuna, llegó a casa del club de sus amores necesitado de puntos, que no de fútbol, en una situación casi opuesta a la de los blancos sino fuera porque el líder sigue a esos inquebrantables doce puntos de distancia.
Camacho, que siempre ha sido destacado en los medios como un tipo viril, testosterona pura, es en el fondo como todos los machos, un entregado a su querida. Su querida es, evidentemente, el Real Madrid. Le dolía ver como caía derrotada al descanso por su propia obra, algo así como un desplante, pero él y su Osasuna no tenían opción. Pero llegó la segunda parte y arribó la infidelidad. No del pobre Camacho, siempre fiel a su conciencia, sino de su querida. El Madrid se buscó amante, y de la manera más vil, se alió con el trencilla para que un penalti esquilmara el partidazo de Osasuna en el Bernabéu. Entremedio, Roberto, el meta asturiano de los rojillos, hizo el resto. Pero el técnico, lejos romper a rabiar, exculpó a su amada y cargó males contra el que quizá algún día fue su amigo. Como muchos seres humanos, Camacho tuvo el típico comportamiento de enamorado entregado, aquel al que la pasión le ciega la razón. Disculpó a su amada para hacer las paces en un futuro, pero rompió relaciones con quien algún día le hizo reírse a carcajadas.
El caso de Juanfran es distinto. Con la inocencia de un imberbe, aún considera esas infidelidades como pasajeras, y sigue creyendo que aunque algún día le echara de casa, que por mucho que ayer le volviera a poner los ‘cuernos’, algún día su corazón volverá a latir como él suyo late aún por ella. Sólo falta ver si eso será por mucho tiempo.
El último desplante lo protagonizó Patxi Izco en el palco. El dirigente osasunista, otro de los ‘vikingos’ rojillos que ayer visitaba Chamartín, trató de aguantar el chaparrón. Pero la edad, que da experiencia aunque quita paciencia en ocasiones, le hizo abandonar su butaca antes de hora. El pobre de Vicente Boluda, que ayer ejercía por vez primera como jefe de la casa blanca, pagó los platos rotos. Su primera cita con los focos y las cámaras no fue del todo afortunada.
Eso sí, una vez más, el Real Madrid, salió indemne de un partido que no mereció ganar. Los blancos tienen esa faceta ultraterrenal que les hace ganar porque sí: una vez es Casillas, otra Robben –o ambos-, otra la suerte, otra el árbitro... Del modo que sea, consigue que su afición se vaya a casa, sino satisfecha por el juego, sí almenos por los puntos. Como cuando nuestra amante nos ignora todo el día pero al final nos hace llegar al orgasmo.
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