Cuando en la temporada 99-00 el Atlético bajaba a la Segunda División, el club colchonero preparó un slogan para alentar a los suyos. ‘Un añito en el infierno’, rezaba el anuncio en el que un Kiko en posición acrobática representaba la esperanza de una afición tocada, nunca hundida. El añito no resultó ser tal; al final fueron 24 largos meses. A día de hoy, en Gijón se ríen de esos 2 años. Y digo hoy, porque por fin les ha llegado la hora. A diez minutos del final, el canterano Luis Morán marcaba el gol definitivo. El gol que ponía el 2-0 y confirmaba el ascenso. El esperado regreso a la gloria 10 años después. Aquella temporada 97-98 el Sporting firmaba una de las peores temporadas de un equipo en toda la historia de Liga española ―sólo 13 puntos en 38 jornadas―, que evidentemente sellaba su caída al infierno.
Durante una década, uno de los equipos históricos de la Primera División ha sufrido las miserias de una categoría igualadísima, loca y que siempre depara desgracias inesperadas ―sin ir más lejos, hoy el Cádiz, otro histórico, ha fallado un penalti en el quinto minuto del alargue que le condena a la 2º B; un lanzamiento que tras pegar en el palo y en el cuerpo del arquero del Hércules, se ha marchado a córner―. Los rojiblancos han empezado muchos años como un tiro, y han sido líderes durante la primera vuelta. Pero la segunda parte de una temporada muy larga acababa por alejarles de la gloria y sumirlos en una resignación tras otra.
Una región uniprovincial que en los noventa vivía en primera uno de los derbis por excelencia del balompié español, el Sporting-Oviedo ―si antes decía que los dos añitos del Atleti en la categoría de plata provocaban risas en Gijón, a los carbayones, en Tercera, les provoca carcajadas oír que en Gijón hablan del infierno de Segunda―, un duelo que tras ser amputado en la máxima por el descenso sportinguista, en apenas tres años vio como el Oviedo, con la inauguración de un nuevo y flamante estadio incluida, daba con sus carnes en Tercera por deméritos sobre el césped y falta de buena gestión en los despachos. Atrás quedaban los duelos en que los rusos Lediakhov y Tcherischev, por parte sportinguista, y la magnífica dupla formada por el panameño Dely Valdés y el uruguayo Héctor el Tito Pompei, por parte ovetense, ponían la pólvora.
Hoy Asturias, en un mes de junio en el que parece que sólo exista la Eurocopa, ha regresado a la élite aunque sólo sea a medias. El Sporting dejará de visitar Ipurúa y el Helmántico para preparar sus visitas al Camp Nou y al Bernabéu. En la 2008/09 tratará de dar el salto de calidad necesario para afianzarse en la Liga de las Estrellas apelando a su historia, recordando que mitos como Quini, Luis Enrique o Villa ―héroe local y nacional en estos momentos― salieron de El Molinón. También le puede servir para subsistir esa gran cantera que es Mareo, una de las mejores de España. Entretanto, cada año mirará de reojo las fases de ascenso de categorías inferiores hasta que un día se reencuentre con su rival del alma. Por el bien de la tradición, esperemos que sea en Primera.
Para acabar, sólo me queda felicitar a un Málaga que también regresa a la élite tres años después y a los cuatro equipos que hoy regresan al fútbol profesional procedentes de las catacumbas de la Segunda B: el Huesca ―ojo al derby aragonés de la temporada que viene―, al Rayo Vallecano, al Alicante y en especial a un Girona que, a parte de ser un equipo al que he seguido toda la temporada de cerca, regresa a Segunda 52 años después. Seguro que a diferencia de otros, jugar en el supuesto infierno no les sabrá a hiel.
Durante una década, uno de los equipos históricos de la Primera División ha sufrido las miserias de una categoría igualadísima, loca y que siempre depara desgracias inesperadas ―sin ir más lejos, hoy el Cádiz, otro histórico, ha fallado un penalti en el quinto minuto del alargue que le condena a la 2º B; un lanzamiento que tras pegar en el palo y en el cuerpo del arquero del Hércules, se ha marchado a córner―. Los rojiblancos han empezado muchos años como un tiro, y han sido líderes durante la primera vuelta. Pero la segunda parte de una temporada muy larga acababa por alejarles de la gloria y sumirlos en una resignación tras otra.
Una región uniprovincial que en los noventa vivía en primera uno de los derbis por excelencia del balompié español, el Sporting-Oviedo ―si antes decía que los dos añitos del Atleti en la categoría de plata provocaban risas en Gijón, a los carbayones, en Tercera, les provoca carcajadas oír que en Gijón hablan del infierno de Segunda―, un duelo que tras ser amputado en la máxima por el descenso sportinguista, en apenas tres años vio como el Oviedo, con la inauguración de un nuevo y flamante estadio incluida, daba con sus carnes en Tercera por deméritos sobre el césped y falta de buena gestión en los despachos. Atrás quedaban los duelos en que los rusos Lediakhov y Tcherischev, por parte sportinguista, y la magnífica dupla formada por el panameño Dely Valdés y el uruguayo Héctor el Tito Pompei, por parte ovetense, ponían la pólvora.
Hoy Asturias, en un mes de junio en el que parece que sólo exista la Eurocopa, ha regresado a la élite aunque sólo sea a medias. El Sporting dejará de visitar Ipurúa y el Helmántico para preparar sus visitas al Camp Nou y al Bernabéu. En la 2008/09 tratará de dar el salto de calidad necesario para afianzarse en la Liga de las Estrellas apelando a su historia, recordando que mitos como Quini, Luis Enrique o Villa ―héroe local y nacional en estos momentos― salieron de El Molinón. También le puede servir para subsistir esa gran cantera que es Mareo, una de las mejores de España. Entretanto, cada año mirará de reojo las fases de ascenso de categorías inferiores hasta que un día se reencuentre con su rival del alma. Por el bien de la tradición, esperemos que sea en Primera.
Para acabar, sólo me queda felicitar a un Málaga que también regresa a la élite tres años después y a los cuatro equipos que hoy regresan al fútbol profesional procedentes de las catacumbas de la Segunda B: el Huesca ―ojo al derby aragonés de la temporada que viene―, al Rayo Vallecano, al Alicante y en especial a un Girona que, a parte de ser un equipo al que he seguido toda la temporada de cerca, regresa a Segunda 52 años después. Seguro que a diferencia de otros, jugar en el supuesto infierno no les sabrá a hiel.
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