La banda izquierda del Barcelona sigue buscando inquilino desesperadamente. Ribéry, Robinho, Malouda, Ashley Young, Van Persie, Silva y Mata. Sobre la posible incorporación de todos ellos se ha especulado en las últimas semanas. Con la primera opción descartada debido a las intenciones de Scarface, el baile de nombres se ha intensificado. Mucho se escribió sobre la posible cesión de Robinho, aunque el City la desestimó. La renovación de Malouda por el Chelsea le alejó definitivamente del Camp Nou. Ashley Young se contempla como una opción de futuro. Su fichaje no respondería al perfil de jugador contrastado que busca Beguiristain. Con Van Persie, el escollo es su relación calidad-precio. No ofrece totales garantías y su incorporación supondría un navajazo en el capital disponible. En cuanto a Silva no se tienen dudas sobre su categoría, aunque su perfil no se corresponde con el de un señor de la cal. A veces ocurre que un jugador fantástico no tiene cabida en un dibujo determinado. Es el caso del canario, ideal para un 4-4-2 pero inconcreto para el 4-3-3, donde desdibujaría el esquema mental de Guardiola. Finalmente, la alternativa que ha tomado más cuerpo en los últimos días es la de Juan Mata, burgalés de sangre asturiana, que garantizaría la empatía con Villa. La situación económica del Valencia es poco menos que desesperada, lo cual obliga a sus dirigentes a estudiar cualquier tipo de oferta. No obstante, venderán caras sus pieles. El todopoderoso Florentino ya se retiró de la puja por Villa ante las pretensiones valencianistas, razón de más para que en Barcelona preparen la chequera. 55 millones por la dupla de delanteros podrían no bastar.
Mientras Beguiristain apuesta todas sus fichas a la opción ché, las preferencias de la afición azulgrana van en otra dirección. Andréi Arshavin es el elegido por la hinchada. A sus 28 años, su historia es la de una explosión tardía. Tras una larga trayectoria en el Zenit ruso, donde empezó jugando de mediocentro, se dio a conocer al gran público en la pasada Eurocopa. Una actuación descomunal ante Holanda en los cuartos de final le valió el reconocimiento mundial. Se escribieron maravillas de él. Muchas de ellas sobredimensionadas, como compararle con Maradona. Se convirtió en objeto de deseo de los grandes de Europa y sólo faltó un suspiro para su fichaje por el Barça, su equipo soñado. Finalmente, nadie creyó firmemente en él y comenzó la temporada con el Zenit, hasta que ya en 2009 el Arsenal se hizo con sus servicios en una gran operación ─13'3 millones─. En sólo media temporada, Arshavin justificó con creces su fichaje con las virtudes que le definen: desequilibrio y clase, mucha clase. Los goles tampoco le esquivaron ─7 en 12 encuentros─. Especialmente memorable fue la tarde del 21 de abril, cuando consiguió hacer cuatro agujeros en las vetustas porterías de Anfield.
A Arshavin se le acusa de indolente e indisciplinado. Hay quien teme que por sus venas corra la misma sangre que por las de Hleb. No son dos casos comparables. El bielorruso no ha rendido por inadaptación al medio. Acostumbrado a ser el dueño de la banda en el 4-5-1 de Wenger, no ha encontrado su posición en el dibujo de Guardiola. La intermitencia en las alineaciones y la merma de confianza en sí mismo no le han ayudado. Arshavin es otro mundo. Tiene genética de ganador y es descarado por naturaleza. Buscará el balón, encarará, centrará, trazará diagonales… Sin ser Messi ni Ribéry, sí puede ponerse su careta. Ante los escépticos, ha acreditado ser válido para las grandes ligas. Se equivocaría el Barcelona echando el resto por un segundo delantero reconvertido a extremo como Mata. No es un especialista, por más que conozca el arte de la aguja y el ovillo. Aportaría goles y formaría una buena sociedad con Villa, pero su fichaje supondría una solución cómoda y conformista. El asturiano interesante para el flanco azulgrana es Cazorla, sobre el que nadie se pronuncia. Si es un jugador con pies de algodón, valiente y con inspiración lo que anhela el Barcelona, el hombre no es Mata. Adquirir a Cazorla sería respetar el orden establecido; ir sobre seguro. La auténtica revolución tiene nombre: se llama Andréi Arshavin.
Berlín: La verdadera Cultura Fútbol
Hace 5 meses
No hay comentarios:
Publicar un comentario