jueves, 9 de julio de 2009

El viejo Ronaldo; el Ronaldo de siempre

Por Cristian Naranjo

Aún resuenan los ecos de la fastuosa presentación de Cristiano Ronaldo. El acto, opulento hasta el ridículo, significó el aterrizaje en la Liga del nuevo primer espada de los galácticos. Uno de los símbolos más interesantes que se dio a conocer fue la elástica. En España, como en la Premier, Cristiano será simplemente Ronaldo. El detalle sería poco menos que anecdótico de no ser por el dorsal escogido finalmente por el portugués. El 9, asociado a la inscripción 'Ronaldo', pertenecía hasta el lunes en exclusiva a un futbolista de otra generación. Brasileño, delantero centro y dotado con el gen del gol. Ganó todos los premios individuales y colectivos ─incluido el Mundial─ a excepción de la Liga de Campeones. Su explosión como futbolista se produjo en el Barça, donde posiblemente firmó la mejor temporada de un jugador en la historia del club. Por entonces tenía más gol que nadie, más velocidad que nadie y más calidad que nadie. Él sólo llevaba la cadena de montaje hacia la portería. Daba igual donde agarrara la bola: el centro del campo no se le presentaba como un abismo. No en vano era potente como un bisonte y avispado como un gato. Efectivamente, se trataba de un espécimen único. Valdano le definió acertadamente como una manada. Su físico era el de un velocista: músculo y fibra a partes iguales. Tenía pinceladas del buen Ronaldinho, pero con menos fantasía y más contundencia. Dejó goles de filmoteca. Nadie olvidará su cabalgada en solitario hacia el marco del Compostela, pero no fue su mejor gol. Contra el Valencia y la Real Sociedad en el Camp Nou se confirmó como un prodigio racial. Era tan brutal, que nadie dudaba que se convertiría en el quinto grande: Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona y Ronaldo. Esa debía ser la relación. Tras agujerear defensas a puñados sólo con su potencia y su sentido del gol, el poder del dinero le llevó al Inter de Milán. A partir de ahí, nada sería igual. Ya convertido en multinacional, los defensas italianos masacraron su juego y una repetida lesión de rodilla lastró su carrera para siempre. Con todo, ganó una UEFA con un gol inolvidable en la final. No regateó al portero; lo quitó directamente. La acción fue estética y mortífera como el beso de una cobra.

Cuando llegó a Madrid ya no era el mismo. Su constitución física había cambiado, hasta el punto que pasó de tener un cuerpo atlético a ganarse con el tiempo el apelativo de gordito. Había perdido por tanto potencia y velocidad, pero le quedaba lo principal: cientos de balas en la cartuchera. Marcó infinidad de goles con suma facilidad y firmó una noche memorable de Champions en Old Trafford, de donde salió ovacionado. Fue ganando kilos y perdiendo capacidad de intimidación, hasta que fue traspasado al Milan en 2007. Tras una temporada decepcionante en San Siro, todos le daban por retirado. De hecho, se había lesionado gravemente y ya no era hábil para el fútbol al más alto nivel. Sólo le restaba una opción; volver al origen: Brasil. Fichó por el Corinthians alimentando su fama de traidor, pero todo fuera por recuperarse física y anímicamente. Unos meses después, Ronaldo parece otro. Continúa con los abdominales tapados, pero ha recuperado velocidad y alegría. Marca goles de bandera e incluso gana títulos siendo determinante. Anoche firmó un hat-trick como los de antes, con exhibición de velocidad, habilidad en el área y potencia de disparo incluidas. Después de todo, sigue siendo una bestia.

Contra el recuerdo de esa maravilla del fútbol tendrá que batallar Cristiano. Tiene a su favor la edad y las condiciones físicas. Técnicamente, tiene que aprender mucho del Ronaldo de siempre, cuyas acciones destacan por ser nocivas para los rivales. Cada bicicleta y cada recorte deben tener un sentido. Sin ser un goleador, Cristiano conseguirá tantos a granel, pero debe detectar que hace más daño solapado en la banda que en el centro. De momento ya ha manifestado que se siente más cómodo sobre la línea de cal, lo cual representa una declaración de intenciones. Todo dependerá de Pellegrini, un hombre reflexivo que a buen seguro sabrá exprimir las virtudes del portugués. La comparación del viejo Ronaldo con el nuevo está servida desde que Cristiano decidió ser CR9. Los dos han triunfado de jóvenes y han contado con un físico privilegiado además de haber ganado el Balón de Oro. Ambos tienen la potencia y la velocidad como sus mejores virtudes. Si Cristiano tiene gol, Ronaldo tiene más. En técnica pura, quizá gana el portugués, que lo tiene todo para marcar una época. De hecho su objetivo es ser el mejor jugador de siempre, por delante de los cuatro grandes. Es una aspiración casi imposible, pero que demuestra ambición. Le queda mucho por enseñar. Su primer referente no debe ser otro que el viejo Ronaldo, el Ronaldo de siempre.
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