martes, 4 de noviembre de 2008

Vidas paralelas

Por Albert Valor

Hoy juega el Barça contra el Basilea, el equipo que aglutina sus orígenes, pero dada la (teórica) poca trascendencia que suscita dicho encuentro, doy paso a un artículo que llevaba ya tiempo en la nevera. Allá por julio lo iba a titular como ‘El infravalorado Barça de Robson’. Sir Bobby anunció por aquel entonces que el cáncer está pudiendo con él tras la larga lucha que mantiene con la enfermedad desde 1991, y decidí recordar el maravilloso espectáculo que nos regaló hace 12 temporadas.

A caballo entre el Dream Team y el Barça de Van Gaal, el Camp Nou tuvo la ocasión de disfrutar en la temporada 96-97 del Barça de Sir Bobby Robson, un equipo que a veces parece -como aquellas generaciones vacías que surgen después de las grandes guerras- que no existió. Como si aquel año el barcelonismo hubiese estado en un agujero negro. Casi no se habla de él. Y en un año ganó tres títulos: la Supercopa de España, la Recopa de Europa y la Copa del Rey.

Quizá su gran problema fue tener por delante al Real Madrid de Fabio Capello en la competición doméstica. Los blancos campeonaron con 92 puntos, 2 más que los azulgrana. Puede parecer récord de puntuación, y lo fue, pero cierto es que aquella fue una Liga de 22 equipos y en la que por tanto, se disputaban 42 jornadas.

Puede que uno de los únicos puntos que siempre se recuerda de aquel equipo sea Ronaldo. A mis 22 años, puedo decir que aquel dentudo jovenzuelo es lo mejor que he visto sobre un terreno de juego. Aún recuerdo el día en que, en el Multiusos de San Lázaro, partió desde su propio campo por la parte izquierda, se zafó de todos los contrarios que le salían al paso mientras se iba hacia el centro a medida que se acercaba al área. Una vez allí, fusiló al portero mientras caía al suelo. Luego Robson se llevó las manos a la cabeza. Aún se me pone la piel de gallina cuando lo veo en video. O también cuando le hizo un hat-trick al Valencia de Aragonés, que aún se está preguntando como pasó entre Eskurza y Otero. Como diría Segurola, Ronaldo era ‘una bomba nuclear con botas’ por aquel entonces.

Podríamos hablar mucho de Ronaldo, pero la verdad es que él era simplemente la guinda de un equipo –a mi juicio- muy bien construido. Y construido además en un solo verano. En la portería, se fichó a Vítor Baía –quizá uno de los puntos más débiles del equipo-, un díscolo guardameta con calidad pero algo esperpéntico. La defensa seguía con algunos vestigios del Dream Team, como los laterales Ferrer y Sergi, y Nadal y Abelardo en el centro de la zaga. Además, se fichó a Fernando Couto y Laurent Blanc. El francés, pese a estar sólo una temporada, acabó reivindicándose como un perfecto marcador con un clase exquisita. En el mediocampo, Popescu solía hacer de cierre, mientras la visión de juego de Guardiola y De la Peña iniciaba la creación del juego. Guillem Amor, Roger García o Amunike –de otro corte diferente al de los demás- eran recambios de garantías. En las bandas se contaba únicamente con un especialista –Figo-, pero la polivalencia de hombres como Giovanni o Luis Enrique –recuperado para la causa tras ser repudiado en el Real Madrid-, daba mucha llegada y pegada al equipo. Y como es bien sabido, Ronaldo era la punta de lanza, aunque no se puede olvidar la aportación anotadora de Juan Antonio Pizzi –“¡Qué bueno que viniste macanudo!”-. Stoichkov, de vuelta de las catacumbas del Calcio, tuvo esa temporada un papel discreto.

Ver jugar a aquel Barça era un espectáculo, quizá no tanto por el juego de toque como por la efectividad y el juego directo que aplicaban sus componentes. Se podría decir que el entrenador británico dotó a los suyos del estilo de juego que se imprime en la Premier League. El Barça casi siempre marcaba, pero a veces sus goles no cabían en el electrónico: 4 en el antiguo Villamarín, 5 en el Manzanares, 6 al Rayo en el Camp Nou… y 8 al Logroñés, entre otras goleadas. Pero sobre todas ellas, hubo una que brilló con luz propia: la victoria por 5-4 en la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey ante el Atlético de Madrid tras remontar un 0-3.

Pero a parte de esa gesta, hay que destacar el 8-0 contra el Logroñés, porque en ese partido, el soci, particular donde los haya, sacó pañuelos y silbó al equipo. El problema era que a esas alturas, tras el fin de la época dorada de Cruyff en el banquillo, se tachó a Nuñez como culpable de todos los males y se quería acabar con una presidencia casi vitalicia. El problema era que un grupo comprometido y resolutivo estaba pagando los pecados que acaecían en el palco. Aún así, Robson y los suyos consiguieron tres copas en tiempos de cólera.

Y empezando las comparaciones con aquel Barça y el de hoy, atentos, porque es difícil que la grada la tome con un técnico de la casa como es Pep y con un equipo lleno de canteranos, pero que nadie olvide que en verano Laporta fue invitado a marcharse por más del 60% de los que votaron en la moción contra la junta.

Pero no llamemos a los malos tiempos. Para ver las similitudes entre el Barça 96-97 y el de hoy no hace falta fijarse en el palco. El Barça 08-09 es el primero sin holandeses precisamente desde el que entrenó Robson. Además, nos hemos de remontar también hasta aquel Barça para ver un inicio goleador tan apabullante: si este año el Barça ha anotado 28 goles en las 9 primeras jornadas, antaño fueron 30, en una temporada que acabó con 102 en el casillero. Estaría más que bien rozar el centenar esta vez, recordemos que aquel curso se disputaron 42 jornadas de liga –fue la última liga de 22 equipos-.

Este desenfreno goleador se debe a muchos motivos, que además se pueden aplicar en ambos casos. Es muy importante la llegada de hombres de segunda línea (Xavi e Iniesta durante este curso, Luis Enrique o Giovanni hace doce), pero también es imprescindible que los atacantes anoten muchos goles (Ronaldo marcó 34 goles en liga y 47 entre las 3 competiciones y también fueron importantes los 16 de Pizzi, suplente de lujo; mientras que Eto’o ya lleva 9 goles en 9 partidos de Liga, más otros 6 de Messi; no olvidemos la aportación de Henry y Bojan). Como decíamos, Sir Bobby dotó al equipo de una habilidad especial para definir las jugadas de estrategia, igual que Guardiola lo ha hecho con un equipo que ya ha conseguido 3 goles de falta directa y 4 más en jugadas a balón parado. Siempre he pensado que los equipos grandes –sobretodo en España- sólo tienen un pero: entrenar más las jugadas de estrategia. Imagínense un equipo con el potencial del Real Madrid o el Barcelona aprovechando la estrategia como el año pasado lo hacía el Almería de Unai Emery. Ojo que si esté Barça mantiene el tono en todas las facetas del juego puede igualar –o incluso superar- los títulos que logró el de Robson –sin contar la Supercopa de España, puesto que ni siquiera la ha disputado este año-.

Y aunque, como en aquel magnífico 97, no se consiga el título doméstico y sí el europeo, estoy seguro que la afición recibiría con los brazos abiertos la tercera Champions en la historia del club.

PD: También estaría bien que ante tanto gol, Abidal, único jugador del primer equipo que no ha marcado ni un sol gol en toda su carrera en un partido oficial, aproveche el momento para estrenar su cuenta.

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