Un Real Madrid-Juventus como el de hoy rezumaba historia, leyenda y prestigio por los cuatro bandos. Cuando los veintidós contendientes miraban al cielo de la capital y la musiquita de la Champions sonaba todos nos acordamos del primer duelo entre Raúl y Del Piero allá por 1996, del offside de Mijatovic que valió la séptima o de cómo el epílogo del Madrid galáctico sucumbía en las eliminatorias en Delle Alpi.
La Juve se presentaba de nuevo al duelo con bajas sensibles, sobretodo en la portería –pasar de Buffon a Manninger es como estrellar un Testarrossa y que tu seguro te deje mientras un Fiat Punto-, pero con sus viejas glorias –Alé y un todoterreno checo- dispuestas a dar tanta guerra como dieron en el Comunale, sino más. Si a esos dos lujos, le unimos una columna vertebral formada por Chiellini, Sissoko y Amauri –cada día mejor-, el Madrid iba a sudar tinta para recuperar el liderato. De hecho, ni siquiera tuvo opción de sudarla, se rindió mentalmente mucho antes de que el duelo pudiese ser de igual a igual.
A los bianconeri les bastó con aplicar la estrategia bélica de McArthur Ranieri y una mala cesión de Guti para dar un golpe que dejó al rival en la lona. Bastó juntar las líneas, tener al equipo agrupado en 25 metros y esperar a que Del Piero frotara una de sus lámparas –puesto que tiene dos, una en cada bota, la ocasión le mereció la sinistra-. El Madrid intentó levantarse, y Ramos y Van Nistelrooy estuvieron cerca de equilibrar la batalla mental. Sin darse cuenta, cada ocasión fallada desconcertaba más a los merengues, a la vez que la Juve se sentía más Pedro en su casa.
A la vuelta de los vestuarios ya no hubo ninguna duda. El Madrid estaba calcando el partido de la pasada temporada ante la Roma de Spalletti. Recuerdo que el partido de ida en Turín sirvió a As y Marca para reivindicar la superioridad merengue, que con un buen partido y el miedo escénico del Bernabéu la victoria estaba asegurada. Nadie recordaba qué es un equipo italiano. Nadie recordaba quien es la Juve. Y lo peor es que tras verse superados en el primer acto, ni los jugadores hayan sabido superar a su rival ni Schuster haya sabido encontrar en el banquillo la solución. Quizá sea porque ahí no la va a encontrar nunca. Sneijder y Van Nistelrooy al banquillo para dar entrada a Higuaín y Van der Vaart, además de Saviola. ¿No será que esta colección no está completa y hay demasiados cromos repetidos? Así pues, el guión de este doble enfrentamiento contra los turineses ha seguido el mismo guión que el de los octavos de la 07-08 con un convidado extra -sería hipócrita no señalar la inoperancia del árbitro, que omitió dos penaltis a favor de los blancos-. Tras caer en la ida por la mínima después de ser superiores en el segundo tiempo, el rival pasa como un rodillo en la vuelta ante la inoperancia madridista. Diferentes rivales, pero misma egolatría y mismos errores. El castigo es algo diferente, eso sí. Aún se pueden salvar los muebles.
Pero ese diablo llamado Del Piero, que sabe más por Vecchio que por diablo, aún debía frotar su otra lámpara, la diestra, esta vez con maldad y arte a partes iguales. Corría el 67’ y Casillas y Schuster quisieron engañarle con la barrera descolocada en el lanzamiento de una falta, como diciéndole: ¿Ves el hueco? Pues tírala ahí. Y sí, sí. Ahí fue el balón, al fondo de la red, bien ajustadito al palo. Puede que el alemán se moviera más que Iker para detenerlo.
Quedaban veinte minutos y el partido ya había acabado. Unos completamente KO y otros contentos y en octavos, prácticamente como líderes de grupo. Puede que la escuadra de Ranieri juegue muchos partidos para su capitán, evitándole tareas defensivas para que todos sus esfuerzos sean para el arte –nunca mejor dicho- de atacar. Y está visto que vale la pena. Con el reloj marcando la hora, el ex de Valencia y Atlético quitó a su diamante del campo. Y el público del Bérnabeu, soberano donde los haya –y con Maradona a la cabeza-, le dedicó una sonora ovación a Alé que esté correspondió con afecto.
El Real Madrid deberá aprender de rivales como el de hoy si quiere que la Décima llegue más pronto que tarde. Deberá también aprender a ser más señor y tener en cuenta a sus rivales, además de estudiarlos más. Deberá saber que para reinar en Europa hay que enfrentarse a unos cuantos como Del Piero. Porque aunque ya sea un poco Vecchio, Alé es un jugadorazo. Y también un Signor. Como siempre lo fue la Juve, aunque Moggi se empeñara en lo contrario.
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La Juve se presentaba de nuevo al duelo con bajas sensibles, sobretodo en la portería –pasar de Buffon a Manninger es como estrellar un Testarrossa y que tu seguro te deje mientras un Fiat Punto-, pero con sus viejas glorias –Alé y un todoterreno checo- dispuestas a dar tanta guerra como dieron en el Comunale, sino más. Si a esos dos lujos, le unimos una columna vertebral formada por Chiellini, Sissoko y Amauri –cada día mejor-, el Madrid iba a sudar tinta para recuperar el liderato. De hecho, ni siquiera tuvo opción de sudarla, se rindió mentalmente mucho antes de que el duelo pudiese ser de igual a igual.
A los bianconeri les bastó con aplicar la estrategia bélica de McArthur Ranieri y una mala cesión de Guti para dar un golpe que dejó al rival en la lona. Bastó juntar las líneas, tener al equipo agrupado en 25 metros y esperar a que Del Piero frotara una de sus lámparas –puesto que tiene dos, una en cada bota, la ocasión le mereció la sinistra-. El Madrid intentó levantarse, y Ramos y Van Nistelrooy estuvieron cerca de equilibrar la batalla mental. Sin darse cuenta, cada ocasión fallada desconcertaba más a los merengues, a la vez que la Juve se sentía más Pedro en su casa.
A la vuelta de los vestuarios ya no hubo ninguna duda. El Madrid estaba calcando el partido de la pasada temporada ante la Roma de Spalletti. Recuerdo que el partido de ida en Turín sirvió a As y Marca para reivindicar la superioridad merengue, que con un buen partido y el miedo escénico del Bernabéu la victoria estaba asegurada. Nadie recordaba qué es un equipo italiano. Nadie recordaba quien es la Juve. Y lo peor es que tras verse superados en el primer acto, ni los jugadores hayan sabido superar a su rival ni Schuster haya sabido encontrar en el banquillo la solución. Quizá sea porque ahí no la va a encontrar nunca. Sneijder y Van Nistelrooy al banquillo para dar entrada a Higuaín y Van der Vaart, además de Saviola. ¿No será que esta colección no está completa y hay demasiados cromos repetidos? Así pues, el guión de este doble enfrentamiento contra los turineses ha seguido el mismo guión que el de los octavos de la 07-08 con un convidado extra -sería hipócrita no señalar la inoperancia del árbitro, que omitió dos penaltis a favor de los blancos-. Tras caer en la ida por la mínima después de ser superiores en el segundo tiempo, el rival pasa como un rodillo en la vuelta ante la inoperancia madridista. Diferentes rivales, pero misma egolatría y mismos errores. El castigo es algo diferente, eso sí. Aún se pueden salvar los muebles.
Pero ese diablo llamado Del Piero, que sabe más por Vecchio que por diablo, aún debía frotar su otra lámpara, la diestra, esta vez con maldad y arte a partes iguales. Corría el 67’ y Casillas y Schuster quisieron engañarle con la barrera descolocada en el lanzamiento de una falta, como diciéndole: ¿Ves el hueco? Pues tírala ahí. Y sí, sí. Ahí fue el balón, al fondo de la red, bien ajustadito al palo. Puede que el alemán se moviera más que Iker para detenerlo.
Quedaban veinte minutos y el partido ya había acabado. Unos completamente KO y otros contentos y en octavos, prácticamente como líderes de grupo. Puede que la escuadra de Ranieri juegue muchos partidos para su capitán, evitándole tareas defensivas para que todos sus esfuerzos sean para el arte –nunca mejor dicho- de atacar. Y está visto que vale la pena. Con el reloj marcando la hora, el ex de Valencia y Atlético quitó a su diamante del campo. Y el público del Bérnabeu, soberano donde los haya –y con Maradona a la cabeza-, le dedicó una sonora ovación a Alé que esté correspondió con afecto.
El Real Madrid deberá aprender de rivales como el de hoy si quiere que la Décima llegue más pronto que tarde. Deberá también aprender a ser más señor y tener en cuenta a sus rivales, además de estudiarlos más. Deberá saber que para reinar en Europa hay que enfrentarse a unos cuantos como Del Piero. Porque aunque ya sea un poco Vecchio, Alé es un jugadorazo. Y también un Signor. Como siempre lo fue la Juve, aunque Moggi se empeñara en lo contrario.
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