Otra cosa sería hablar del planteamiento de Del Bosque, que ha permutado un mediocampo de jugones por un juego de bandas asimétrico que no ha dado el resultado esperado. De nada servirá criticar al seleccionador porque, guste o no, dirigirá a la Roja en la Copa del Mundo. Además, hay que tener claro que los indiscutibles en las bandas siguen siendo Silva e Iniesta, dos hobbits excelsos que no han llegado esta vez en condiciones de ayudarnos a encontrar el anillo. Sólo hay que esperar recuperarlos para cita mundialista sabiendo que Cazorla y Cesc Fábregas han sido unos dignos recambios. Pero a veces el balón no quiere entrar.
Hoy hace un año que España se elevó a los altares del fútbol del europeo, del fútbol mundial, del fútbol total. Desde hace ya meses tenía pensado publicar este artículo -que no es más que la reproducción total de la crónica que publiqué en Tiempo de Fútbol, un excelente blog con geniales colaboradores, ya extinguido por la voracidad de la actualidad- sin saber que sería lo que depararía hoy el presente, sin pensar que para dar paso a esa crónica escrita hace ya un año me daría para escribir casi otro artículo delante, sin pensar por un momento que en el calendario del fútbol los días y los meses envejecen casi tan rápido como los gatos. Valga como ejemplo la final de la Champions en Roma. Se disputó hace hoy un mes y dos días. A mi me ha parecido mucho más. Con todos los movimientos del mercado, las renovaciones de jugadores, la rumorología de fichajes y, por supuesto, esta Copa confederaciones, el triplete del Barça ya ha quedado muy atrás. Algo que por otra parte puede ser incluso bueno para los intereses azulgrana, pero de esto ya se hablará en otra ocasión.
El presente es el que es. Está claro que no se puede vivir del pasado, pero sí hay que respetarlo y si se puede, disfrutarlo. Se lo dice un servidor que lleva cuatro días sin poder parar de ver los conciertos de Michael Jackson –con su increíble moonwalk- y escuchar sus canciones, con esa inevitable sensación de que se ha ido un grande y de que su voz y sus bailes ya son eternos. Ya se que este blog pretende ser ‘delicatessen’ futbolística, pero permitan por favor estas pequeñas líneas para el Rey del Pop. Los medios de comunicación hablarán estos días de su autopsia, de su vida privada y de sus miserias, sin darse cuenta por un momento que la palabra música y, sobretodo, la palabra ritmo no se definen mejor que con este nombre y este apellido: Michael Jackson. Él es la música; él fue, es y será el ritmo. El tiempo lo pondrá en su sitio. En el olimpo, o sea. Descanse en paz.
Y ahora, vayamos al fútbol. Espero que esto les sirva para revivir aquel 29 de junio de 2008. Gloriosa efeméride.
¡Va por ustedes! (ese fue el títul0 que le puse al artículo)
Alemania - España, 0-1
Alemania (4-2-3-1): Lehmann; Friedrich, Merstesacker, Metzelder, Lahm (46' Jansen): Hitzlperger (58' Kuranyi), Frings; Schweinsteiger, Ballack, Podolski, Klose (79' Gómez). Seleccionador: Joachim Löw.
España (4-1-4-1): Casillas; Ramos, Puyol, Marchena, Capdevila; Senna; Iniesta, Xavi (63' Xabi Alonso), Cesc, Silva (66' Cazorla), Torres (78' Güiza). Seleccionador: Luís Aragonés.
Árbitro: Roberto Rosetti (ITA), amonestó a Ballack, Casillas, Torres y Kuranyi.
Goles: Torres (33').
Lo vieron nuestros abuelos. Nuestros padres, nuestros tíos y nuestros suegros eran niños o quizá ni habían nacido y los padres de Cesc ni siquiera habían pasado la varicela. Las imágenes del 64 eran tan añejas que hasta hace poco no sabíamos si había centrado Amancio o Pereda. La vieron pasar Sarabia, Maceda o Gordillo. A Arconada se le escapó. Igual que a Amor, Caminero, Hierro o Raúl. Pero ahora ya no importa. 44 años y 44.000.000 de lágrimas después la Eurocopa volvió. Como la echábamos de menos. Hasta ella nos echaba de menos. Tanto que remodeló su aspecto para la ocasión, como si supiera de antemano que sería Casillas quien la alzaría en el palco del Präter. Un palco, como no, lleno de VIPs en el que cada uno desenvolvió a la perfección su papel. Al Rey y a la Reina sólo les faltaba botar, Zapatero mostraba su sonrisa de joker, Sergio Ramos recordaba a Puerta –y, desde la eternidad, él asentía guiñando el ojo- y hasta Platini –verdugo de Arconada- dio la talla, sobretodo cuando vio que Palop llevaba la camiseta con la que el infravalorado meta fue ajusticiado por el azar en la final del 84. Incluso Angela Merkel, haciendo gala de la hospitalidad y deportividad teutona, enseñó al mundo lo que significa saber perder. Fernando Alonso, por su parte, celebraba su otro Gran Premio de Europa, y Ramón Calderón era un hincha más. De Laporta es mejor no hablar. Torres sonreía como lo que es, El Niño feliz, el del gol, mientras Luis, su padre deportivo, sacó el señor que lleva dentro mientras pensaba: “Disfruten ustedes”. Por cierto, que Senna tiene aún una tarea pendiente: demostrarnos que nació en Río de Janeiro y no en Burgos.
Todo esto era para celebrar que el gol a Yashin ya tiene relevo. Zoco, Rivilla, Iríbar, Suárez, Pereda y compañía han encontrado sucesores. No hay que desmerecer a aquellos gladiadores, sólo hay que lamentar que el régimen los utilizara para autoproclamar sus excelencias, más aún cuando los rivales eran los soviéticos. La generación del gol de Torres tiene otros tintes. Esta es la selección de todos. Ayer todas las ciudades y pueblos de España se echaron a la calle: Madrid, Sevilla, Málaga, Granada, Salamanca, Cáceres, Lugo, La Coruña, Valencia, Logroño, Palma de Mallorca… Todas. Y por supuesto, Bilbao, San Sebastián, Gerona, Tarragona o Barcelona no quisieron omitirse de una fiesta de tal calibre. Este equipo no entiende de ideologías políticas, lo único que ha desprendido ha sido fútbol. Fútbol del bueno. El mejor de Europa, para ser más exactos.
Lo cierto es que la mejor Eurocopa en muchos años ha coronado a España. Y la final estuvo a la altura de lo que ha marcado el torneo. Empezó mordiendo Alemania, que en los primeros minutos parecía que iba a sujetarse en la historia para meter el miedo en el cuerpo a los nuestros. Pero tras los 10 primeros minutos, España se soltó. Empezó el tiqui-taca, el meneo, y cada minuto que pasaba, los germanos eran más perdiz mareada. El primer aviso fue de Iniesta, que calcó la jugada del gol inicial a Rusia, aunque esta vez el rematador fue Metzelder, pero Lehmann reaccionó a tiempo. Acto seguido, centro de Ramos y cabezazo de Torres a la cepa del poste. Poco a poco, se empezaba escribir el principio del final para la Mannschaft. El final a la historia de siempre. Porque no siempre deben ganar ellos. Y entonces, llegó el momento. Corría el 33’. Xavi recibe entre líneas, gira sobre sí mismo y envía un balón al hueco para Torres. Tras un toque en el pie de The Kid, parece que el balón se acabará perdiendo ante la presión de Lahm. Pero sólo era una desilusión óptica. El toque da lugar a un autopase, y Torres, como correcaminos ante el coyote, pasa por detrás del menudo lateral, lo avanza y ¡zas! toque sutil por encima de Lehmann. Antes de que el balón entrara, media España ya cantaba gol. Cuando entró, Torres merodeó la portería y se fue a la banda. Poco a poco fueron llegando Xavi, Ramos, Puyol, Silva… Todos. Villa saltó del banquillo. En el palco, sus Majestades apretaron los puños. Zapatero botó como si hubiera vuelto a ganar las elecciones. Y España entera gritó ¡gol!
A partir de aquí, podríamos decir que el partido siguió con su curso, que España siguió manteniendo su apuesta por el fútbol de quilates, que Alemania quemó todas sus naves en el segundo tiempo dando entrada a Jansen, Kuranyi y Gómez, ese alemán tan español. Podríamos decir que Senna siguió dando lecciones de manual, que Iniesta, Xavi y Cesc son los mejores timones que un equipo pudiera tener, que Cazorla y Güiza refrescaron mucho al equipo, que Ramos, Iniesta o Senna tuvieron el 0-2 y que Alemania nos mantuvo con un nudo en la garganta y otro en el corazón hasta que Rossetti pitó el final. Pero lo cierto es que el partido acabó ahí, en el gol de Torres. La historia ya se había escrito. Después del gol de Marcelino, estará el de El Niño.
Alemania, con Ballack a la cabeza –desgracia la suya, 0 de 4-, se mantuvo con la cabeza alta hasta que Casillas alzó la Henry Delaunay. Saber perder también es importante. Pero saber lo que es ganar es muy bonito. La Roja se acordó de muchos, pero especialmente de Arconada, a quien este mismo torneo le menospreció, y de Antonio Puerta, a quien el destino jugó una mala pasada. Tras muchas pesadillas, llegaron los dulces sueños. La maldición ya ha terminado. Ya nos podemos despertar sin miedo. Esto es real. ¡Podíamos! Pero ahora hay que ir a por el siguiente objetivo: Canarinhos, albicelestes; nos vemos en Sudáfrica.
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Michael Jackson: el Ritmo. Rest In Peace.
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