Por Albert Valor
Siempre se dijo que la Juventus de Turín es el equipo de Italia. Por el
contrario -aunque algunos hinchas lo niegan- el entrañable Torino contaba con
el favoritismo de la mayoría de los habitantes de la capital del Piamonte. Sea
como fuere, y aunque en el mundo del fútbol siempre divergen filias y fobias,
toda Italia debería estarle agradecida a la Juve.
Por liderar una renovación a través del dominio del balón y
porque su columna vertebral haya posibilitado la resurrección del combinado
nacional. Italia está hoy remozada y es subcampeona de Europa. Y Buffon,
Barzagli, Bonucci, Chiellini, Pirlo o Marchisio son pilares de esa escuadra.
Retomando ya la eliminatoria estrella de estos cuartos de
final, podemos concluir que el choque entre Bayern y Juventus rezuma aromas de
viejo fútbol por todos los poros. Dos equipos que nunca dejaron de formar parte
de la aristocracia continental. Pero que quieren liderar el tumulto de la nueva
Europa futbolística. Esencia y vanguardismo. Poso y nuevos tintes. Es un todo
en uno.
Y viene lanzada la Vecchia Signora al asalto de
Munich. Victoria de mérito en San Siro ante su rival de siempre que a buen
seguro refuerza la convicción en su estilo. Un patrón que le ha llevado a
liderar un renacimiento que el fútbol italiano ansiaba como el comer. Muchos lo
ven todavía hoy arcaico. Es lo que tiene dejarse llevar por la corriente de opinión,
el viento que sopla de Twitter y, lo más importante, la falta de determinación
para sentarse frente al televisor a ver un partido de Serie A.
En Italia, los Lodi, Candreva, Immobile, Niang, Belfodil o
Borja Valero, se unen a los Cassano, Miccoli, Totti, Diamanti o Luca Toni para
desembocar en un campeonato que va a más y que quiere jugar al fútbol. Quizá le
cueste todavía un tiempo recuperar esa plaza de Champions League que ha perdido
recientemente –y de manera justa- en favor de la Bundesliga. Pero
es un valor claramente al alza, de eso no cabe duda.
Si hablamos en clave bianconera,
nunca un sistema le hizo tanto bien a un modo de entender del fútbol. Guiado
por la máxima de que a un equipo lo hacen los futbolistas –nunca al revés-
Conte aplicó ese 3-5-2 nada más llegar al banquillo turinés. Jugar con tres
centrales no tiene porque ser defensivo. Y obviamente, contar con Pirlo lo hace
todo más fácil. Es increíble que un jugador de mediocampo tenga todavía margen
de mejora pasada la treintena. El regista
de Brescia forma parte de ese selecto grupo en el que también están Xavi, Scholes
o Giggs. Si Andrea hubiese nacido británico, quizá sería un One Club Man. La realidad, no obstante,
dice que la Juve
tuvo la suerte de encontrarlo en el otoño de su carrera. Conte pudo así darle
el timón para que fuera piedra angular de una refundación balompédica.
Aunque en ese esquema también los carrileros juegan un
papel determinante. La figura clásica del hombre de banda en Italia se
construye en base a la herencia de Giancinto Facchetti. Hablamos de un fenómeno
de la naturaleza. Rondar el 1,90 no le impedía ser una bala ni mandar en toda su
parcela. El lateral izquierdo –que a su vez era diestro- de aquel súper Inter
de Helenio Herrera de los 60 es un referente no sólo en Italia, sino en el
mundo entero. Es de aquella estirpe de jugadores como Garrincha, Sindelaar o
Samitier. Jugadores que trascienden épocas y se instalan en la memoria
colectiva. Eternos, como las canciones.
Quizá el último lateral italiano que ha recordado a Facchetti
haya sido Davide Santon, que hoy milita en las filas del Newcastle tras no
haber triunfado en el Inter.
Precisamente ese es el molde en torno al cual se construye
el perfil de carrilero que precisa el esquema de la Juve
de hoy. Uno tiende a imaginarse a tipos veloces, de ida y vuelta, de estatura
media o incluso baja. Nada más lejos de la realidad. Son, ante todo, tipos
espigados y fornidos. No son precisamente lentos. Pero su mayor valor es ser
portentosos, algo que les permite gobernar la banda de fondo a fondo. Quizá
ello se deba a la idiosincrasia de la sociedad italiana. Inventar perfiles que
se hacen a sí mismos y huyen de cánones preestablecidos. Lo curioso es que
Lichtsteiner y Asamoah, los titulares de Conte, no hayan nacido en Italia. Sí
lo hicieron Padoin y Peluso, que poco a poco irrumpen en el once, aunque
tendrán pocas opciones de participar contra el Bayern.
Pero el mayor activo de este equipo es lo interiorizada y
asumida que tienen sus piezas la concepción del juego. Ello se logra con una
coordinación coral, casi perfecta, en la que tienen mucho que ver dos ternas:
la de centrales y la de centrocampistas. Ambas sociedades son también las que
aúpan a los carrileros y las que consiguen el equilibrio en la transición
defensa-ataque –y viceversa-. Y es que, ante todo, el 3-5-2 es un sistema de
ayudas.
Atrás, el consorcio Chiellini-Bonucci-Barzagli está ya
plenamente consolidado. Suponen una gran ayuda para los carrileros, a los que
liberan de tareas defensivas. Son, además, un cerrojo. Pensemos: si ya cuesta
abordar la retaguardia de un equipo italiano, imaginemos si éste se defiende
con tres centrales.
Por otro lado, la sala de máquinas juventina roza la perfección.
Y es que el medio del campo piamontés es un espectáculo. Ya se ha mentado antes
a Pirlo, que domina los tiempos de este deporte a su antojo. El símbolo en
ciernes de la institución y un chileno adaptado a base de casta y calidad
ayudan a pintar el lienzo y completan una media que ve puerta con facilidad. Claudio
Marchisio, Arturo Vidal y Andrea Pirlo; también conocidos como MVP.
Y aún así, Paul Pogba, penúltimo descubrimiento del entrenador,
oposita para gozar de minutos. El talentoso volante ha recibido incluso la
llamada de la selección francesa. No está mal para un chaval de 20 años recién
cumplidos. Aunque una cosa ha de quedar clara: el bueno de Pogba no es –ni lo
será nunca- alguien llamado a ser el ancla de un equipo. Su sitio está justo
por delante. Parece que Conte, tras algunas probaturas, ya lo ha verificado. Y Deschamps,
tras algún desajuste en el último partido contra España, también lo debe haber
empezado a ver claro. Estamos ante un diamante en bruto, con cosas del mejor
Essien, de Seydou Feita o de Touré Yayá.
Mauricio Isla, meritorio habitual que se ha visto lastrado
por las lesiones, ha participado también en algunos partidos en la zona ancha.
Aunque sus opciones de tener minutos en la eliminatoria contra el Bayern pasan
por jugar en banda si Asamoah no está a tope. Recodemos que la Copa África ha mermado las
prestaciones del ghanés a ojos del entrenador. Tampoco convendría olvidar a Giaccherini.
Es el gran damnificado de la temporada. Pero su implicación está fuera de toda
duda. Conte ya ha dejado claro que mientras él sea el responsable, el jugador
formará parte de la plantilla. Giaccherini ya aprovechó sus minutos ante el
Catania marcando un gol de incalculable valor. Fue en la celebración de aquel
tanto donde, además de mostrarse el compromiso del autor, se le enseñó a toda
Europa que si hay un equipo unido y que cree en sus posibilidades, ese es la Juventus.
Pero, claro está, la Juventus también tiene puntos flacos. Su gran
debe está en ataque. Quizá más por falta de continuidad que de aptitudes, ya
que tiene un amplio ramillete de futbolistas para esa zona. Todos con
diferentes características y prestaciones. Pero ninguno de ellos parece agarrarse
el puesto con determinación. Tras corroborarse ya que Nicklas Bendtner y
Nicolás Anelka han quedado como figurantes, Alessandro Matri, Sebastián Giovinco,
Mirko Vucinic y Fabio Quagliarella se reparten minutos, siendo este último el
gran perjudicado hasta la fecha.
A buen seguro que Quaglia
es el que alberga más fútbol dentro de sí, pero el acto de indisciplina con
Alessio en San Siro durante el partido contra el AC Milan en la primera vuelta
le costó caro. Por suerte para él, su golazo de este fin de semana –también a
la sombra de La Madonnina,
aunque ante el Inter- podría jugar a su favor en un posible indulto. Apuntaría
al once del Allianz Arena.
El resto se disputaría la otra plaza. En cuanto a
Giovinco, fue el propio Conte el que pidió que se le recuperara con presteza
del Parma. Incluso empezó titular, pero poco a poco ha ido perdiendo
protagonismo. A Sebas se le augura un gran porvenir desde hace años, pero a sus
26 años no termina de explotar. Por si fuera poco, la parroquia del Stadium le
ha silbado en demasía últimamente.
Matri -que también mojó
ante el Inter con un gol de ariete clásico- lleva una temporada a buen nivel.
Es un jugador de buenos movimientos. Recuerda a Luca Toni, aunque tiene menos
contundencia. Respecto a Vucinic, también ha estado en entredicho. Quizá le
falte gol; nunca clase. Especialmente bello fue su gol en Bolonia antes del
parón de selecciones.
Para la próxima temporada, la dirección deportiva ya ha
movido ficha. Lo de Fernando Llorente parece prácticamente hecho, aunque se
espera que caiga alguno más. Han sonado infinidad de nombres, entre ellos Pablo
Osvaldo, ‘Papu’ Gómez o Alexis Sánchez. Pero el que parece hombre clave para
desequilibrar arriba es el montenegrino Jovetic. No es de extrañar que desde
algunos mentideros ya se le llame Juvetic.
Desde 2010, el Bayern ha jugado dos finales de la Copa de Europa y viene
haciendo evidente su ascendente dominancia. Así que para esta eliminatoria la Juventus no es favorita.
Pero viene con carrerilla, desde muy atrás. Pocos equipos tendrán más apetito.
Conte declaró hace poco: “La Juventus apenas se acaba
de sentar a la mesa. Tiene mucha, mucha hambre.” Esas palabras son un
síntoma, además de una declaración de intenciones. Si ese anhelo no se mezcla
con ansiedad, el equipo transalpino tendrá mucho que decir en estos cuartos de
final.
Por cierto, que no se ha dicho nada de Buffon. No
hace falta. Abran fuego, señores.
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