Por Cristian Naranjo
24 de diciembre de 2010. Tras aprovechar una oportunidad
del mercado invernal, el FC Barcelona oficializaba el fichaje de Ibrahim
Afellay, joven pero experimentado centrocampista holandés, con la idea de
explotar su polivalencia en ataque, amén de su conocido disparo a puerta. A sus
24 años, cualidades no le faltaban. Tampoco ilusión por crecer; ni hambre. Sin
embargo, nada iba a ser fácil para Ibi en su primera temporada en Barcelona.
La competencia sería feroz; la exigencia, gigantesca. Ante sí, el reto de
hacerse un hueco en el mejor equipo de la era postmoderna.
Participó de forma discontinua en el devenir triunfal del
equipo de Guardiola, culminando su balance personal con un regate sobre Marcelo
y un posterior centro que, remachado por Messi, acabaron valiendo su peso en
plata; el del trofeo de la Liga de Campeones, conquistado en Wembley.
Llegó el verano, el nuevo curso, y los éxitos no impidieron
a la secretaría técnica culé seguir acorazando la plantilla. Aterrizaron Cesc y
Alexis. Y se acoplaron al instante. Más competencia para un Ibi, cada vez más necesitado y
carente de minutos. Y, para colmo, en un entrenamiento rutinario, la lesión del
ligamento cruzado anterior. Toda una temporada lanzada por el despeñadero. O
quizá no. Porque Afellay llega a punto de nieve a la Eurocopa de Polonia y
Ucrania. Ocho meses después de ser operado, ha tenido tiempo de afianzar su
rodilla derecha, con lo que llega fresco como pocos a la cita continental. Y
además, parece que Van Marwijk apuesta por él para una plaza en la mediapunta
de su 4-2-3-1, acompañado por Robben y Sneijder, y en competencia directa con
Huntelaar y Kuyt. De la confianza del técnico, de la inspiración del futbolista
y del papel que juegue Holanda en la Euro, dependerá buena parte del futuro
deportivo de un artillero que a sus 26 años tiene todo lo necesario en la
mochila.
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