Por Albert Valor
El Real Madrid de Jose Mourinho empieza a esbozar las armas que se le suponían. Todo volvió a ser como siempre. Defensa pétrea, medio del campo blindado y confianza ciega en los de arriba. Y en el destino. La Real convirtió la exhibición contra el Ajax en un espejismo. Y Özil sigue siendo un jugadorazo, pero a buen seguro que la prensa capitalina no cortejará estos días con sus botas.
Los donostiarras, y Griezmann en concreto, clamarán ahora al cielo por todo lo enviado al limbo durante el primer tiempo. Pero la hinchada txuri urdin tiene algo que celebrar. Y es que la Real está de vuelta. Y viendo a algunos de sus jugadores, cuesta creer que haya estado tres años en el pozo. Incluso que se produjera su descenso parece ahora extraño. La clase de Xabi Prieto llamará en breve a las puertas de la Selección. Él, Aranburu, Diego Rivas o Ansotegi ya formaban parte del once titular en aquel infausto 2007. Pero como ya le pasó antes a otros históricos como el Sevilla o el Atleti, la travesía sirvió para reconstruir los esquemas y volver con fuerza. Volver para quedarse. Da la sensación de equipo generoso y de que sabe a lo que juega. Es evidente que en todo ello tiene algo que ver Martín Lasarte. Fue él quien domó el talento de este equipo para que huyera hacia adelante.
Del Madrid se espera más. Pero de momento, con poco saca mucho. Lo habitual en el último lustro, vaya. Pasa que el club blanco mejora sus individualidades cada vez que se abre el mercado y eso se nota. Di María pasó el partido como lleva hasta ahora, desconectado del juego. Pero le bastó al Fideo un retal para firmar un golazo y mostrar de paso que no es un zurdo cerrado o cerradísimo. Luego apareció Tamudo. Cuesta creer que lo que sirve en Anoeta no sea suficiente en Cornellà-El Prat. Nunca los barcelonistas habían celebrado un tanto del Jehová blanquiazul. Su gol pareció llevar marchamo de castigo. Pero no. El Madrid se dejó llevar por su propia inercia. Llegados a este punto, toca hablar de CR7. Da la sensación de que el portugués es hoy peor futbolista que cuando se marchó de Manchester. Por supuesto que su ansiedad no le ayuda. Pero aún así, uno de sus conocidos disparos de libre directo decidió el partido. Pepe, tan amigo suyo, desvió lo justo para que el luso esbozara por fin la sonrisa del gol. Tres puntos.
Probablemente, a medida que avance el campeonato, los dos grandes irán mostrando más solvencia, pero por ahora no parece esta Liga un paseo militar. Y mañana más. Uno de nuestros clásicos a orillas del Manzanares. Veremos qué pasa. Pero de momento ya sabemos algo. Y es que la Real, tal y como la conocíamos, ha vuelto. Para quedarse, claro.
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