sábado, 21 de junio de 2008

El héroe circense

Por Albert Valor


El fútbol ha vuelto a demostrar que no se rige por ninguna ley. ¿Cómo es posible que el mejor jugador de un partido –con una abismal diferencia sobre el resto– tenga que irse con la cabeza gacha como uno de los responsables de la eliminación de los suyos y que el peor del partido –también con bastante diferencia- salga a hombros como un héroe? Ayer Rüstü Reçber, ese portero que le endosaron a Laporta para que empezara a construir el Barça postgasparista, tras evocar en cada acción a la madre de Forrest Gump y recordarnos en cada acción del partido que la vida es una caja de bombones y que –con el ex azulgrana– nunca sabes lo que te va a tocar, alternó paradas de mérito con actuaciones circenses –como la del gol. Hasta que llegaron los penaltis. Ahí el meta turco se miró en el espejo de otros cancerberos con más sombras que luces que también se han erigido en héroes después de las fatídicas tandas –su compañero de selección Volkan Demirel, el ahora madridista Dudek o el portugués Ricardo.

Esa es la primera impresión que deja el partido. La segunda viene tras una breve observación. En el descanso de su segundo partido en esta Eurocopa, Turquía estaba fuera, con las maletas por hacer para regresar a casa. Ahora mismo, está en semifinales, con la moral más alta después de cada partido; no por el qué sino por el cómo. Tras el gol postrero de Arda Turan contra Suiza y el ejercicio de creencia demostrado ante Chequia, pensábamos que un mismo equipo de fútbol ya no nos podía enseñar nada más, que en el libro de los milagros Turquía ya lo había escrito todo.

Al partido de ayer le sobraron 118 minutos –excluyendo, claro está, a Modric, que estuvo exquisito, cruyffesco por momentos, maradoniano incluso; la pena es que apareció con cuentagotas en un partido huérfano de talento. De hecho le sobraron los 120 –si acaso un balón enviado al larguero por Olic tras genialidad de Modric y algún chut envenenado de los hombres de segunda línea turca, pero poco más–, pero el caso es que en esos dos últimos se empezó a configurar la balanza psicológica del encuentro, esa que tan bien dominan los pupilos de Terim y que sería decisiva en la lotería final. Faltaba un minuto para que se cumpliera la totalidad de la prórroga cuando Modric llegó por los pelos a un balón que parecía perderse por la línea de fondo. Eso creyó Rüstü, que salió a proteger el balón. Al verse entre la portería y el crack croata, ya con el balón junto a la bota, el meta reculó. Mientras, el '14' centró para que Klasnic hiciera más grande su hazaña tras la operación de riñón. El balón entró tras tocar en Rüstü, que lo tocó a contrapelo. La selección ajedrezada se veía ya en 'semis'. Pero, ¿acaso alguien creía que con 3 minutos de alargue Turquía no seguiría creyendo? Con el tiempo cumplido –mientras Bilic pedía un cambio–, Rüstü envió el cuero desde su campo directo hasta el área croata, y tras un par de segundos de incertidumbre –y de falta de contundencia croata–, Senturk la empalmó directa a la escuadra de Pletikosa para después mandar callar a la afición balcánica. De locos. Bilic se mostraba entre atónito e indignado –sobretodo con Mejuto- con lo que veían sus ojos. A Croacia entera le parecía una película de terror. A los turcos les resultaba ya de lo más normal.

Luego llegó la tanda. La estupefacción de unos y la fe de otros acabaron por finiquitar la eliminatoria. Turquía ha llegado ya al penúltimo escalón. Su siguiente rival será Alemania. Eso ya les da igual. Lo único que les compete es seguir creyendo.

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