viernes, 26 de diciembre de 2008

A ver si aprendemos

Por Albert Valor


Es la primera vez que vivo en directo el Boxing Day, puesto que nunca he tenido plataformas digitales para poder seguir fútbol internacional. Ahora, gracias a Teledeporte, ese magnífico canal propiedad de TVE que ha adquirido los derechos de la Premier y del Calcio y que podemos disfrutar ya todos gracias a la TDT, visualizo regularmente muy buenos partidos de fútbol.

Pero a lo que ibamos. La primera vez que veo dos partidos seguidos de nivel en plenas fiestas navideñas me ha servido para hacer un ejercicio de meditación. A los verdaderos enfermos de fútbol, a los que queremos goles a todas horas, esos que nos conformamos con una bicicleta bien hecha y hasta con un paradón cuando nos vemos en medio del desierto de los parones ligueros, no nos agrada que el fútbol descanse. Ni en Navidad. Incluso cuando acaba el último partido del domingo, ya queremos que sea martes para poder disfrutar de la Champions, y cuando vemos la final de un Mundial o una Eurocopa deseamos que pase ese infumable mes y medio hasta que comienza la siguiente temporada lo más rápido posible.

Evidentemente, tanta sobredosis no es posible, pero de momento me conformaría con adoptar las costumbres de la Premier League. Cierto es que allí el fútbol es una tradición, casi una religión, y en un día como hoy, Boxing Day allí y San Esteban en mi tierra, acabar la comilona y sentarte delante del televisor para ver saltar al césped a todo un Liverpool repleto de españoles y luego disfrutar de un duelo de nivel entre Aston Villa y Arsenal es, desde luego, gratificante. Sobretodo si uno de los contendientes remonta un 0 a 2 en la última fase del partido, con gol incluido en el descuento. Máxima emoción hasta el final. Para los futbolistas, la jornada es de todo menos festiva.

Lo cierto es que la sesión futbolística del Boxing Day coincide con la fecha dedicada a la solidaridad y a los actos benéficos en el Reino Unido. Además, antiguamente, a finales del siglo XIX y principios del XX, el 26 de diciembre era el único día del año en que el servicio doméstico libraba. Los trabajadores guardaban sus aguinaldos en cajas -boxes en inglés, de ahí el nombre de la festividad-. Pero lo que más les reconfortaba era poder ir con toda la familia al estadio a disfrutar del fútbol.

Pero ese contexto histórico que aquí no tenemos no debe ser una excusa para que en nestra liga no sea así. También en año nuevo o el día de Reyes –días festivos casi universales- se juegan partidos en Inglaterra, y por ejemplo, este año se disputarán más de cincuenta encuentros durante las fiestas. Creo que con el simple hecho de no hacer un parón de dos semanas muchos ya se conformarían. Porque hay algo que no debemos olvidar. Si todos los que componen la burbuja del balompié son lo que son y cobran lo que cobran –no sólo los futbolistas, también los árbitros, entrenadores y directivos- es gracias al espectador. Y éste es siempre el más perjudicado.

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viernes, 12 de diciembre de 2008

No hace falta decir nada más

Por Albert Valor


Con el clásico de los clásicos a la vuelta de la esquina me viene a la cabeza la figura de un tipo peculiar que se lo perderá in extremis. Todos fuerzan para jugar un Barça-Madrid, algunos incluso juegan lesionados -acuérdense de Ronaldo en el 0-3 de hace tres años-. Pero Bernd Schuster -no Bernardo, por favor- no. Él ha preferido perdérselo. Decíamos hace un mes en PLF que, al igual que su actual sustituto Juande Ramos en su aventura inglesa, los jugadores podrían hacerle la cama. Pero no ha sido así. La cama se la hizo él mismo. Buen chico.

Puede que en este año y medio que ha pasado dirigiendo al Real Madrid, el alemán haya perdido todo el crédito que había forjado en otros banquillos más modestos, en los que siempre apostaba por un fútbol atrevido –quizá sus etapas en el Shaktar y en el Colonia sean las más discretas-. En su etapa en el Xerez, el conjunto andaluz estuvo un par de temporadas aspirando al ascenso hasta el último suspiro con los pocos mimbres de que disponía. Después vino su temporada en el Levante, sólo empañada por un presunto arreglo en un partido contra el Barça en el que el reparto de puntos daba el título a los culés y los granotas estaban presuntamente salvados. Pero Schuster fue destituido a la jornada siguiente, lo cual no evitó que los valencianos descendieran. De su etapa en el Getafe sólo se tienen buenos recuerdos. Tanto él, como el presidente, los jugadores y la afición recordarán durante muchas tardes lluviosas aquel maravilloso curso. Al sur de Madrid se ganó definitivamente una reputación. Haciendo un buen papel en la liga, llevó al equipo por primera vez en su historia a una final de Copa tras endosarle un 4-0 al Barça en las semifinales.

Después llegó lo que todo el mundo conoce como al habitual Schuster. No sé si será el verdadero, pero sí el habitual durante estos últimos 18 meses. La primera perla de su repertorio llegó tras un partido contra el Sevilla en el que los merengues perdieron 2-0 y Ramos fue expulsado –otro hábito, por cierto-. Tras ser preguntado acerca del partido, Bernd pregunto retóricamente: “¿De dónde es el árbitro?[En referencia a Álvarez Izquierdo, trencilla del colegio catalán] No hace falta decir nada más”. Del mismo modo, tras una derrota en Bremen, afirmó que él era “un alemán muy andaluz”, como dando a entender que su salero hacía más agradable su mal humor y que noches como las que dejó plantada a la prensa en el Colombino no se debían tener en cuenta. La verdad es que esa temporada, sus rabietas quedaron en un segundo plano ya que gracias a la trayectoria del equipo y a los favores de sus rivales, el Real Madrid se proclamó campeón con un merecimiento innegable y una ventaja abrumadora, pero el juego brillante que anunció a su llegada el teutón nunca terminó de llegar.

Los problemas empezaron a llegar en verano, cuando la falta de fichajes alteró sus nervios. Aunque el nacimiento de su hija Victoria endulzó un poco toda la hiel que le empezaba a invadir, Schuster estaba cada vez más incómodo ante los medios, incluso tras un partido en agosto se marchó de una rueda de prensa diciendo que estaba cansado y que se quería ir a casa. Sus salidas de tono fueron normales mientras avanzaba el campeonato, incluso negó antes de un partido contra el Athletic que conociese a Álvarez Izquierdo. La doble derrota contra la Juve, la inoperancia en el José Zorrilla o el presunto distanciamiento con Raúl hicieron que cada vez se le viera más a disgusto en el banquillo, como si se quisiera quitar de encima el peso de ser entrenador blanco. Y el principio del fin llegó hace dos jornadas, cuando tras un partido ante el Getafe declaró que la derrota –por 3 a 1- no le dolía ya que en ningún momento nadie en la plantilla había pensado que podrían ganar el partido. Y el pasado domingo, decidió ponerse el mismo la soga al cuello para que Mijatovic sólo tuviera que apretarla. Se le ocurrió decir, en la rueda de prensa tras el partido contra el Sevilla, que en el Camp Nou no era posible ganar. Él mismo pidió la cicuta. No hizo falta decir nada más.

Se va un tipo de los que hacen falta en el planeta fútbol, ya no por su sapiencia futbolística –nunca le he visto ganar un partido con un planteamiento táctico o moviendo el banquillo en su etapa en Chamartín- sino por la salsa que aportaba en los terrenos de juego y en las tertulias. Incluso algún programa de televisión le ha caricaturizado. Bernd Schuster se va de momento al paro. Él mismo provocó su cese. Era la crónica de una eutanasia anunciada.


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martes, 9 de diciembre de 2008

Tipos con cartel

Por Albert Valor


Cuando hace poco más de tres horas veía en directo la presentación de Juande Ramos como nuevo entrenador del Real Madrid, han venido a mi cabeza diferentes personajes del mundo del fútbol. Victor Muñoz, José Mourinho, Martin Jol o Miguel Ángel Lotina, gente que como Juande Ramos pasa en el paro menos tiempo que el caldo en la mesa el día de Navidad. Tipos que por una etapa gloriosa, por una trayectoria respetable, o por tener un prestigio en los países donde han entrenado, siempre tienen ofertas encima de la mesa.

Por otro lado, resulta extraño que otros como Irureta o Camacho tarden o hayan tardado tanto en encontrar trabajo. Su experiencia, trayectoria y compromiso están fuera de toda duda, como las de los anteriores, pero unos pasan en la nevera más tiempos que otros. Puede que el quid de la cuestión esté en ese concepto que ha aparecido en los últimos años: lo mediático. Antes sabíamos que los futbolistas podían ser estrellas de la televisión e incluso hacer sus pinitos en el cine después de salir de la cancha. Pero por lo que parece, con los entrenadores sucede lo mismo.

Mucho se ha hablado –y se hablará siempre- del Sevilla de Juande Ramos. Esa etapa fue la que le llevó al éxito, tras buenos papeles como los desempeñados en el otro bando de la ciudad o en Vallecas y algunos más infaustos como su paso por el Espanyol o su descenso a Segunda B con el filial del Barça. Los nervionenes basaban su juego en dos bandas que eran dos espadas punzantes con Alves y Navas –también Sergio Ramos durante una época- en la derecha y Adriano y Capel –y el malogrado Puerta- en la izquierda. A eso unían una magnífica manija del equipo –hombres como Martí, Poulsen o Maresca llevaron el volante del equipo no sólo con buena brújula, también con poderío físico- y delanteros que siempre hacían goles –Kanouté, Luis Fabiano, Baptista o Kerzhakov-. Ese Sevilla ganó dos Copas de la UEFA, una Copa del Rey y dos Supercopas, la de España y la de Europa. Juande se erigió entonces como el técnico maravilla del fútbol europeo, junto a Benítez, Mourinho o Rijkaard. El caso es que el proyecto que lleva a un equipo de la segunda división hasta la cima no se construye en dos años, y poca gente se acordó de Joaquín Caparrós entonces. Jokin siempre ha sido tildado de follonero y amarrategui, pero su pasión y gusto por el buen fútbol siempre estarán fuera de toda duda para un servidor. Quizá sólo le falte ser mediático.

Pocos tuvieron conciencia de que el utrerano empezó a construir el castillo allá por 2001 cuando el equipo intentaba volver a la elite, introduciendo, entre otras cosas, el juego por las bandas como pierda angular del sistema de juego. En 2005, decidió coger las maletas y marcharse a La Coruña, dejando todo preparado para el éxito, como cuando nuestra madre nos cocina un delicioso asado y nos deja una botella de buen vino, se marcha al cine con papá y nos cede la casa para cenemos a solas con nuestra chica. El éxito, aunque también suyo, es a nosotros a quien más nos resulta. Eso le pasó a Caparrós, que hizo de mamá, y a Juande, que hizo de hijo. El Sevilla era el asado.

El último éxito en forma de títulos antes marcharse a las Islas fue la Supercopa de España, con la que le dio una movidita bienvenida a Bernd Schuster, al que ahora releva. En la Premier, Juande cogió un equipo que se hundía en el fondo de la tabla, puso a cada pieza en su lugar, y aún pudo alcanzar la clasificación para la UEFA y lograr otro título, la Carling Cup. Eso sí, cuando ha intentado construir un equipo que sea su imagen y semejanza en el campo, la cosa no le ha ido tan bien. Quizá por falta de tiempo, quizá porque una cosa es aplicar y otra crear.

El Tottenham no tuvo mucha paciencia con el manchego -tampoco sus jugadores-. Quizá sea por algo. Pero ahora otro coloso vuelve a apostar por él. Nada menos que el Madrid. La cosa empieza fuerte. El próximo fin de semana, visita al Camp Nou. Todo o nada. No será fácil para Juande, sobretodo porque ese juego de bandas con el que triunfó en Hispalis no será tal con los de Chamartín, por lo menos hasta que el Madrid fiche a un especialista para la diestra.

Y Schuster, de momento, al paro. Aunque atentos. Él es otro de esos tipos con cartel. Sí quiere, el paro le durará poco, seguro que menos que el finiquito.

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