miércoles, 25 de noviembre de 2009

La cruda realidad

Por Albert Valor

Hace 24 horas, el barcelonismo tiritaba. Los enemigos públicos culés, en cambio, se frotaban las manos y hasta los ojos. No era para menos. Samuel Eto’o y Jose Mourinho llegaban –supuestamente- con el cuchillo entre los dientes para apear al campeón de todo a las primeras de cambio. La prensa catalana –y la afición, ¿para qué negarlo?- se lamentaba de las bajas de Ibrahimović y Messi y tomaba como elementos de juicio los últimos tropiezos del equipo ante rivales aguerridos. En la capital, en cambio, las portadas eran para Samuel. Decían de él que volvía a jugar para el Real Madrid.

Y llegó la hora. En el túnel de vestuarios, Eto’o saludó y abrazó uno por uno a todos sus ex compañeros. Lo mismo hizo tras escuchar la emocionante melodía de la Champions. El Camp Nou le brindó la ovación merecida y Bussaca pitó el inicio. Cabe decir en este momento que la realización del evento por parte de TVE fue de lo peor visto en años, ya que obvió la salida al campo de los equipos y parte del momento en que los jugadores escuchaban de cara al palco la musiquita europea para conceder una entrevista vacía e inoportuna a ¡Luis Figo! Pregunten a cualquier barcelonista que estuviera viendo el partido en el sofá de su casa. No entraremos ahora a valorar qué significa o deja de significar el portugués para la parroquia culé, pero en ese momento lo importante era ver y escuchar íntegramente el reencuentro de Eto’o con su afición y por supuesto, la previa del partido -¿no?-.

Del partido en sí poco se puede decir que la gente no sepa ya. Monólogo culé ante la apatía –o quizá haya que decir incapacidad- del Inter. Uno escuchará ahora que los nerazurros no fueron un rival de peso. Lo mismo que se escuchó el año pasado acerca de Olympique de Lyon, Bayern de Munich, Manchester United, Sevilla o Real Madrid. Pero algún mérito habrá que conceder al Barcelona. Porque un equipo en el que cada jugador toca, se mueve y se vuelve a ofrecer para recibir nuevamente el balón es muy difícil de defender. Y eso es lo que hizo ayer el Barça contra los italianos y lo que hizo también en el pasado reciente contra todos los equipos antes mencionados. Jugar al fútbol según el libreto de Guardiola. Los goles del cabecilla Gerard Piqué y de Pedro, que golpeó al balón con toda la ilusión de la juventud –expresión acuñada por Alfredo Martínez, ¡grande!-, son lo de menos. Con el 2-0, el Barça sintió plasmada su superioridad y levantó el pie, pero si no hubieran sido esos los goles hubieran sido otros. La gallardía de Sergio Busquets en la zona ancha y la constante percusión de Alves por su costado son también sujetos dignos de mención. Incluso la solidaridad de Henry debe ser elogiada.

Y ahora queda hablar del protagonista real del encuentro. Y digo real porque a fin de cuentas, pasara lo que pasara, todo el mundo acabaría hablando de él. Y así fue. Porque hasta Mourinho, discreto y extrañamente comedido, pasó desapercibido. Pero para desgracia para el fútbol, para demostrar la incapacidad de la mayoría de la masa culé una vez más y para dejar en evidencia a los oportunistas que sólo quieren polémica, Eto’o fue protagonista para que se hablara mal de él. Que si vino con la camiseta del Barça debajo, que adónde va dando besos a todo el mundo, que no hizo nada en todo el partido, que si al final del partido estaba concediendo una entrevista a la televisión sonriendo y abrazado a Gerard Piqué… la lista de improperios es interminable. Y es que la realidad es que al africano forma junto a Guti, Raúl, Cristiano Ronaldo, Beckham o Ronaldinho y alguno más ese grupo de futbolistas a los que criticar es una tarea a la que todo el mundo se apunta. Y es que, ¿qué haría usted si volviera a la empresa donde estuvo cinco años trabajando, conoció a tanta gente que le marcó, fue feliz e hizo feliz a tantas personas? Eso por un lado. Por otro, el rendimiento deportivo del camerunés. No hizo nada, quizá sea verdad. Quizá sea verdad para aquellos que consideran que si un delantero no mete un gol no es nada. Y Eto’o es un goleador. Un goleador al que ayer no le llegaron balones en condiciones –y quizá es ahí donde habría que ensalzar la figura de Xavi e Iniesta-. No sé que partido vieron ustedes, yo sólo sé que en el minuto 80, con el partido ya perdido para el Inter, Samuel aún presionaba la salida de balón del Barcelona. Eso sí, más solo que la una.

El cambio ya está hecho. Eto’o ya es pasado. Y Zlatan, su recambio, todo un jugadorazo. Pero por favor, no olvidemos a quien nos ha hecho tan grandes. En 2004, con la llegada de Samuel, el Barça lucía en sus vitrinas una solitaria Copa de Europa. A su marcha, el pasado verano, lucía tres. Dos más. Una en 105 años y dos en 5. Y no es que él sea el único responsable. Aunque sí que es el único denominador común junto con Valdés, Puyol e Iniesta y alguno más –aunque Xavi no jugó en París, recuerden- de ambas consecuciones. Sin las paradas de Víctor, la tenacidad del de la Pobla o la clarividencia que aporta el manchego tampoco habrían sido posibles las dos orejudas. Pero mami, algo será lo que tiene el negro.

Una vez más el fútbol ha demostrado su grandeza. Siempre dejando lugar a todo tipo de preguntas, comentarios y deseos. Eso sí, después de un partido, se pueden desmontar los vaticinios más indudables, y quien dijo digo, ahora dice Diego. Fíjense que se ha llegado escuchar que tras el partido de ayer, ¿no será que Messi e Ibra sean quizá el problema? De chiste. Sin duda, lo que siempre sucede es que el balón deja al descubierto la cruda realidad. A todos los niveles.

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lunes, 2 de noviembre de 2009

Benzema y Chygrynskyy se ganan el patíbulo

Por Cristian Naranjo

Mientras Benzema comenzaba a esconderse de sí mismo en el Bernabéu, el clásico tono del Plus daba cuenta de lo ocurrido en Chapín. El 'Trueno de Zenica' ─gran Relaño en este caso, aunque últimamente parezca un casquero─, adelantaba a un Sevilla low cost con un gol 'excelso', de imposible planteamiento para el inmaduro francés. A estas alturas los antecedentes no dejan lugar a dudas: los buenos eran Negredo y André-Pierre Gignac.

Tras quedarse con diez en una decisión surrealista de Lahoz, el Madrid volvió a la Guerra Santa, a la épica griega, sin tapujos ni disimulo. Sin sonrojarse. Y en ese tipo de escenarios, Higuaín se maneja como Eneas. El artillero argentino ─aunque de nacimiento también francés ─, mandó al cajón las dos bolas de que dispuso en ventaja, resolviendo así el partido y lanzando al Getafe a la lona, que se presentó mustio en Concha Espina, dispuesto a encajar, no pegar y arrojar la toalla pese al favor arbitral. El segundo balón al 'Pipita' ─que va camino de 'Piponazo', como su abuelo─ se lo entregó Benzema en una contra, única faceta en que luce el lionés. Tras dos meses de competición, otra evidencia palpable es la jerarquía de la delantera blanca: Higuaín, Raúl, Benzema. Ese debiera ser el orden, nunca al revés, pero sucede que en el Madrid el mandamás es el sacerdote y no el ingeniero. La titularidad de los nuevos galácticos no se discute; es el decreto que da forma a la doctrina del ser supremo.

Con una plantilla configurada a marchas forzadas, a base de nombres conocidos pero inconexos, el equipo merengue vive instalado en un oxímoron irresoluble: presidencia, afición y entrenador aspiran a ganar trazando triángulos, a encandilar, y sin embargo sus geómetras tienen querencia por las líneas de fuga. Entre Alonso, Lass, Kaka', Guti y Granero, toda una escalera de color, sigue sin hallar el técnico ni a Pitágoras ni a Brunelleschi. Los cinco se quedan a las puertas de la matemática y la arquitectura, mientras que sí dominan todas las fórmulas del contragolpe.

Semana a semana ha ido quedando al descubierto que tanto Kaka', como Granero y Guti, son media puntas por naturaleza, lo cual puede extrañar pero no sorprender, dado que la posición de trequartista es al soccer lo que la del quaterback al fútbol americano: la más golosa de todas las posibles. La consecuencia es que sobre el campo se solapan, se desdibujan y no acaban de enlazar. Quedan Lass, demasiado alborotado como para marcar el ritmo, y Xabi, teóricamente el más dotado para la elaboración, pero que vive en la praxis a veinte metros del área y no a cinco; primero porque no tiene un socio de inicio de jugada ─que bien podría ser Gago─, y segundo por la costumbre adquirida tanto en Liverpool como en la 'Roja' de ejercer de ancla más que de manija. Mientras el petirrojo de Donosti no se decida a soltar amarras, el Madrid seguirá sin encontrar discurso.

El silbido final en Chamartín sirvió de transición hacia Pamplona, donde Osasuna esperaba con largos cuchillos al líder. Arrancó sólido, ambicioso y reconocible el Barcelona, pero pronto cedió terreno, presencia y buena parte del balón ante el brío de los de Camacho, que cuajaron un partido digno de elogio, cimentado en un primer tiempo de altura y en que jamás se deshilacharon en el segundo, cuando el Barça se adueñó de la noche. Con todo, el campeón se hubiera llevado los tres puntos con justicia de no ser por Rubinos. Y por los errores propios, todos ellos de bulto y protagonizados por los centrales suplentes. La acción donde Ibrahimović se escapaba al galope no requiere más comentario.

En cuanto a la 'Dormita di Márquez', como titulaba La Gazzetta dello Sport, fue de jaula, por el coste que supuso y por reincidencia. A lo largo de su trayectoria en azulgrana, el mejicano ha acumulado una extensa lista de pájaras, varias de ellas de juzgado. No obstante, lo que alarma no son tanto sus errores puntuales como el precario estado de forma en que se encuentra. A su mejor nivel, Márquez también sufría similares desconexiones ─'burritos', según Rac1─, pero sus enormes y genuinas virtudes lo exculpaban. Es el capitán de la 'Tri' un futbolista tan fino como temerario, y que por tanto exige una puesta a punto, más que perfecta, pluscuamperfecta. Pero en cualquier caso Rafa Márquez sigue siendo un defensa señorial y recuperable a todas luces.

Si el sesteo del central fetiche de Guardiola fue grave, lo de Chygrynskyy, que pasa por ser la otra niña de sus ojos, fue como para simular un accidente de madrugada. El técnico hubo de sustituirle porque se avecinaba la roja después que Aranda, un delantero suburbial de trayectoria humilde, se añadiera al grupo de 'Yo también he roto a Chygrynskyy'. Aunque los medios catalanes escurran el bulto, nadie en Barcelona acierta a concebir cómo un futbolista tan torpe, plomizo y gélido pudo enamorar a todo un cuerpo técnico, en bloque. El ucranio es algo más que disminuido: presenta encefalograma plano en comparación con la joyería de Piqué y el alto voltaje de Puyol. Inexpresivo, melenudo y lánguido como un sauce llorón, el ucranio pide a gritos apelativos como 'Jesucristo Superstar', 'Androide C-21' o 'Yo soy Sam'. En realidad, lo que demanda con fervor es subirse al patíbulo.

En definitiva, extrapolado todo a lo estadístico, la tabla dice que pese a los brazos caídos de Benzema, con las solventes victorias de Sevilla y Valencia en territorio andaluz, y gracias a centrales de cuyo nombre Cervantes tampoco querría acordarse, el campeonato se estruja más que nunca. Habemus Ligam.
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