miércoles, 28 de julio de 2010

Menos dos alas*

Por Cristian Naranjo

29 de octubre de 1994. Raúl en juventud; la efeméride del debut: vestido de Kelme berenjena, las Lotto Stadio como garfios, y esa adolescencia tan bien puesta, tan madura, como adelantando el albor de lo que estaba por venir. Su actuación en la Romareda no fue más que el primer esbozo del artista. No marcó. Se dedicó a cosas mejores: perder la vergüenza que nunca tuvo y trazar el contorno de su destino.

Tenía sólo diecisiete años, pero hacía varios cursos que Raúl González Blanco se sabía el primero de la clase. Aunque guardara silencio. Nunca estuvo a la altura del resto en gimnasia, pero dominaba como pocos el arte de la alquimia. Como uva de la vieja parra, nació con el gen de la veteranía incorporado. Bendecido desde aquella noche en Zaragoza y llamado a mayores escenarios, todo su fútbol de alambique pasó a descansar, en cambio, sobre un principio más simple: Raúl siempre fue discípulo y maestro de sí mismo. Capitán y grumete al mismo tiempo.

Vino tinto, Bodegas González. Tan Gran Reserva del fútbol como enemigo del primer plano. En rueda de prensa, comparecían las cifras de su cosecha. Lejos de ser veloz como un cóndor, toda una biblia del contraste, para volar jamás requirió de vanidad ni prepotencia. Como el poeta González al que Sabina le canta, se ha mantenido a flote con los pies en tierra. Como un ángel menos dos alas.
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*Menos dos alas – Joaquín Sabina (Vinagre y Rosas, 2009)
http://www.youtube.com/watch?v=eeZAQJXoHAw

domingo, 18 de julio de 2010

Un lince para las bandas del Barça

Por Cristian Naranjo

Adriano Correia. Contrastado, joven -25-, rápido, físico, técnico, polivalente... Y ambidiestro. Junto con Filipe Luis y Coentrão, lo más parecido que había en el mercado a Dani Alves para el ala izquierda. Dijo Rosell antes de ser presidente que una de sus prioridades deportivas era reforzar los laterales. Y no ha tardado en hacerlo. Me aventuro a pronosticar que, pese a su pérdida de protagonismo en Sevilla, le venderá caro el puesto a Abidal, además de mandar a Maxwell al fondo del ropero.

A priori encaja a la perfección con el retrato robot que busca Guardiola: talento, compromiso y adaptación al sistema. Por otro lado, mi sensación es que el fichaje de Adriano complica la llegada de un extremo y pone en cuarentena la de Cesc. El nombre de Mata se ha silenciado y Robinho ya no ocupa portadas. Por desgracia, Arshavin y Elia, tampoco. La prioridad absoluta pasa a ser Fàbregas; pero la guita escasea, y el Arsenal está en plan Rebeca: duro de pelar.

Por ahora el nuevo Barça emite buenas vibraciones, aunque el vacío de Touré, pérdida notable, aún está por cubrir.
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viernes, 16 de julio de 2010

Sudáfrica 2010: España encuentra su primera estrella. Así se hizo.

Un reportaje de Cristian Naranjo

3 de julio. Sábado noche. Acabábamos de liquidar, no sin apuros, a la incómoda Paraguay de Gerardo Martino. 1-0. Gol de Villa en el 81'. En el 58', Casillas paró un penalti. Era momento, pues, de festejar el pase a semifinales, hito histórico de la selección en los mundiales. Pero, cómo celebrar algo tan preciado, cuando se tiene tan cerca y a la vez tan lejos. Cómo recaer en la trampa de soñar despierto, tras casi un siglo mordiendo el polvo. Cómo calcular las distancias, la medida de las pulgadas, cuando el terreno es ajeno a lo humano. Por qué beberse la pista de baile a martillo –me preguntaba–, si al fin y al cabo no existen en el fútbol los cimientos; si nadie paga luego la cuenta de doña decepción y don remordimiento.

Como todos los juegos que molan, el Mundial está lleno de castillos en el aire y puertas secretas, que conducen a princesas que siempre se llaman Daniela. Ni siquiera Super Mario, en el tajo desde el '81, tiene respuesta a tanto acertijo. En cuanto a mí, a cuatro noches de batirnos con Alemania, preso de la sed de estrellas, no se me ocurrió nada mejor que tratar de adivinar lo que estaba por venir. Error. O no. Todo depende de quién sea el coyote, y quién el correcaminos.

Lo primero en que pensé fue en la frase de Maradona que rescaté de por ahí: "Siempre queda una pelota para la epopeya". No cabía esperar menos de un duelo contra la todopoderosa Die Mannschaft –'el equipo'–, que llegaba a la cita como flamante sensación del torneo y con la robótica mejorada respecto a 2008. Es cierto que Joachim Löw perdía por sanción a Thomas Müller, su Mazinger Z particular, pero a esas alturas de campeonato si algo había demostrado la selección germana era la fiabilidad del conjunto de su ingeniería. Competitiva por naturaleza, acostumbrada a verse entre las cuatro mejores, para Alemania disputar una 'semi' –onceava en su historia– era como un día más en la oficina.

De España, más cerca que nunca pero lejos todavía de alcanzar su estrella supernova, esperaba todo lo mejor. Desde el revolcón frente a Suiza, el rendimiento de 'la Roja' dibujaba una curva que invitaba al optimismo. A la confianza. Y a la fe. Esperaba que Casillas se cosiera las alas; que Ramos hiciera de su banda un cortijo; que Piqué y Puyol electrificaran el perímetro a su espalda; que Capdevila, arriba y abajo, continuara pintando su cerca; que Busquets siguiera siendo el jardinero fiel; que Xabi Alonso liberara más palomas mensajeras; que Xavi Hernández marcara la sístole y diástole del partido; que Iniesta fuera Iniesta; que Villa tampoco desayunara ese día; y que Torres, desangelado hasta el momento, volviera a ser el cazador elegido: la voraz hambruna del coyote, junto a la rapidez del correcaminos.

Finalmente, el destino de los sucesos es tan esquivo al pronóstico que el 'Indio' Torres apenas tuvo 25 minutos más en el resto del torneo. Se acabó imponiendo el fulgor de Pedrito. Y en contra de cualquier apuesta previa, el hombre del día resultó siendo el jugador más defensivo; el menos técnico y goleador. Ironías del fútbol. Una más. Guiño a todos aquellos centrales del corte de Puyol: melena, casta y corazón. Sin nada más… Y nada menos. Imposible ganar sin jugadores así.

En la misma línea, para la historia quedará otra mágica contradicción: España conquista el trofeo siendo, con mucho, el campeón con peor número de goles a favor –8–. Tampoco nadie había obrado el milagro de superar los cuatro partidos definitivos sin encajar ninguno. La memoria de millones de aficionados se encargará de resolver el aparente sinsentido: aquel equipo –se ensancharán al decir– defendía como ningún otro. Tenía grandes defensas; Piqué, Puyol y Ramos eran extraordinarios. Pero el mejor defensor de todos… Era Xavi.

Todavía una paradoja más: el gol definitivo no lo fue a marcar precisamente el tipo con mejores registros. Ni siquiera un delantero. Perteneciente al gremio de corte y confección, Andrés Iniesta suele jugar sin demasiadas balas en el revólver. Renegar de los disparos al aire, su particular modo de afinar puntería. Acostumbrado a actuar como centrocampista puro, su labor principal consiste en enhebrar la aguja; casi nunca en dar la última puntada. El arte del gol requiere altas dosis de egocentrismo y voracidad de escenario. Liturgias. Nada que ver con Iniesta, que perfeccionista por definición, se reconoce más en otras facetas del juego que en el disparo. Como si le supiera a poco eso de firmar la obra; siempre más cerca del proletario que del artista endiosado.

Hubo una noche, en cambio, en que el manchego aprendió el valor del último minuto y le encontró el lado bueno al hecho de no malgastar munición. Fue un partido terrible en Londres, en un pisadero llamado The Bridge. En el Soccer City de Johannesburgo, final de la Copa del Mundo, la situación tampoco era la mejor. Ya no se oía una vuvuzela, síntoma de que se acabaron las bromas. Tras 115 minutos al límite del reglamento, la Holanda de Van Marwijk estaba a punto de dejar en nada el enorme despliegue de 'la Roja'.

Demasiadas agresiones soportadas. Excesiva tensión acumulada. Frustración. Rabia contenida. Estaba en juego la honra de centenas de ex futbolistas. De millones de aficionados. La selección quería y creía, pero el tiempo se escurría en cada ataque perdido. Casi a caballo del delirio, asomaban ya los temidos penaltis. Con menos de cinco minutos por jugarse, a España le quedaba una sola baza: percutir la zona de Mathijsen, hecho unos zorros y absolutamente desbordado desde la expulsión de Heitinga. Con Xavi, Fàbregas, Iniesta y Navas, cuatro formidables pasadores a su servicio, el 'Indio' Torres debía tener alguna opción de remate. El segundero apretaba, pero 'la Roja' seguía creyendo. Sinatra tenía razón: lo mejor estaba por llegar.

Descarado como casi nadie hasta entonces en Holanda, Eljero Elia se aventuró a penetrar en terreno vedado. Eléctrico, trató de colarse entre Fàbregas y Ramos. Sólo se vive una vez. Ese balón perdido acabó en botas de su equivalente en España. Jesús Navas se fue hacia arriba con el galopar propio de un potrillo. Su mérito fue convertir, con su alocado sprint, la jugada en contraataque. A partir de ahí, la embestida cobró sentido. Apareció Iniesta en la jugada, que cedió de espuela para Cesc. Éste trató de abrir de primeras hacia Torres. El pase lo interrumpió por un instante Robben, pero ya sin fuerzas para nada. Navas llegó para descargar en banda, donde a pierna cambiada el 'Niño' intentó un centro imposible, destinado a morir en la orilla. Por suerte, a esas alturas de la jugada, tras 20 segundos de achique a contrapelo, en la selección oranje ya nadie sabía quién actuaba de central zurdo. Van der Vaart pasaba por allí. Con un despeje horrible, se convirtió en el autor del penúltimo pase.

80 años y 19 Mundiales después, el balón de los balones cayó a pies de Iniesta. Lejos de ser el ariete del equipo, algo sí estaba asegurado: lo gestionaría con cabeza. Jamás sabremos qué pulsaciones marcaba en el momento del control. Tampoco importa demasiado. Sabemos que la bajó con la clase que define a esta selección, y que el remate llevó la furia de los antiguos.

De apariencia frágil, a la hora de la verdad, cuando las cosas se pusieron realmente feas, a Iniesta no le tembló el gatillo. Conocía el valor de esa pelota. La pelota de la epopeya. En el tambor, una sola bala. Cosido a patadas, sin tiempo para sudores fríos, llegó el momento de la descarga. Pocas cosas tan sanas, tan épicas y justas, como la venganza deportiva. Al final, Andrés Iniesta no tuvo elección: el destino se citó en sus botas. A sangre fría, honorando para siempre a Luis Enrique, disparó con plata de primera ley contra el pecho de Stekelenburg. Galvanizado en ese proyectil, el argento de la Eurocopa trajo consigo el oro bruñido en siglos por Jules Rimet. Faltaban estrellas al sur de la ciudad. También al este del edén. Pero a partir de Iniesta será distinto. Por fin descansa en suelo español el Santo Grial del fútbol. La copa amarilla, madre de todos los trofeos, nunca estuvo en mejores manos. El mundo estrena firmamento, color rojo enamorado.
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lunes, 5 de julio de 2010

O maior espetáculo da Terra

Por Albert Valor

Que el titular de este post sea en portugués no es casualidad. Y Dunga debería darse por aludido. Es el brasileño un tipo que decidió ir a morir con sus arcaicas ideas a cambio de serle infiel a la pelota. Recibió señales, pero no hizo caso. Este deporte, tran grande, tan injusto, tan justo, castiga a veces a los vulgares. ¿Y Argentina? Fue, simple y llanamente, víctima de sí misma y su desproporcionada confianza en que los hados se encargarían de todo. Maradona lo fió todo a la magia, y los argentinos, todo a Maradona. El Pelusa fue víctima de su propia leyenda. Una vez más. Para ganar un Mundial también hace falta fútbol. Incluso Italia tenía a Pirlo en 2006. La eliminación de ambas sin duda restará embrujo a la cita, pero quilates, ni mucho menos.

En un Mundial que casi siempre olió a sudor y a miedo, se nos sirve ahora la mejor parte. Si hablamos de la selección española, el gol a Paraguay nos debería servir como ilustración. La victoria se gestó en la sala de turbinas, entorno al triángulo mágico. Iniesta para Busquets, y éste entrega a Xavi, que devuelve a Iniesta. Todo en un par segundos. Ahí, el manchego rompe las líneas de presión y ya lo fía todo a la pólvora. A partir de entonces, Pedro, los palos y Villa -sobre todo Villa- se encargaron de concluir. Qué fácil es el fútbol cuando se juega a flor de piel. Sintiéndolo. El rendimiento de España está donde los expertos, casas de apuestas y demás la colocaban en las quinielas previas. Lo curioso es que no ha llegado explotando las armas que la hicieron temible. El poder de ruptura de Iniesta entre líneas ahí está. Los goles de Villa, también. Busquets se ha erigido como un Senna de tez blanca. Y Xavi sigue siendo la autoridad. Hasta Casillas ha recuperado su aureola. Sí. Pero falta mermelada. El mejor partido de España debería estar por llegar. Y la dulzura. Y el gol de Torres. O el de Pedro. Que así sea. Esperaremos con gusto el desenlace.

Mientras, hemos entendido que España juega ahora a soplos. Durante el resto, se dedica a competir. Veremos si alcanza. Lo que ‘la Roja’ ya ha entendido es que el castillo está tras la zanja. Para rescatar a la princesa ya sólo le hacen falta dos acometidas más. Pero se precisará de toda la artillería. Arietes, arcos y flechas. Incluso morteros. También dagas. Y no se deberían descuidar los yelmos. Nunca una fantasía estuvo tan cerca.

Quizá la mayor traba que el destino y sus avatares le han tendido a la Selección es que el resto de candidatas también tienen cuentas pendientes con la historia. Empezando por Alemania. Tres veces campeona del mundo. Pero otras tantas o más finalista. Los teutones han jugado más finales que Brasil y en más de la mitad de las ocasiones la fortuna miró hacia otro lado.

Y qué decir del otro lado del cuadro. Los oranje, siempre icono del fútbol de etiqueta –excepto en esta competición- perdieron dos finales en los setenta cuando tenían uno de los mejores combinados que ha dado este deporte. Y Cruyff, Resenbrinck, Rep, Krol y los demás mecanizados saben que la tropa del especulativo Van Marwijk puede saldar la deuda. De momento ya dejaron a Brasil en la cuneta. Aunque su destemplada defensa podría ser su mayor enemigo, la dupla Van Bommel-De Jong -tarugos para algunos, imprescindibles para otros- ayudará a cerrar el candado.

Luego, y para terminar, está Uruguay. Puede que el equipo con más mística del campeonato. Sobre todo ahora que la Argentina del Diego dijo adiós. Los charrúas no asomaban por aquí desde hace décadas. Y su manera de acceder a la penúltima ronda conduce irremediablemente a la lírica. Se habló de EEUU, Serbia o Costa de Marfil. Pero nada de eso. La auténtica tapada de la competición es Uruguay. ¿Se habrán aliado los planetas para que el ‘paisito’ complete otra gesta en la Copa del Mundo?

Cada cuatro años, el fútbol nos brinda un regalo. Sentémonos ahora frente al televisor y disfrutemos. Lo mejor está por venir.

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sábado, 3 de julio de 2010

El gol de Abreu

Por Cristian Naranjo

Francamente, hubiera preferido escribir estas líneas bajo el título de 'La estrella negra'. Pero no pudo ser. Un indio, un pirata, un tatuado, un bohemio, un romántico, un tarado... Un loco, en definitiva, casi tan loco como un servidor, lo puso todo patas arriba.

Ghana se adelantó en el marcador con ...un zurdazo que Sulley Muntari merecía más que nadie; máxime teniendo en cuenta que bajo el arco estaba un felino como Muslera. Y es que, pese a proclamarse tricampeón con el Inter, el todoterreno ghanés no ha contado demasiado ni para Mourinho ni para Rajevac. Por cuestiones de indisciplina, dicen. Todo lo contrario que Diego Forlán, que lleva más de un lustro rozando la sobreexplotación. Si para Muntari hacer gol es noticia, se diría que para el 'Cacha' es rutina. A nadie sorprende ver a un rubio en portada. Todos saben que Forlán juega con arco y flecha.

Con el 1-1, el partido se fue espesando al compás del miedo. A Uruguay no suele importarle demasiado. Como toda selección sureña, se hace fuerte en periodos de entreguerras. Tanto es así que entregó toda la prórroga al destino, quién sabe si soñando ya con los penaltis.

Minuto 121. Ghana encontró premio a su fe segundos antes de sonar el gong. En un remate a quemarropa, el pigmeo Suárez puso las manos allí donde no le alcanzaban ya ni la estatura, ni el corazón. En ese instante, con todo un estadio encendido y un continente pintado a tres colores, nada debía evitar el gol de Asamoah Gyan. Él debía ser la estrella negra de la bandera. Pero no. Muslera la vio pasar... Y el larguero la escupió, casi con desdén, alertando quizá de lo que nadie vio: la invalidez de la jugada. En el primer remate que saca Suárez con los pies, Appiah viene de fuera de juego. En fin...

El desenlace de lo ocurrido es de dominio público. Gyan llegó tarde a meterla por la escuadra... Y el 'Loco' Abreu me dejó sin habla. Si alguien me preguntara, alguna vez, por cómo quisiera morir, le diría sin pensar: "Con la edad de Cristo, lleno de tatuajes y el 13 a la espalda, todo chulería, pateando con poética comba zurda el penalti definitivo de mi selección en un Mundial. Sé de alguien que lo hizo y además pudo contarlo. Era uruguayo. Se hacía llamar W. S. Abreu G. Estaba loco de remate, pero era la puta bomba".
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Simpatía por Badia

Por Cristian Naranjo

Poco brillante, dicen algunos. ¿Disculpen? Fíjense si es técnico, y hasta qué punto está seguro de ello, que se permite recortes propios de un mediapunta en posiciones defensivas. Y lo mejor es que el 80% de esos regates los hace con sentido. Recordemos que el regate corto es la forma más rápida de saltar una línea de presión. Evidentemente, no es la más segura. Pero ocurre que a Busquets, de cada 10 que intenta, 6 le salen de cine y 3 acaban en falta. Y ese balón que pierde es el margen de error que se puede permitir jugando por delante de la defensa y teniendo detrás a Puyol y Piqué.

Ante todo, dejo claro que yo fui escéptico durante buena parte de la primera temporada de Pep, porque lo consideraba un mediocentro puramente defensivo, y para eso me gustaba más Touré ─indiscutible futbolista─, o el equilibrio y llegada de Keita. Con el tiempo, Busquets ha demostrado galones para ser titular en cualquier equipo del universo... Que pretenda jugar a fútbol ─que, en el fondo, son muy pocos─.
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viernes, 2 de julio de 2010

'Dinamita' Villa

Por Cristian Naranjo

El 'Guaje' Villa siempre tuvo la ambición como sexto sentido, la avaricia como tercer apellido y el amor propio como camino. Era de esperar que no se arrugara en el Mundial. No lo haría ni compitiendo frente a todo el Sistema Solar. Si alguna vez te ves en problemas, busca la uve en tus contactos. Allí estará Villa, dispuesto a mancharse las manos.

PLF Vintage...
Junio de 2008. Suecia-España. Eurocopa, Primera fase:
http://piensoluegofutbol.blogspot.com/2008/06/david-ambicin-villa.html

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