viernes, 26 de diciembre de 2008

A ver si aprendemos

Por Albert Valor


Es la primera vez que vivo en directo el Boxing Day, puesto que nunca he tenido plataformas digitales para poder seguir fútbol internacional. Ahora, gracias a Teledeporte, ese magnífico canal propiedad de TVE que ha adquirido los derechos de la Premier y del Calcio y que podemos disfrutar ya todos gracias a la TDT, visualizo regularmente muy buenos partidos de fútbol.

Pero a lo que ibamos. La primera vez que veo dos partidos seguidos de nivel en plenas fiestas navideñas me ha servido para hacer un ejercicio de meditación. A los verdaderos enfermos de fútbol, a los que queremos goles a todas horas, esos que nos conformamos con una bicicleta bien hecha y hasta con un paradón cuando nos vemos en medio del desierto de los parones ligueros, no nos agrada que el fútbol descanse. Ni en Navidad. Incluso cuando acaba el último partido del domingo, ya queremos que sea martes para poder disfrutar de la Champions, y cuando vemos la final de un Mundial o una Eurocopa deseamos que pase ese infumable mes y medio hasta que comienza la siguiente temporada lo más rápido posible.

Evidentemente, tanta sobredosis no es posible, pero de momento me conformaría con adoptar las costumbres de la Premier League. Cierto es que allí el fútbol es una tradición, casi una religión, y en un día como hoy, Boxing Day allí y San Esteban en mi tierra, acabar la comilona y sentarte delante del televisor para ver saltar al césped a todo un Liverpool repleto de españoles y luego disfrutar de un duelo de nivel entre Aston Villa y Arsenal es, desde luego, gratificante. Sobretodo si uno de los contendientes remonta un 0 a 2 en la última fase del partido, con gol incluido en el descuento. Máxima emoción hasta el final. Para los futbolistas, la jornada es de todo menos festiva.

Lo cierto es que la sesión futbolística del Boxing Day coincide con la fecha dedicada a la solidaridad y a los actos benéficos en el Reino Unido. Además, antiguamente, a finales del siglo XIX y principios del XX, el 26 de diciembre era el único día del año en que el servicio doméstico libraba. Los trabajadores guardaban sus aguinaldos en cajas -boxes en inglés, de ahí el nombre de la festividad-. Pero lo que más les reconfortaba era poder ir con toda la familia al estadio a disfrutar del fútbol.

Pero ese contexto histórico que aquí no tenemos no debe ser una excusa para que en nestra liga no sea así. También en año nuevo o el día de Reyes –días festivos casi universales- se juegan partidos en Inglaterra, y por ejemplo, este año se disputarán más de cincuenta encuentros durante las fiestas. Creo que con el simple hecho de no hacer un parón de dos semanas muchos ya se conformarían. Porque hay algo que no debemos olvidar. Si todos los que componen la burbuja del balompié son lo que son y cobran lo que cobran –no sólo los futbolistas, también los árbitros, entrenadores y directivos- es gracias al espectador. Y éste es siempre el más perjudicado.

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viernes, 12 de diciembre de 2008

No hace falta decir nada más

Por Albert Valor


Con el clásico de los clásicos a la vuelta de la esquina me viene a la cabeza la figura de un tipo peculiar que se lo perderá in extremis. Todos fuerzan para jugar un Barça-Madrid, algunos incluso juegan lesionados -acuérdense de Ronaldo en el 0-3 de hace tres años-. Pero Bernd Schuster -no Bernardo, por favor- no. Él ha preferido perdérselo. Decíamos hace un mes en PLF que, al igual que su actual sustituto Juande Ramos en su aventura inglesa, los jugadores podrían hacerle la cama. Pero no ha sido así. La cama se la hizo él mismo. Buen chico.

Puede que en este año y medio que ha pasado dirigiendo al Real Madrid, el alemán haya perdido todo el crédito que había forjado en otros banquillos más modestos, en los que siempre apostaba por un fútbol atrevido –quizá sus etapas en el Shaktar y en el Colonia sean las más discretas-. En su etapa en el Xerez, el conjunto andaluz estuvo un par de temporadas aspirando al ascenso hasta el último suspiro con los pocos mimbres de que disponía. Después vino su temporada en el Levante, sólo empañada por un presunto arreglo en un partido contra el Barça en el que el reparto de puntos daba el título a los culés y los granotas estaban presuntamente salvados. Pero Schuster fue destituido a la jornada siguiente, lo cual no evitó que los valencianos descendieran. De su etapa en el Getafe sólo se tienen buenos recuerdos. Tanto él, como el presidente, los jugadores y la afición recordarán durante muchas tardes lluviosas aquel maravilloso curso. Al sur de Madrid se ganó definitivamente una reputación. Haciendo un buen papel en la liga, llevó al equipo por primera vez en su historia a una final de Copa tras endosarle un 4-0 al Barça en las semifinales.

Después llegó lo que todo el mundo conoce como al habitual Schuster. No sé si será el verdadero, pero sí el habitual durante estos últimos 18 meses. La primera perla de su repertorio llegó tras un partido contra el Sevilla en el que los merengues perdieron 2-0 y Ramos fue expulsado –otro hábito, por cierto-. Tras ser preguntado acerca del partido, Bernd pregunto retóricamente: “¿De dónde es el árbitro?[En referencia a Álvarez Izquierdo, trencilla del colegio catalán] No hace falta decir nada más”. Del mismo modo, tras una derrota en Bremen, afirmó que él era “un alemán muy andaluz”, como dando a entender que su salero hacía más agradable su mal humor y que noches como las que dejó plantada a la prensa en el Colombino no se debían tener en cuenta. La verdad es que esa temporada, sus rabietas quedaron en un segundo plano ya que gracias a la trayectoria del equipo y a los favores de sus rivales, el Real Madrid se proclamó campeón con un merecimiento innegable y una ventaja abrumadora, pero el juego brillante que anunció a su llegada el teutón nunca terminó de llegar.

Los problemas empezaron a llegar en verano, cuando la falta de fichajes alteró sus nervios. Aunque el nacimiento de su hija Victoria endulzó un poco toda la hiel que le empezaba a invadir, Schuster estaba cada vez más incómodo ante los medios, incluso tras un partido en agosto se marchó de una rueda de prensa diciendo que estaba cansado y que se quería ir a casa. Sus salidas de tono fueron normales mientras avanzaba el campeonato, incluso negó antes de un partido contra el Athletic que conociese a Álvarez Izquierdo. La doble derrota contra la Juve, la inoperancia en el José Zorrilla o el presunto distanciamiento con Raúl hicieron que cada vez se le viera más a disgusto en el banquillo, como si se quisiera quitar de encima el peso de ser entrenador blanco. Y el principio del fin llegó hace dos jornadas, cuando tras un partido ante el Getafe declaró que la derrota –por 3 a 1- no le dolía ya que en ningún momento nadie en la plantilla había pensado que podrían ganar el partido. Y el pasado domingo, decidió ponerse el mismo la soga al cuello para que Mijatovic sólo tuviera que apretarla. Se le ocurrió decir, en la rueda de prensa tras el partido contra el Sevilla, que en el Camp Nou no era posible ganar. Él mismo pidió la cicuta. No hizo falta decir nada más.

Se va un tipo de los que hacen falta en el planeta fútbol, ya no por su sapiencia futbolística –nunca le he visto ganar un partido con un planteamiento táctico o moviendo el banquillo en su etapa en Chamartín- sino por la salsa que aportaba en los terrenos de juego y en las tertulias. Incluso algún programa de televisión le ha caricaturizado. Bernd Schuster se va de momento al paro. Él mismo provocó su cese. Era la crónica de una eutanasia anunciada.


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martes, 9 de diciembre de 2008

Tipos con cartel

Por Albert Valor


Cuando hace poco más de tres horas veía en directo la presentación de Juande Ramos como nuevo entrenador del Real Madrid, han venido a mi cabeza diferentes personajes del mundo del fútbol. Victor Muñoz, José Mourinho, Martin Jol o Miguel Ángel Lotina, gente que como Juande Ramos pasa en el paro menos tiempo que el caldo en la mesa el día de Navidad. Tipos que por una etapa gloriosa, por una trayectoria respetable, o por tener un prestigio en los países donde han entrenado, siempre tienen ofertas encima de la mesa.

Por otro lado, resulta extraño que otros como Irureta o Camacho tarden o hayan tardado tanto en encontrar trabajo. Su experiencia, trayectoria y compromiso están fuera de toda duda, como las de los anteriores, pero unos pasan en la nevera más tiempos que otros. Puede que el quid de la cuestión esté en ese concepto que ha aparecido en los últimos años: lo mediático. Antes sabíamos que los futbolistas podían ser estrellas de la televisión e incluso hacer sus pinitos en el cine después de salir de la cancha. Pero por lo que parece, con los entrenadores sucede lo mismo.

Mucho se ha hablado –y se hablará siempre- del Sevilla de Juande Ramos. Esa etapa fue la que le llevó al éxito, tras buenos papeles como los desempeñados en el otro bando de la ciudad o en Vallecas y algunos más infaustos como su paso por el Espanyol o su descenso a Segunda B con el filial del Barça. Los nervionenes basaban su juego en dos bandas que eran dos espadas punzantes con Alves y Navas –también Sergio Ramos durante una época- en la derecha y Adriano y Capel –y el malogrado Puerta- en la izquierda. A eso unían una magnífica manija del equipo –hombres como Martí, Poulsen o Maresca llevaron el volante del equipo no sólo con buena brújula, también con poderío físico- y delanteros que siempre hacían goles –Kanouté, Luis Fabiano, Baptista o Kerzhakov-. Ese Sevilla ganó dos Copas de la UEFA, una Copa del Rey y dos Supercopas, la de España y la de Europa. Juande se erigió entonces como el técnico maravilla del fútbol europeo, junto a Benítez, Mourinho o Rijkaard. El caso es que el proyecto que lleva a un equipo de la segunda división hasta la cima no se construye en dos años, y poca gente se acordó de Joaquín Caparrós entonces. Jokin siempre ha sido tildado de follonero y amarrategui, pero su pasión y gusto por el buen fútbol siempre estarán fuera de toda duda para un servidor. Quizá sólo le falte ser mediático.

Pocos tuvieron conciencia de que el utrerano empezó a construir el castillo allá por 2001 cuando el equipo intentaba volver a la elite, introduciendo, entre otras cosas, el juego por las bandas como pierda angular del sistema de juego. En 2005, decidió coger las maletas y marcharse a La Coruña, dejando todo preparado para el éxito, como cuando nuestra madre nos cocina un delicioso asado y nos deja una botella de buen vino, se marcha al cine con papá y nos cede la casa para cenemos a solas con nuestra chica. El éxito, aunque también suyo, es a nosotros a quien más nos resulta. Eso le pasó a Caparrós, que hizo de mamá, y a Juande, que hizo de hijo. El Sevilla era el asado.

El último éxito en forma de títulos antes marcharse a las Islas fue la Supercopa de España, con la que le dio una movidita bienvenida a Bernd Schuster, al que ahora releva. En la Premier, Juande cogió un equipo que se hundía en el fondo de la tabla, puso a cada pieza en su lugar, y aún pudo alcanzar la clasificación para la UEFA y lograr otro título, la Carling Cup. Eso sí, cuando ha intentado construir un equipo que sea su imagen y semejanza en el campo, la cosa no le ha ido tan bien. Quizá por falta de tiempo, quizá porque una cosa es aplicar y otra crear.

El Tottenham no tuvo mucha paciencia con el manchego -tampoco sus jugadores-. Quizá sea por algo. Pero ahora otro coloso vuelve a apostar por él. Nada menos que el Madrid. La cosa empieza fuerte. El próximo fin de semana, visita al Camp Nou. Todo o nada. No será fácil para Juande, sobretodo porque ese juego de bandas con el que triunfó en Hispalis no será tal con los de Chamartín, por lo menos hasta que el Madrid fiche a un especialista para la diestra.

Y Schuster, de momento, al paro. Aunque atentos. Él es otro de esos tipos con cartel. Sí quiere, el paro le durará poco, seguro que menos que el finiquito.

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martes, 25 de noviembre de 2008

Melancólico Hleb

Por Cristian Naranjo

Sutil como un beso en la mejilla, laborioso como una hormiga, fresco como un helado, dulce como el caramelo y generoso como una ONG. Así es el juego de Aliaksandr Hleb, el hombre escogido por Beguiristain y Guardiola para suplir las vacantes de Ronaldinho y Giovanni Dos Santos en la banda izquierda. Hasta el momento, prácticamente nada se ha visto del de Minsk, por el que el Barça pagó 15 millones de euros. Así las cosas, son muchos los seguidores y periodistas que, desconocedores del potencial de Hleb, ya cuestionan su fichaje. Algunos se aventuran a comparar la compra del bielorruso con la posible adquisición de Arshavin, habida cuenta de que supuestamente el jugador del Zenit habría costado lo mismo que Hleb. Qué fácil es hablar desde el ventajismo. ¿Acaso alguien puede demostrar que el fichaje de Arshavin habría sido rentable para los intereses del Barça? Cuando Txiqui y Guardiola diseñaron la plantilla sabían lo que se traían entre manos. Al fichar a Hleb estaban fichando a un jugador ambidiestro, polivalente, trabajador, hábil en el uno contra uno y, sobre todo, experto en la asociación con el compañero −una muestra, el gol del 6-0 contra el Valladolid, donde tras trenzar con Messi cede a Henry para que éste marque a placer−.

El propio Hleb achaca su merma de rendimiento a la falta de adaptación. No olvidemos la cuestión del idioma, así como el cambio de sistema de juego −en el Arsenal, se situaba abierto a la banda en el 4-5-1 de Wenger−. Otro problema, quizá el más importante y difícil de salvar, es la continuidad. Hleb cuenta con pocos minutos en un frente de ataque −por no hablar de lo poblado que está el centro del campo, otra de las zonas que puede ocupar− donde tiene por delante a Messi, Henry e Iniesta. Precisamente, la lesión del de Fuentealbilla podía ser su vía de entrada al equipo titular. Sin embargo, el rendimiento de Hleb, por H o por B, no está siendo el esperado. Sin ir más lejos, este fin de semana, tras salir en el equipo titular frente al Getafe, fue sustituido en la segunda parte tras mostrarse inédito. Aunque en PLF no dudamos de su capacidad, nadie puede saber hasta dónde llegará la trayectoria del bielorruso en el Barça. Se espera que tras el periodo de adaptación su juego mejore −aunque sin continuidad será difícil−. De lo contrario, se unirá a la lista de jugadores como Zambrotta, Henry, Abidal o Keyta: auténticos señores de la hierba a su llegada, reducidos a simples jovenzuelos al pasar por el Camp Nou. Un mal endémico de los equipos grandes.

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lunes, 24 de noviembre de 2008

Ya lo decía Guardiola

Por Albert Valor

Pep Guardiola declaró hace unos días en rueda de prensa, preguntado sobre la crisis del Real Madrid, que él no estaba para tonterías, que contaba con los blancos en la lucha por el título hasta el final. Y no es que estemos al final, pero este Barça implacable, su Barça, que esta jornada debía coger ventaja antes de los duelos que den la medida real de cada uno de los contendientes, durmió anoche a sólo tres puntos del Madrid. A un partido.

Y esto no es una crítica a los azulgrana. Su juego me sigue pareciendo exquisito, el mejor de España con diferencia, y partidos como el de ayer en una temporada los hay a patadas –jugadores como Iniesta y Messi, no tantos-. Pero lo destacable es lo del Real Madrid.

Hace dos temporadas ya consiguió hacerse con el título con una plantilla netamente inferior a la de algunos de sus rivales, y la temporada pasada, aún mejorando con la llegada de hombres como Sneijder o Pepe, hombre por hombre, los blancos seguían siendo, a mi juicio, inferiores a los culés. Pero como resultados mandan, el Barça completó un año desastroso y el Real Madrid ganó su segunda liga consecutiva, esta vez con récord de puntos en un campeonato de 20 equipos y 38 jornadas.

La diferencia básica e histórica entre ambos equipos es lo que cada uno de ellos necesita para llegar a la cima. Nunca he logrado ver al Barcelona ganar una liga sin autoridad, sin jugar bello, sin dar un puñetazo sobre la mesa en sus partidos. Y en Europa, siempre pagó caro un error, individual o colectivo, como lo cometíó Zambrotta en Old Trafford la primavera pasada, como hace dos años Valdés la pifió contra el Liverpool en el Camp Nou, como el equipo entero los primeros veinte minutos de la vuelta de octavos contra el Chelsea en Stamford Bridge en la 04-05. Y otras como el año en que la final europea se disputaba en el Camp Nou, en la que se pagaron los fallos defensivos ya en la fase de grupos contra los que después serían los finalistas, Manchester y Bayern, o aquella temporada en la que el PSG de Bernard Lama y George Weah se aprovechó de las fisuras del epílogo del Dream Team. Sólo en años perfectos –no únicamente buenos- como el 2006, con victorias a domicilio en Londres y Milán, el Barça consigue reinar en Europa tras barrer a sus rivales en España.

En cambio el Madrid está hecho de otra pasta. A los ya mencionados desenlaces ligueros de los últimos tiempos, hay que añadir el modo de conquistar la séptima, la octava y la novena. A mi juicio, las dos primeras, conseguidas con un equipo discreto y una temporada nefasta en competición liguera, pero eso sí, con hazañas como la final de Amsterdam o los famosos cuartos de final contra el Manchester y el taconazo de Redondo, pasando por encima de rivales a priori superiores. La novena ya es otra cosa: tener a Zidane en un equipo, secundado por jugadores como Raúl, Morientes o Roberto Carlos, todos ellos en su plenitud, nunca puede ser malo. Eso sí, el año liguero, discreto: terceros en liga por detrás de Valencia y Deportivo. Bien es verdad que en los últimos cuatro años el Madrid no ha pasado de octavos, pero es que en la Champions League el nivel es muy alto.

Así que nadie se espere este año un camino de rosas azulgrana. Puede que el Madrid esté en crisis, que su juego deje muchísimo que desear. Para colmo, a Van Nistelrooy no lo veremos más hasta el próximo curso, Robben se pasa un tercio del año en la enfermería, otro rehabilitándose y sólo otro jugando, y encima jugadores clave como Pepe siempre están entre algodones. Pero una pírrica victoria por 1-0 ante el Recre vale lo mismo que un 6-1 al Atleti, o sea, 3 puntos. Y además, Barça y Madrid no están solos este año: el Villarreal, el Sevilla y el omnipresente Valencia darán mucha guerra. Queda tela por cortar, exactamente 26 jornadas. Nada más y nada menos que 78 puntos. De momento, sigamos disfrutando del espectáculo.

Nota: Ya sé que este es un blog de fútbol, pero sin que sirva de precedente, me gustaría destacar este 2008 de ensueño para el deporte español, coronado ayer con esa Ensaladera de Plata que hace unos días parecía imposible y a medida que avanzaban los partidos contra Del Potro y compañía se iba haciendo más factible. Creo que ni yo, ni mi padre, ni mi abuelo, habremos visto una año de tanta gloria. En fútbol, la Eurocopa; en ciclismo, el triplete, con Giro, Vuelta –para Contador- y Tour –Carlos Sastre-, además de la medalla de oro lograda en Pequín por Samuel Sánchez. En tenis, además de este logro por equipos, hemos tenido a un torazo en todos los ruedos donde se ha batido: Rafa Nadal ha ganado Roland Garros, el terreno vedado por Roger Federer que era Wimbledon y además ha conseguido el oro olímpico, superando así al suizo como número uno del tenis mundial. En nuestra retina también quedan hazañas como la de la selección de baloncesto, que por un momento nos hizo pensar que tumbaría a las torres de la NBA. Al final dulce derrota y medalla de plata. Y no estaría de más destacar a gente como José Luis Abajo –esgrima-, David Cal –piragüismo-, Joan Llaneras –ciclismo en pista-, Gervasio Deferr –gimnasia- o el equipo español de natación sincronizada, con Gemma Mengual a la cabeza. A algunos los descubrimos en los JJOO y otros sólo vinieron a refrendarnos lo grandes que han sido, son y serán. No está nada mal. Y perdonen mi ignorancia, seguro que me dejo a alguno. De todos modos gracias y felicidades a todos. Ojalá este 2008 sí sirva de precedente.

Lo ideal sería que este año glorioso no acabara nunca, pero aceptemos el paso del tiempo y planteemos nuevos retos. 2009 empieza fuerte con el Dakar y el Open de Australia de tenis. A ver si cae alguno. A ver si cae la Copa Confederaciones, que nunca puede ser un torneo descafeinado con Italia y Brasil. A ver si la Champions vuelve a España –para ser franco, ojalá volviera al Camp Nou-. A ver si Fernando Alonso vuelve a volar con su Renault. Lo que sea para seguir recordando estos meses en los que ser español ha sido un orgullo. Para seguir cantando aquello de: “Yo soy español, español, español, español… la la la la ra la la ra la la ra”.


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jueves, 20 de noviembre de 2008

Sevilla vuelve a tener un color especial

Por Albert Valor


Era la última jornada de la liga 2004-05 y un lanzamiento de falta de Marcos Assunçao daba un empate en Son Moix que le otorgaba al Real Betis una plaza en la previa de la Champions de la temporada siguiente. Además, los pupilos de Serra Ferrer lograron conquistar la Copa del Rey frente a Osasuna. Todo eran risas en el bando verdiblanco de la ciudad, que se mofaba de que en Hispalis ‘sólo’ fueran a jugar la UEFA.

El Betis, liderado entonces por Oliveira y Joaquin, consiguió superar la fase preliminar y llegar a la fase de grupos, pero allí se encontró con el vigente campeón por aquel entonces, el Liverpool, y con el todopoderoso Chelsea de Mourinho. Los béticos dieron la cara –incluso ganaron a los blues en el Ruiz de Lopera-, pero acabaron terceros de grupo y por ende, fuera de la competición. Allí se acabó el coqueteo verdiblanco con los partidos de postín. Pero también se acabó el color del derbi sevillano. Mientras sus vecinos se agigantaban y ganaban Copas de la UEFA con suficiencia a la vez que se codeaban con los grandes de la liga, los béticos empezaron a lidiar peligrosamente con los equipos de la zona baja de la tabla –incluso en la última jornada de la 06-07, Edú salvó in extremis a los suyos con dos goles en los Campos de Esport del Sardinero-. Ni que decir tiene que los derbis eran de muy fácil pronóstico: en el Pizjuán, la victoria local –e incluso la goleada- estaba asegurada, y en el antiguo Villamarín, lo máximo a lo que podían aspirar Arzu y compañía era a un empate sin goles.

Pero parece que este año las cosas empiezan a equilibrarse. En primer lugar, porque tras la enésima tanda de fichajes de relumbrón, parece que el entrenador ha conseguido que los ingredientes mezclen bien en el campo. Y en segundo, porque el Sevilla ya no es aquella máquina de hacer fútbol que era antaño. Pero hablemos del Betis. Desde hace tres años a esta parte, han llegado al Betis jugadores como Ricardo –el parapenaltis pesadilla de Inglaterra-, Damià, Sobis, José Mari, Pavone o Mark González. Todos ellos grandes jugadores, pero que no acabaron de cuajar. Algunos como el brasileño –que no consiguió responder a su apodo de Alfonsobis- ya han abandonado el equipo, mientras que otros como Damià parece que empiezan a recuperar la confianza en sus posibilidades. De todos modos, parece algo más difícil que José Mari y el Tanque Pavone recuperen su olfato goleador.

Luego están los fichajes de este año. Empecemos por Mehmet Aurelio. El turco-brasileño es un hombre clave por su posición de enlace entre defensa y ataque. Siendo un magnífico stopper, distribuye el juego muy al estilo de Marcos Senna, bascula con eficacia y además tiene llegada al área y una excelente pegada desde media distancia. Por otra parte, el éxito que está teniendo Achille Emaná recuerda al que tuvo no hace mucho Julio Baptista en el vecino ciudadano. Fichado como un centrocampista de brega y con cierta llegada, su lentitud en el pase y su inmensa facilidad para encontrar puerta, han hecho que termine jugando por detrás del ‘9’. El ‘9’. Parecía que esa plaza iba a ser para José Mari o Pavone, pero su sequía ha hecho que otro de los fichajes, Sergio García, haya acabado en esa posición. El barcelonés llegó para jugar en la banda, posición en la que ya jugó en Zaragoza -reconvertido por la competencia con Oliveira y Diego Milito-, pero parecía que su rendimiento real quedaba desaprovechado en la línea de cal. Chaparro decidió ponerle el fin de semana pasado de ariete y el resultado fue más que satisfactorio: aprovechando su velocidad y su técnica -y recordando su etapa en el filial del Barça-, anotó dos goles y dio otro. También hay que destacar a Nelson, lateral derecho procedente del Benfica que ya ha mostrado sus maneras. Recuerda mucho al joven y desatado Dani Alves que empezó a despuntar en el Pizjuán hace ya seis temporadas. Lo curioso es que este mismo verano pudo ser sevillista. Si explota puede ser una pieza importante, al igual que Monzón, lateral zurdo algo más defensivo, campeón olímpico con Messi y el Kun y con un excelente disparo. Casto, Juanito, Arzu y Capi siguen reivindicando por otra parte el poder la cantera bética.

Pero como señalábamos hace unas líneas, es muy importante la tarea de Chaparro en todo esto. Al final, la apuesta por un técnico de la casa ha dado sus frutos. Colocando a cada jugador en la posición más beneficiosa para él y para el equipo, ha conseguido por fin que un grupo de buenos futbolistas mezcle y se asocie bien. Aunque el comienzo fue un tanto titubeante. Quizá timoratos por el pasado reciente, a los jugadores les costó encontrar la confianza suficiente como para sacar los partidos adelante. Para colmo, Barça y Villarreal, algunos de los rivales en este inicio de curso, tuvieron la suerte de cara. El potente arranque de sus vecinos aún les tiene ahora a nueve puntos, y las plazas de privilegio serán difíciles de abordar, pero si esta temporada se consolida una base, podemos tener ante nosotros a un proyecto interesante. De ese modo, el Betis reverdecerá viejos laureles y Sevilla recuperará el color de su derby, uno de los más apasionados del fútbol mundial.

A veces, en el fútbol, los éxitos más destacados vienen de situaciones anómalas, como que un centrocampista africano acabe jugando de segundo punta, o que un habilidoso hombre banda recupere la posición de cuando se estaba formando. De momento, Emaná y Sergio García ya se ponen el sombrero de Finidi.

Nota: Y atentos, porque Edú, el alma del equipo en estos años difíciles, aun está por volver.

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martes, 18 de noviembre de 2008

Esto ya lo hemos vivido antes

Por Albert Valor


Cuando antes del fin de semana Vicente Del Bosque daba la lista de convocados para el amistoso contra Chile, me congratuló que llamara a Fernando Llorente, pero no me sorprendió. Algunos dicen que nunca acaba de explotar, que no mete goles, que puestos a convocar a Llorente, que sea el del Villarreal, que por lo menos está que se sale en cuanto a eficacia goleadora. Con todos mis respetos, Joseba es un buen delantero, evidentemente tiene gol, pero también a un buen equipo detrás que le nutre de balones y que facilita su labor. No es que no merezca ser convocado para la absoluta para tener como mínimo su oportunidad. Pero cuando hablamos de Fernando Llorente hablamos de otro caso. Hablamos de futuro. El partidazo que el riojano hizo esta última jornada contra sus paisanos de Osasuna define muy bien sus características como futbolista. No sólo es el ‘9’ del Athletic, también es el alma, juega de espaldas a la portería, se pelea a menudo con los centrales y con cualquier marcador que le salga al paso. Sin ir más lejos, hace unas semanas en el Bernabéu, él solo se bastó para volver loca a la maltrecha defensa madridista.

En definitiva, soporta la presión de sostener a un equipo que hace ya demasiado tiempo que coquetea con el descenso -un riesgo demasiado peligroso para un equipo que nunca ha perdido la categoría, por otra parte-. Y todo eso lo hace ya desde hace cuatro temporadas. No está mal para tener 23 años. ¿Quién era Luca Toni con esa edad? ¿Saben que su novia le recomendó al italiano dejar el fútbol y dedicarse a otra cosa porque a esa edad era poco más que un discreto delantero? Tampoco Zlatan Ibrahimovic era un goleador consagrado a esa edad –otra cosa es su abrumadora calidad, ya patente desde que era un juvenil-.

Pero si a alguien me recuerda el caso de Llorente es al de un tocayo suyo. Hasta un apellido comparten. Fernando Llorente Torres uno, Fernando Torres Sanz el otro. Este último un chaval que debutó con su equipo cuando éste intentaba retornar de su bienio en el infierno, que tras regresar a la elite se echó al equipo a la espalda, tiró del carro y se comió todos los marrones. También decían de él que nunca valdría para un grande, que no marcaba suficientes goles, que era intermitente. Hasta que un día Sir Rafa Benítez se trajo unos cuantos millones, un billete de ida para Liverpool y una camiseta de los ‘reds’ con el 9 a la espalda. Las tres partes dijeron que era lo mejor para todos, pero pocos lo creyeron así entonces. Hoy Torres está entre los mejores de la Premier y comparte el protagonismo de los cánticos de The Kop con un tal Steven Gerrard. Además, fue el debutante con mejores cifras goleadoras de la historia de la Premiership y marcó el gol que hizo a España campeona de Europa. Para colmo, su Atleti regresó a la Champions once años después.

Cada persona es un mundo y por ende, cada jugador también. No es necesario que Llorente sea en el futuro idéntico a Torres –tampoco ahora lo es-. Él es más alto y corpulento y no tiene tanta velocidad como El Niño –aunque tampoco le falta dados sus 195 centímetros-. El caso es que su llamada para la selección puede ser un primer paso para su explosión definitiva. En todos los equipos profesionales del mundo hay algo de talento, y por supuesto también lo hay en el Athletic. Pero una cosa es jugar en un primera y otra jugar en un grande. Y ahora mismo la selección es un grande. Cuando te rodeas de jugadores que además de talento tienen carácter ganador, saben lo que es levantar un gran título y llevan la victoria grabada en el ADN te contagias de esos síntomas, sobretodo si en tu interior también está escondida toda esa proyección.

[Recuerdo cuando Sergio González abandonó el Espanyol y fichó por el Deportivo por expreso deseo de Irureta. Allí, con la confianza de verse rodeado de un equipo en estado de gracia que paseaba su fútbol por España y por Europa, se desató y todas sus cualidades anteriores se multiplicaron, convirtiéndose en uno de los centrocampistas más completos de los primeros compases del siglo. Quizá no fue el caso más sonante que se recuerde, pero quien siguió a Sergio en Barcelona y luego en A Coruña seguro que apreció su evolución. Por cierto, que a día de hoy –como hará Torres en un futuro- el catalán se plantea que sus últimos días como futbolista sean en club que le hizo debutar en Primera División.]

Esta convocatoria para la absoluta será el primer paso para que veamos el verdadero talento de Llorente, sin agobios clasificatorios, sin tener que estar constantemente subiendo y bajando de punta a punta del campo, cargando con la responsabilidad de una entidad histórica en horas bajas. Y sintiéndolo mucho para los aficionados del Athletic, el siguiente paso sería dar el salto a un grande, de España o del extranjero. Quizá mejor del extranjero. Y todo ello, más pronto que tarde. Esto ya lo hemos vivido antes. Está en juego la carrera de un jugador con un porvenir muy brillante, quizá glorioso. La cúpula directiva del Athletic deberá entenderlo y dejarse seducir por la millonada del primer atrevido que se pase por San Mamés con el talonario, como en su día lo hicieron a orillas del Manzanares. La lástima para ellos es que no podrán invertirlo en Forlanes y Simaos.

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lunes, 17 de noviembre de 2008

RCD Espanyol: Una religión con un Dios

Por Albert Valor


Los cristianos adoran a Jesús. Los musulmanes a Mahoma. Los budistas adulan a Buda. Y los pericos tienen a Raúl Tamudo. No importa que sea el peor lanzador de penaltis de la historia de la Liga con los números en la mano -11 fallos de 40 lanzamientos-. Tampoco que lleve sólo cinco goles en 2008. Lo realmente importante es que él inició el camino para que la entidad ganara por fin dos Copas del Rey en la era moderna abriendo el marcador en las finales de 2000 y 2006. Importa también que él tuviera la testosterona suficiente como para arrebatarle un Liga al máximo rival marcando dos goles en el Camp Nou y besando el escudo con el mismo sentimiento que los devotos besan a su virgen. En definitiva, entre muchas otras gestas, importa que él sea el máximo goleador de la historia del Real Club Deportivo Espanyol de Barcelona.

Corría el 70’ de partido entre el Espanyol y el Numancia en el Lluís Companys y el árbitro, persuadido por la ratonería del capitán blanquiazul, pitaba penalti a favor de los locales. En ese momento, un par de aficionados, que debieron recordar el mal fario que persigue a Tamudo en los últimos tiempos desde el punto fatídico –el último error, hace dos semanas frente a Osasuna-, pronunciaron tímidamente: Luis, que lo tire Luis –por Luis García-. En ese momento, quizá por percibir tal osadía, la Curva Jove y Montjuïc entero empezó a corear el nombre de su capitán: no importaba que lo volviese a fallar, sólo que lo tirara, que no los dejara solos. Y claro, Raúl, ya tenía por aquel entonces la pelota en la mano y se disponía a colocarla en el punto fatídico. El disparo, claro, entró.

El Espanyol se ponía por delante en el marcador: 3-2. Está claro que el cierto centralismo que invade este país hace que los equipos de la capital sean los más seguidos y de los que más información se proyecta al resto del país. Eso provoca que a veces se monte más revuelo por una derrota del Getafe que por la de un histórico como los barceloneses. O que el apodo de ‘pupas’ sea siempre para el Atlético. Sabida es la tradicional desgracia colchonera, pero por lo menos en el Manzanares pueden tirar de talonario.

Se nota que pocos medios nacionales siguen al Espanyol, un equipo capaz de subir al cielo y de bajar a las catacumbas en segundos. Un equipo capaz de golear al súper Sevilla de Juande Ramos por 5-0 el mismo año que los nervionenses ganaron su primera UEFA frente al Middlesborough y de ganar una Copa para unas semanas más tarde eludir el descenso en la última jugada del campeonato. Un equipo capaz de acabar la primera vuelta de la 07-08 en puestos Champions y que acabó el curso a tres puntos de la quema. Un equipo que esta tarde, tras remontar por dos veces el marcador, ha perdido un partido que tenía ganado en poco más de cinco minutos contra un rival que no había sumado un solo punto fuera de su estadio. Un rival que le ha endosado cuatro goles con tres ocasiones y media.

Hoy he tenido la suerte de estar en Montjuïc invitado por un amigo –perico él-. Con el definitivo gol de Bellvís en el 93’, se ha levantado con media sonrisa y se ha marchado. Como si ya hubiera vivido eso antes. Como si lo viviera cada fin de semana. Con resignación. Hasta con ironía. Y es que, la verdad sea dicha, ser perico es más que una afición. Como indica uno de sus lemas, es más que sentimiento. Es una religión. Y siempre les quedará su Dios. Tamudios.

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jueves, 13 de noviembre de 2008

Hacer la cama

Por Albert Valor

Cuando eres pequeño y estás pasando de niño a personita, la primera tarea de responsabilidad que tus padres te empiezan a exigir es que te hagas la cama. Cuando te haces mayor, te das cuenta que esa norma hogareña tiene un sentido un poco más amplio en el mundo real. Es algo así como fastidiar a alguien hasta tal punto que ya no aguanta más una situación y, por uno u otro motivo, debe desparecer del mapa. En el mundo del fútbol, se daría este caso cuando los jugadores ya no aguantan más a su entrenador y fuerzan su marcha a base de derrotas. La primera situación que recuerdo fue cuando, en la segunda etapa de Van Gaal en el Barça, los jugadores, hartos de sus absurdos planteamientos tácticos, protagonizaron derrotas dolorosas y sonrojantes. Tal fue el número de éstas, que se llegó a especular con que los culés podían dar con sus carnes en segunda. Al final, claro está, Van Gaal fue destituido. Más recientemente, algo parecido le pasó al Vanderlei Luxemburgo y a su cuadrado mágico, o la temporada pasada a Koeman en un Valencia que no quiso acatar sus estrictas normas. Pero este año un entrenador español ha recibido ese trato en el extranjero. Es Juande Ramos.

Cuando el mercado veraniego empezaba a cerrarse, echando un ojo a la Premier League, más allá de los eternos favoritos, veía al Tottenham con un claro aroma a candidato. Además de fichar a dos porteros de garantías como Heurelho Gomes y César Sánchez, el club del norte de Londres se hizo con los servicios de dos de los mejores jugadores de la Euro ’08, más allá de los españoles: Luka Modric y Roman Pavlyuchenko. Si a eso le unimos la columna vertebral formada por Woodgate, Jenas o Huddlestone, más el potencial de atancantes como Lennon, Bentley o Bent, además de otras incorporaciones como Vedran Corluka o Giovanni Dos Santos, la verdad es que la suma era, cuanto menos, inquietante para los rivales. Bien es cierto que el club había vendido a sus dos delanteros estrella, Robbie Keane y Dimitar Berbatov, pero los millonarios traspasos de ambos (28 millones el irlandés y 37 el búlgaro) fueron lo que permitieron a los Spurs realizar algunos de sus nuevos fichajes, dejando para diciembre alguna posible bomba como la incorporación de Andrei Arshavin.

Pero la temporada empezó y con ella la cuesta abajo del Tottenham. Transcurridas las primeras ocho jornadas, el equipo sólo sumaba dos puntos, es decir, dos empates y el resto derrotas, algunas de ellas ante rivales tan débiles como el recién ascendido Stoke City. Evidentemente era colista. Un bagaje demasiado negativo –y sospechoso- para una plantilla de ese potencial. La derrota en la primera jornada de la liguilla UEFA fue la gota que colmó el vaso de la paciencia del presidente Daniel Levy. Juande, tras un año en el club, de llegar con la vitola de convertir en oro –o más bien en títulos- todo lo que tocaba, era destituido. Al día siguiente de su relevo, Harry Redknapp, que dejaba el Pompy para ocupar el banquillo de los de White Hart Line, cosechaba la primera victoria del equipo en la temporada. A los pocos días, se supo que dos de los pilares del vestuario, Jonatan Woodgate y Jermaine Jenas, acudieron tras la derrota europea ante el Udinese al despacho del presidente para pedirle que prescindiera del manchego. Y así fue. Cuesta creer que el central inglés, reclutado para la causa por Juande en el pasado mercado de invierno para reforzar la defensa, tuviera esa actitud con el técnico. Pero así es el fútbol, y en las situaciones límite, cuando las cosas no funcionan, se demuestra que los que verdaderamente mandan son los jugadores. Quizá fuera el sistema, quizá sus alineaciones, puede que su desconocimiento del idioma, pero el caso es que algo no les gustó a Woody y compañía.

Hoy, casi veinte días después de su marcha, se confirma que, o el técnico milagro del Sevilla no supo sacar rendimiento a su plantel, o que los jugadores le ‘hicieron la cama’. Lo que está claro es que la segunda es una opción más evidente, ya que las alineaciones de Redknapp apenas han cambiado respecto a las de Ramos. Desde la primera victoria del nuevo técnico no han parado de llegar resultados de prestigio. Los dos primeros viviendo en la ‘zona Cesarini’, puesto que el empate final a cuatro goles en el Emirates Stadium y la victoria local ante los ‘reds’ llegaron en los últimos compases de partido. Después llegó la goleada en UEFA contra el ex equipo de Modric -4 a 0 ante el Dinamo de Zagreb- para que al fin de semana siguiente llegara la victoria que sacaba al equipo de la zona de descenso. Fue en Manchester, en casa del que siempre ha sido el vecino pobre y que ahora quiere ser el más rico de la Premier: el City de Robinho, Kompany y Zabaleta, entre otros. Tras el tanto inicial del brasileño, los Spurs remontaron con sendos tantos de Darren Bent.

Pero la confirmación llegó anoche. Tocaba Carling Cup, y tocaba otra vez enfrentarse al Liverpool. Cierto es que Rafa Benítez alineó a muchos suplentes, pero la machada fue considerable. Al poco de reanudarse el partido (52’), los Spurs ya ganaban por 4-1. Un doblete de Pavlyuchenko y otro del habitual suplente Frasier Campbell tuvieron la culpa. Un poco más tarde llegó el 4-2 definitivo tras un testarazo de Hyppia.

Así pues, el equipo londinense no conoce la derrota desde que Juande Ramos fue destituido. Quizá ahora piensen que de haber rendido a su nivel durante las primeras jornadas, ahora estarían en el grupo de cabeza amenazando al póker de intocables. Ahora todo apunta a que la temporada será similar a la anterior: mal inicio, relevo tempranero en el banquillo, pocas opciones de clasificarse para la Champions, avanzar lo máximo posible en UEFA y rascar lo máximo posible en la Cup y la Carling. Recordemos que el año pasado se consiguió ganar esta última frente al Chelsea tras lustros de ostracismo en lo que a títulos se refiere.

De momento, los Spurs siguen con su despegue. Mientras, Juande no ve más fútbol que el que dan por la tele. Pero quizá antes de lo que imagina –o imaginamos- en otra casa del fútbol europeo, los jugadores le 'harán la cama' a un tipo rubio que siempre está de mal humor y él ocupa su puesto. Al tiempo.

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domingo, 9 de noviembre de 2008

No es fácil llamarse Samuel Eto'o

Por Albert Valor

Sábado, 8 de noviembre, Camp Nou. 23:50 aproximadamente. El árbitro acaba de señalar el final del partido entre el Barcelona y el Valladolid y los jugadores se marchan felices a vestuarios. No es para menos. La victoria por 6-0 bien merece algarabía y una dosis de alegría. Pero un hombre eternamente insatisfecho, se levanta de su lugar en el banquillo local y hace una última exigencia a sus compañeros antes de ir a por el balón del partido. Aún hay que ir al círculo central a saludar al público, a agradecerle que haya venido a ver el partido. El pedigüeno es Samuel Eto’o. Con su semblante serio, casi insaciable, nadie diría que una hora antes estaba celebrando su cuarto gol de la noche. Como lo oyen. Si hace dos semanas conseguía el hat-trick más rápido de la historia de la liga (22’), hoy, para seguir batiendo sus propios récords, marcaba cuatro goles en medio partido. Casi un insulto para el gran Gonzalo Higuaín, que con la ayuda de dos penaltis consiguió anotar otros cuatro en el Santiago Bernabéu una hora antes. Pobre Pipita. Iba a ser el hombre de la jornada, el personaje, el nombre propio del fin de semana futbolístico. Pero el hambre, el ansia, le han quitado el reconocimiento, que una vez más será para Samuel Eto’o.

Pero pese a todo eso, no es fácil llamarse Samuel Eto’o. Dicen que por la boca muere el pez, aunque Fito Cabrales haya cambiado la versión en los últimos tiempos. Y Samuel Eto’o -o su aura- ha muerto muchas veces por abrirla demasiado. Tal era la magnitud de sus meteduras de pata que incluso conseguían deslucir sus goles que, la verdad sea dicha, nunca han faltado en Can Barça desde que llegó. Pero con la misma facilidad que montaba escándalos en un equipo a la deriva un día decidió cerrarla, almenos graduarla. Y todo por verse fuera. Fuera del equipo que le dio fama mundial. Fuera del equipo que apostó por él en el momento clave de su carrera, haciendo de bisagra entre el momento en que un jugador pasa de ser un gran delantero a ser una estrella mundial. En definitiva, el equipo con el que fue campeón de Europa.

En el verano de 2008, el Barcelona debía cambiar su decorado. Pero más que cambiar la casa entera, debía cambiar sólo la mitad, como si los baños y los dormitorios estuviesen como una patena pero el recibidor y la cocina estuvieran hechos unos zorros. Y claro, en ese desaguisado, además de Deco y Ronaldinho, entró Samuel Eto’o. Por exigencias del mercado, Deco fue regalado al Chelsea y el Gaucho entregado al ‘Plan Prever’ de Milanello. Ambos habían bajado, por una cosa u otra, su rendimiento en los dos últimos años. Pero no Samuel. Él, pese a haber cosechado dos lesiones importantes en los dos últimos cursos, había mantenido su media realizadora de casi un gol por encuentro. Pero sus criaturadas habían conseguido que también le enseñaran la puerta a él. El problema era que no había comprador. Y el camerunés supo hacer de la espera una virtud, y como si un ángel se hubiese apoderado de su alma endemoniada, calló, cargó con su parte de culpa y completó la mejor pretemporada de su carrera en lo que a datos goleadores se refiere. Ahora el problema era otro. Y no lo tenía Samuel. Lo tenía Pep. ¿Como readmitir a un futbolista al que has descartado hace menos de dos meses? En un principio, no parece un buen inicio para un entrenador nuevo en lo que a autoridad se refiere. Pero rectificar es de sabios, y Guardiola, como tal, entonó el perdón hacia el león indomable. Eto’o se quedaría. Pero lo más increíble fue que en todo el verano ni siquiera abrió la boca. Y hasta hoy ha seguido así. ¿Quién le iba a decir a Samuel que una situación como esa, tan límite, le iba a hacer salir tan reforzado?

El ‘9’ se dio cuenta de que con la boca cerrada se podría dedicar de lleno a su faceta más positiva –para él y para el equipo- y que encima sus goles no quedarían empañados por sus exclamaciones. Él, que subiendo su media siempre conseguía hacer olvidar sus salidas de tono hasta que su niñez le hacía volver a su círculo vicioso particular, sigue subiendo ahora sus registros, pero ya no tiene que tapar nada con ellos. Ahora sólo marca. Y marca. Y marca. La versión ambición de las pilas Duracell. Y la verdad, el resultado es espectacular. En la 2005-06, en la jornada 18, en un partido contra el Athletic de Bilbao en el que escupió en toda la cara al lateral Espóstio, Eto’o conseguía su gol 19 en el campeonato, justo antes de marcharse a la Copa África. El promedio era de más de un gol por partido. No sé cuantos goles llevará Samuel en la decimoctava jornada de la presente, sólo sé que hoy lleva 13 goles en 10 partidos y que ahora no le escupe a nadie ni calienta ningún micro –y que duren ambas rachas-.

Corren tiempos nuevos en Can Barça, que se dio cuenta que no todo lo que creía desechable debía tirarse a la basura. La jugada le ha salido bien a la entidad. También a Samuel Eto’o, que hoy por hoy amenaza, a otros los gallitos de la Liga BBVA y del continente que creían que este era su año, con llevarse el pichichi y la bota de oro. El africano vive tiempos dulces. Pero aunque parezca mentira, no es fácil llamarse Samuel Eto’o.

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jueves, 6 de noviembre de 2008

'Vecchio' y 'Signor'

Por Albert Valor

Un Real Madrid-Juventus como el de hoy rezumaba historia, leyenda y prestigio por los cuatro bandos. Cuando los veintidós contendientes miraban al cielo de la capital y la musiquita de la Champions sonaba todos nos acordamos del primer duelo entre Raúl y Del Piero allá por 1996, del offside de Mijatovic que valió la séptima o de cómo el epílogo del Madrid galáctico sucumbía en las eliminatorias en Delle Alpi.

La Juve se presentaba de nuevo al duelo con bajas sensibles, sobretodo en la portería –pasar de Buffon a Manninger es como estrellar un Testarrossa y que tu seguro te deje mientras un Fiat Punto-, pero con sus viejas glorias –Alé y un todoterreno checo- dispuestas a dar tanta guerra como dieron en el Comunale, sino más. Si a esos dos lujos, le unimos una columna vertebral formada por Chiellini, Sissoko y Amauri –cada día mejor-, el Madrid iba a sudar tinta para recuperar el liderato. De hecho, ni siquiera tuvo opción de sudarla, se rindió mentalmente mucho antes de que el duelo pudiese ser de igual a igual.

A los bianconeri les bastó con aplicar la estrategia bélica de McArthur Ranieri y una mala cesión de Guti para dar un golpe que dejó al rival en la lona. Bastó juntar las líneas, tener al equipo agrupado en 25 metros y esperar a que Del Piero frotara una de sus lámparas –puesto que tiene dos, una en cada bota, la ocasión le mereció la sinistra-. El Madrid intentó levantarse, y Ramos y Van Nistelrooy estuvieron cerca de equilibrar la batalla mental. Sin darse cuenta, cada ocasión fallada desconcertaba más a los merengues, a la vez que la Juve se sentía más Pedro en su casa.

A la vuelta de los vestuarios ya no hubo ninguna duda. El Madrid estaba calcando el partido de la pasada temporada ante la Roma de Spalletti. Recuerdo que el partido de ida en Turín sirvió a As y Marca para reivindicar la superioridad merengue, que con un buen partido y el miedo escénico del Bernabéu la victoria estaba asegurada. Nadie recordaba qué es un equipo italiano. Nadie recordaba quien es la Juve. Y lo peor es que tras verse superados en el primer acto, ni los jugadores hayan sabido superar a su rival ni Schuster haya sabido encontrar en el banquillo la solución. Quizá sea porque ahí no la va a encontrar nunca. Sneijder y Van Nistelrooy al banquillo para dar entrada a Higuaín y Van der Vaart, además de Saviola. ¿No será que esta colección no está completa y hay demasiados cromos repetidos? Así pues, el guión de este doble enfrentamiento contra los turineses ha seguido el mismo guión que el de los octavos de la 07-08 con un convidado extra -sería hipócrita no señalar la inoperancia del árbitro, que omitió dos penaltis a favor de los blancos-. Tras caer en la ida por la mínima después de ser superiores en el segundo tiempo, el rival pasa como un rodillo en la vuelta ante la inoperancia madridista. Diferentes rivales, pero misma egolatría y mismos errores. El castigo es algo diferente, eso sí. Aún se pueden salvar los muebles.

Pero ese diablo llamado Del Piero, que sabe más por Vecchio que por diablo, aún debía frotar su otra lámpara, la diestra, esta vez con maldad y arte a partes iguales. Corría el 67’ y Casillas y Schuster quisieron engañarle con la barrera descolocada en el lanzamiento de una falta, como diciéndole: ¿Ves el hueco? Pues tírala ahí. Y sí, sí. Ahí fue el balón, al fondo de la red, bien ajustadito al palo. Puede que el alemán se moviera más que Iker para detenerlo.

Quedaban veinte minutos y el partido ya había acabado. Unos completamente KO y otros contentos y en octavos, prácticamente como líderes de grupo. Puede que la escuadra de Ranieri juegue muchos partidos para su capitán, evitándole tareas defensivas para que todos sus esfuerzos sean para el arte –nunca mejor dicho- de atacar. Y está visto que vale la pena. Con el reloj marcando la hora, el ex de Valencia y Atlético quitó a su diamante del campo. Y el público del Bérnabeu, soberano donde los haya –y con Maradona a la cabeza-, le dedicó una sonora ovación a Alé que esté correspondió con afecto.

El Real Madrid deberá aprender de rivales como el de hoy si quiere que la Décima llegue más pronto que tarde. Deberá también aprender a ser más señor y tener en cuenta a sus rivales, además de estudiarlos más. Deberá saber que para reinar en Europa hay que enfrentarse a unos cuantos como Del Piero. Porque aunque ya sea un poco Vecchio, Alé es un jugadorazo. Y también un Signor. Como siempre lo fue la Juve, aunque Moggi se empeñara en lo contrario.

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miércoles, 5 de noviembre de 2008

El valor (real) de los trámites

Por Albert Valor

Ir a renovarse el DNI es un coñazo, igual que ir a cambiar los papeles de cualquier seguro. Pero son cosas que hay que hacer. Ambas son trámites. Como también lo es jugar en tu estadio el cuarto partido de una liguilla en la que has ganado los tres anteriores. Para más inri, goleaste a tu rival de hoy hace menos de dos semanas en su propio estadio, ante su gente, por 0-5. Y claro, como el propio entrenador culé reconocía después del partido, esta gente tiene un orgullo que defender, también tienen familia e hijos a los que hacer sentir orgullosos. Seguro lo han conseguido.

Hace pocas horas hablaba de la poca trascendencia que suscitaba el partido de hoy entre el Barça y el Basilea. Lo pensaba yo y todos los integrantes del planeta fútbol: aficionados, periodistas, los propios jugadores y hasta el minucioso Guardiola, aunque de puertas hacia fuera quisiera dar imagen de tensión y concentración, veía este partido como un chollo. Y lo ha dejado claro en la alineación: jugadores como Alves, Xavi, Messi y Eto’o se quedaban fuera del once para dar minutos a gente menos habitual como Sylvinho, Víctor Sánchez, Bojan o Hleb. Por cierto, el bielorruso está inédito hasta el momento y aún no ha aportado nada. Y servidor es el primer sorprendido.

Pero quizá tenga la oportunidad de redimirse antes de lo que parece. El partido de hoy era un trámite y no se ha pasado del empate. Luego repasaremos la situación del grupo, porque la noticia está en la enfermería. Andrés Iniesta estará seis semanas de baja. Quizá ya no llegue al clásico. Nunca un trámite fue tan nocivo para el bien del fútbol en general y de un equipo en particular. Tampoco tan favorecedor para futuros rivales. El de Fuentealbilla ya lleva casi dos años ocupando el flanco izquierdo del ataque –tanto del Barça como de la selección-, e incluso ha hecho que ya nadie se acuerde de Ronaldinho –ni del bueno ni del malo-.

Su fútbol fácil, incisivo y caracoleador se ausentará de los estadios durante un mes y medio. Ya prácticamente hasta 2009 no veremos su balompié de alta escuela. Pero dejemos de comparecernos. Los equipos históricos, los grandes en definitiva, se saben sobreponer a las bajas de sus jugadores más importantes –recordemos que la Juventus doblegó al Real Madrid hace dos semanas con Trezeguét, Buffon y Camoranesi, entre otros, en el dique seco-. Ahora el Barça deberá avanzar otro nivel y dejar de lado su tendencia victimista. Quizá sea la hora de Hleb. Quizá sea la hora de que el equipo madure y sepa añadir a sus combinaciones la aportación de un futbolista de un corte algo diferente al de Iniesta. Quizá sea la hora que los imprevistos los sepa manejar el Barça en favor suyo. El de Minsk ya demostró en su etapa en Londres que es un jugador polivalente, que tiene llegada al área y un gran disparo a puerta -lo cual no es lo mismo que tener gol-.

La otra consecuencia del supuesto trámite está en la situación del grupo. Con el empate de hoy, el Barça se queda con 10 puntos, y el Sporting, tras su aburrida victoria en el José Alvalade, está con 9. En la quinta jornada ambos se enfrentan en Lisboa, y el Barça tendrá que preparar el partido con la máxima exigencia para no tener un susto. Recordemos la importancia de ser primero de grupo en el sistema Champions, donde la eliminatoria de octavos se puede definir en casa. Y para el Barça siempre ha sido algo importante. Recordemos que en las últimas cuatro temporadas, ha jugado dos eliminatorias de octavos con la vuelta en casa –Chelsea y Celtic- y otras dos fuera –Chelsea otra vez y Liverpool-. Casualmente o no, superó las dos primeras y sucumbió en las otras dos. Además, el año de la segunda Champions, la vuelta de todas las eliminatorias fue en casa, y el año pasado, el equipo no cayó eliminado en competiciones de KO hasta… que la vuelta de una eliminatoria fue a domicilio –Valencia en Copa, Manchester en Champions-. Otro de los males endémicos del barcelonismo, el cagómetro ante la posibilidad de jugarse el pan lejos del dulce hogar. Está claro que un gran equipo ha de saber manejar el tempo de los torneos que se juegan bajo este sistema y no debería ser un problema afrontar esta temporada alguna eliminatoria en estas condiciones. Pero el Barça debería ser primero de grupo básicamente por prestigio. Sin menospreciar a nadie, los tres rivales de su grupo son ampliamente inferiores y todo lo que no sea un primer puesto sería sonrojante. La verdad, sacar algo del Alvalade no debería ser empresa complicada. El problema estará en que el equipo no se podrá centrar únicamente en la Liga y arrojar todos sus esfuerzos para lograr un buen colchón antes de enfrentarse a rivales directos.

Todo será un poquito más difícil sin Iniesta. Pero es la hora de Hleb. Mientras, que esto sirva de lección para saber que cualquier rival y cualquier partido pueden acarrear problemas, de inmediato o a medio plazo. Mejor darse cuenta ahora que no en marzo.
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martes, 4 de noviembre de 2008

Vidas paralelas

Por Albert Valor

Hoy juega el Barça contra el Basilea, el equipo que aglutina sus orígenes, pero dada la (teórica) poca trascendencia que suscita dicho encuentro, doy paso a un artículo que llevaba ya tiempo en la nevera. Allá por julio lo iba a titular como ‘El infravalorado Barça de Robson’. Sir Bobby anunció por aquel entonces que el cáncer está pudiendo con él tras la larga lucha que mantiene con la enfermedad desde 1991, y decidí recordar el maravilloso espectáculo que nos regaló hace 12 temporadas.

A caballo entre el Dream Team y el Barça de Van Gaal, el Camp Nou tuvo la ocasión de disfrutar en la temporada 96-97 del Barça de Sir Bobby Robson, un equipo que a veces parece -como aquellas generaciones vacías que surgen después de las grandes guerras- que no existió. Como si aquel año el barcelonismo hubiese estado en un agujero negro. Casi no se habla de él. Y en un año ganó tres títulos: la Supercopa de España, la Recopa de Europa y la Copa del Rey.

Quizá su gran problema fue tener por delante al Real Madrid de Fabio Capello en la competición doméstica. Los blancos campeonaron con 92 puntos, 2 más que los azulgrana. Puede parecer récord de puntuación, y lo fue, pero cierto es que aquella fue una Liga de 22 equipos y en la que por tanto, se disputaban 42 jornadas.

Puede que uno de los únicos puntos que siempre se recuerda de aquel equipo sea Ronaldo. A mis 22 años, puedo decir que aquel dentudo jovenzuelo es lo mejor que he visto sobre un terreno de juego. Aún recuerdo el día en que, en el Multiusos de San Lázaro, partió desde su propio campo por la parte izquierda, se zafó de todos los contrarios que le salían al paso mientras se iba hacia el centro a medida que se acercaba al área. Una vez allí, fusiló al portero mientras caía al suelo. Luego Robson se llevó las manos a la cabeza. Aún se me pone la piel de gallina cuando lo veo en video. O también cuando le hizo un hat-trick al Valencia de Aragonés, que aún se está preguntando como pasó entre Eskurza y Otero. Como diría Segurola, Ronaldo era ‘una bomba nuclear con botas’ por aquel entonces.

Podríamos hablar mucho de Ronaldo, pero la verdad es que él era simplemente la guinda de un equipo –a mi juicio- muy bien construido. Y construido además en un solo verano. En la portería, se fichó a Vítor Baía –quizá uno de los puntos más débiles del equipo-, un díscolo guardameta con calidad pero algo esperpéntico. La defensa seguía con algunos vestigios del Dream Team, como los laterales Ferrer y Sergi, y Nadal y Abelardo en el centro de la zaga. Además, se fichó a Fernando Couto y Laurent Blanc. El francés, pese a estar sólo una temporada, acabó reivindicándose como un perfecto marcador con un clase exquisita. En el mediocampo, Popescu solía hacer de cierre, mientras la visión de juego de Guardiola y De la Peña iniciaba la creación del juego. Guillem Amor, Roger García o Amunike –de otro corte diferente al de los demás- eran recambios de garantías. En las bandas se contaba únicamente con un especialista –Figo-, pero la polivalencia de hombres como Giovanni o Luis Enrique –recuperado para la causa tras ser repudiado en el Real Madrid-, daba mucha llegada y pegada al equipo. Y como es bien sabido, Ronaldo era la punta de lanza, aunque no se puede olvidar la aportación anotadora de Juan Antonio Pizzi –“¡Qué bueno que viniste macanudo!”-. Stoichkov, de vuelta de las catacumbas del Calcio, tuvo esa temporada un papel discreto.

Ver jugar a aquel Barça era un espectáculo, quizá no tanto por el juego de toque como por la efectividad y el juego directo que aplicaban sus componentes. Se podría decir que el entrenador británico dotó a los suyos del estilo de juego que se imprime en la Premier League. El Barça casi siempre marcaba, pero a veces sus goles no cabían en el electrónico: 4 en el antiguo Villamarín, 5 en el Manzanares, 6 al Rayo en el Camp Nou… y 8 al Logroñés, entre otras goleadas. Pero sobre todas ellas, hubo una que brilló con luz propia: la victoria por 5-4 en la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey ante el Atlético de Madrid tras remontar un 0-3.

Pero a parte de esa gesta, hay que destacar el 8-0 contra el Logroñés, porque en ese partido, el soci, particular donde los haya, sacó pañuelos y silbó al equipo. El problema era que a esas alturas, tras el fin de la época dorada de Cruyff en el banquillo, se tachó a Nuñez como culpable de todos los males y se quería acabar con una presidencia casi vitalicia. El problema era que un grupo comprometido y resolutivo estaba pagando los pecados que acaecían en el palco. Aún así, Robson y los suyos consiguieron tres copas en tiempos de cólera.

Y empezando las comparaciones con aquel Barça y el de hoy, atentos, porque es difícil que la grada la tome con un técnico de la casa como es Pep y con un equipo lleno de canteranos, pero que nadie olvide que en verano Laporta fue invitado a marcharse por más del 60% de los que votaron en la moción contra la junta.

Pero no llamemos a los malos tiempos. Para ver las similitudes entre el Barça 96-97 y el de hoy no hace falta fijarse en el palco. El Barça 08-09 es el primero sin holandeses precisamente desde el que entrenó Robson. Además, nos hemos de remontar también hasta aquel Barça para ver un inicio goleador tan apabullante: si este año el Barça ha anotado 28 goles en las 9 primeras jornadas, antaño fueron 30, en una temporada que acabó con 102 en el casillero. Estaría más que bien rozar el centenar esta vez, recordemos que aquel curso se disputaron 42 jornadas de liga –fue la última liga de 22 equipos-.

Este desenfreno goleador se debe a muchos motivos, que además se pueden aplicar en ambos casos. Es muy importante la llegada de hombres de segunda línea (Xavi e Iniesta durante este curso, Luis Enrique o Giovanni hace doce), pero también es imprescindible que los atacantes anoten muchos goles (Ronaldo marcó 34 goles en liga y 47 entre las 3 competiciones y también fueron importantes los 16 de Pizzi, suplente de lujo; mientras que Eto’o ya lleva 9 goles en 9 partidos de Liga, más otros 6 de Messi; no olvidemos la aportación de Henry y Bojan). Como decíamos, Sir Bobby dotó al equipo de una habilidad especial para definir las jugadas de estrategia, igual que Guardiola lo ha hecho con un equipo que ya ha conseguido 3 goles de falta directa y 4 más en jugadas a balón parado. Siempre he pensado que los equipos grandes –sobretodo en España- sólo tienen un pero: entrenar más las jugadas de estrategia. Imagínense un equipo con el potencial del Real Madrid o el Barcelona aprovechando la estrategia como el año pasado lo hacía el Almería de Unai Emery. Ojo que si esté Barça mantiene el tono en todas las facetas del juego puede igualar –o incluso superar- los títulos que logró el de Robson –sin contar la Supercopa de España, puesto que ni siquiera la ha disputado este año-.

Y aunque, como en aquel magnífico 97, no se consiga el título doméstico y sí el europeo, estoy seguro que la afición recibiría con los brazos abiertos la tercera Champions en la historia del club.

PD: También estaría bien que ante tanto gol, Abidal, único jugador del primer equipo que no ha marcado ni un sol gol en toda su carrera en un partido oficial, aproveche el momento para estrenar su cuenta.

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jueves, 30 de octubre de 2008

Football is football

Por Albert Valor

El mundo del fútbol se llena día sí día también de topicazos como el de que los partidos duran noventa minutos y que no hay que bajar los brazos hasta que el árbitro pite el final o que un derby siempre es un derby. A veces, parecen poco más que frases hechas a las que siempre se recurre cuando faltan argumentos mejor construidos. Pero esta noche, el duelo entre los dos contendientes del norte de Londres nos ha recodado que los tópicos están ahí por algo.

Esta mañana leía en la programación que La 2 iba a emitir en diferido el Arsenal-Tottenham y, hambriento de ligas europeas, he decidido que vería el partido. Incluso cuando la jornada copera estaba acabando y Carrusel se disponía a relatar lo sucedido en la décima jornada de la Premiership, he apagado la radio para no saber nada acerca del partido. Justo en ese momento comenzaba la retransmisión en diferido en el Emirates Stadium. Un amigo me ha dicho minutos antes que no me diría el resultado del partido, pero que me garantizaba goles. Justo lo que me faltaba para ponerme delante del televisor sin prestar atención a nada más.

Me gusta la Premier. Me gusta porque apuesta siempre por el cuerpo a cuerpo, porque allí juegan los mejores del planeta, porque sabe venderse al resto del mundo, porque el juego de estrategia siempre conlleva goles. Pero ante todo me gusta porque siempre aparecen jugadores –sobretodo de segunda línea- que chutan sin ningún complejo a portería desde media o larga distancia. Y antes del cuarto de hora, Bentley, que formaba en el ataque de los Spurs junto a Pavlyuchenko –jugadorazo, aún no le sonríe la suerte- se ha sacado una bomba inteligente que tras tomar un espectacular efecto se ha colado en la portería del navarro Almunia tras recorrer cuarenta metros. Al Arsenal le ha costado arrancar, más cuando Cesc estaba totalmente anulado por la maraña que formaban Huddlestone y Jenas –muy bien ayudados por Modric- en la medular. Pero ante tal atasco, el balón parado ha conseguido consumar la reacción Gunner, que con dos goles de cada uno de sus centrales –Silvestre y Gallas- ha conseguido voltear el marcador con sendos testarazos antes y después del descanso. Los Spurs no han sabido encajar la desventaja y han sufrido mucho durante la reanudación. En el 63’, Adebayor ha inaugurado el primer acto loco del partido poniendo el 3-1. Bent, recién ingresado en la cancha, ha recortado las diferencias tres minutos después en el segundo balón que tocaba. Ese gol ha nacido fruto del descaro de Huddlestone para bombardear un balón muerto a cinco metros de la frontal que ha obligado a Almunia a rechazar a pies del talentoso delantero inglés. Pero un minuto después, enésimo fallo del lateral visitante Hutton, balón para Adebayor, pase diagonal para Van Persie, y éste fusila a Gomes con su pierna menos buena. En cinco minutos, el marcador se ha doblado: del 2-1 se ha pasado al 4-2. El choque estaba presuntamente cerrado. Pero solo presuntamente, como bien dice el tópico, no hay sentencia hasta que el trencilla pita. Wenger ha empezado a sustituir a sus hombres de talento a cambio de músculo, y la verdad es que el Arsenal ha podido marcar el quinto antes de un final de taquicardia.

Juande Ramos, fichado hace un año por el mecenas Daniel Levy para llevar al Tottenham a lo más alto, fue despedido el fin de semana pasado. Al parecer, la plantilla ya no confiaba en su técnico y se produjo una situación similar a la que vivió Ronald Koeman durante la temporada pasada en el banquillo de Mestalla. Su sustituto en el banco, Harry Redknapp, parece haber dotado al equipo de nuevos ánimos, y tras cumplir otro tópico el pasado domindo –a entrenador nuevo, victoria segura-, ha seguido motivando a los suyos, incluso ha incorporado en el campo a Gunter y otro jugador de clara vocación ofensiva como Aaron Lennon, a la postre decisivo. Con el tiempo a punto de cumplirse Jermaine Jenas ha recogido un balón suelto en la zona de medios, lo ha empujado con más alma que cuerpo hasta la frontal y desde allí, ha colocado un latigazo que el meta español del Arsenal solo ha podido seguir con la mirada. Y casi ni eso. Quedaban aún cuatro minutos de alargue. Al Arsenal, que ya se creía ganador, le ha faltado, como en otras ocasiones, tener la cabeza fría, y tras un saque de portería en largo de Gomes, el balón se ha convertido en una bola de billar hasta acabar a pies de Modric, que estaba en el jardín del área y que hasta entonces había jugado a ráfagas. Desde allí, le ha bastado un control orientado y un chut más colocado que potente que ha pegado en el poste de Almunia. El rechace y el gol para Lennon, y la celebración dedicada a los sufridos hinchas de White Hart Line, allí donde Bentley había celebrado el primero de los suyos. La pesadilla, para Almunia, que esta noche soñará que hombres con camiseta blanca y con el escudo de un gallo sobre un balón en el pecho le acribillan a metrallazos. O a bombazos.

Este espectáculo acaecido en el país que inventó el fútbol ha servido para mostrar la esencia del fútbol y de sus tópicos y para que servidor retome sus artículos en este blog tras meses de dejadez. No olviden que también podrán volver a leer al gran Cristian Naranjo, que hoy también ha decidido abandonar su letargo creativo. De momento, hola de nuevo, ‘Pienso, luego fútbol’.

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miércoles, 29 de octubre de 2008

Hambre de gol

Por Cristian Naranjo

En verano, cuando se cocinan los designios del curso futbolístico, Pep Guardiola y Txiqui Beguiristain rumiaban acerca de cómo rediseñar la plantilla del Barça. Tras dos años en blanco, había llegado el momento de abrir los ventanales de un vestuario viciado por el autogobierno y la condescendencia de Rijkaard. Dicho y hecho: se defenestró a Ronaldinho y a Deco; se substituyó a Zambrotta por Alves; se vendió a Edmilson y se compró a Keita; se hizo lo propio con Giovanni y con Hleb; y así hasta llegar a un puesto clave para cualquier equipo, el del ‘9’.

Sorprendentemente, Guardiola tenía clara su apuesta por el melancólico Henry en detrimento de la raza de Eto’o. Tanto es así, que la cúpula directiva del Barça estaba convencida de la necesidad de vender al delantero africano para acometer después un fichaje de relumbrón. El elegido por Guardiola era Emmanuel Adebayor, el punta togolés del Arsenal. Al parecer, Pep valoraba la capacidad del africano para jugar de espaldas a portería, posibilitando la entrada de los extremos y de los volantes. ¿Acaso se olvidaba Guardiola de las cifras de Eto’o?

Nadie puede discutir la validez de jugadores como Benzema –posiblemente el ‘9’ más deseado en can Barça– o del mencionado Adebayor, pero a un delantero centro lo que se le debe exigir es el gol, la capacidad para convertir en valor absoluto todo el trabajo intangible del equipo. Precisamente por eso, por su hambruna, es por lo que destaca Eto’o. Más de 100 goles con la zamarra del Barça. Evidentemente, Guardiola era consciente de lo que hacía cuando seguía manteniendo su apuesta por un delantero foráneo. De hecho, la cuestión se alargó hasta que se descartaron todas las opciones: Eto’o no quería salir y ningún equipo estaba dispuesto a pagar los emolumentos que demandaba. A saber, 10 millones de euros por temporada. Por otro lado, los fichajes de Benzema y de Adebayor se enquistaron.

Así las cosas, Guardiola y Eto’o estaban condenados a entenderse. El entrenador, por más que rastreara el mercado cien años, no encontraría un delantero con la velocidad, la ambición, la raza y el gol del camerunés. Por su parte, Eto’o sabe que en ningún club como en el Barça podría explotar sus virtudes. De momento, el tiempo le está dando la razón al matrimonio. Cuando se llevan 8 jornadas de Liga, Eto’o ya suma 9 goles. Avidez pura.

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miércoles, 9 de julio de 2008

4-3-3: vida, muerte y… ¿resurrección?

Por Cristian Naranjo


Mucho se podría discutir sobre la importancia de un esquema de juego en la consecución de éxitos futbolísticos. Lo que parece innegable es que el sistema de un equipo viene a ser su seña de identidad, su propuesta, su idea de entender el juego… su ADN. Aún resuenan los ecos del triunfo de la selección, conseguido merced a un centro del campo versátil y abundante en cantidad y calidad. En clave azulgrana, el súper ofensivo 3-4-3 de Cruyff dio paso al 4-3-3 de Van Gaal tras pasar por la fugaz etapa de Robson –intachable, por cierto–. De la mano de Rivaldo y Figo, Van Gaal ganó dos Ligas de forma impecable, pero la fragilidad defensiva le condenó en Europa. Tras cuatro temporadas en blanco, Rijkaard recogió el testigo holandés en el banquillo y reinstauró el 4-3-3. Con él ganó dos Ligas y una Champions y lo mantuvo inalterable los dos últimos años salvo con alguna excepción –Copa del Rey 2006-07: Zaragoza-Barça, cuando superó el cruce de cuartos sorprendiendo con un 3-4-3–.

Hoy por hoy, nadie puede obviar la sensación de que todos los equipos que se enfrentan al Barça saben con qué se van a encontrar: gran porcentaje de posesión de balón y constantes ataques posicionales a partir del tridente ofensivo. Es un sistema que dejó de funcionar tan pronto como se fundieron sus estrellas. Cuando Ronaldinho exhibía sus dotes de caballo árabe y Eto’o era lo más parecido a un puñal afilado y bruñido, ese Barça sí tenía sentido. Tal era la grandeza de sus delanteros, que Messi, el pequeño Diego, pudo desarrollarse con calma a la inmensa sombra que proyectaban.

Aquel maravilloso 4-3-3 dispuesto por Rijkaard, que parecía destinado a completar una era dorada, falleció en París dejando únicamente a Messi en el testamento. Ronaldinho era tres años mayor que a su llegada y su nula autoexigencia comenzó a pasarle factura sin que nadie del club dijera ni pío. Eto’o, inconformista y combativo por naturaleza, sufrió el lastre de las lesiones y perdió un punto de fiabilidad. Deco, hasta entonces un mariscal en la zona ancha, se contagió por contacto de ambos males y firmó dos temporadas para olvidar. Por su parte, Laporta y Txiki tuvieron dos veranos para detectar el virus y aplicarle antídoto. No lo hicieron. Su respuesta consistió en fichar campeones del mundo: Thuram, Zambrotta, Henry... Sorprendentemente ninguno aportó nada. El equipo inició un proceso autodestructivo para finalmente morir matando: Rijkaard despedido, Deco regalado, Eto’o sentenciado y Ronaldinho cogiendo quilos a su antojo.

Señalados los culpables comenzó el cambio de pósters en el vestuario. Guardiola por Rijkaard, Keyta por Deco, Alves por Zambrotta; parece que Adebayor por Eto’o y Hleb por Ronaldinho. Un cambio de aires a ventanal abierto, como si todo fuera a recuperar su orden primigenio a partir de un simple trueque de alfiles. Algo más tiene que cambiar en el club además de los nombres. Aficionados y periodistas se preguntan el porqué del derrumbe físico de jugadores como Zambrotta o Abidal, auténticos atletas a su llegada e irreconocibles meses después. Es vox populi que en los grandes de España se entrena poco y mal. Aves de paso como Giuly o Cassano lo corroboran desde Italia.

Mejorar la preparación física no va a ser el único reto de Guardiola. Tiene que idear nuevos mecanismos que doten al Barça de la pegada perdida. Por ahora todo apunta a su intención por mantener el 4-3-3, con un mediocampo fortalecido por la presencia africana, dos extremos dinámicos –Messi y Hleb– y un delantero de amplio repertorio capaz de servir y definir con la misma solvencia –Adebayor–. El once tipo que se empieza a definir arroja dudas de todas las líneas. Alves se ha convertido en Sevilla en un lateral portentoso: incansable, rápido, seguro defensivamente, generoso en esfuerzos, de gran calidad, recorrido y profundidad en ataque. Un corazón auxiliar bombeando en la banda, vamos. ¿Será capaz de mantener ese nivel en Barcelona? ¿Recuperará Abidal el tono físico hasta alcanzar un rendimiento decente? ¿O le ganará Sylvinho el puesto una vez más? ¿Confía Guardiola en Touré como muro de contención o piensa más en Márquez para ese puesto? ¿Qué papel va a tener Iniesta en un equipo superpoblado de extranjería? ¿Es Adebayor el delantero idóneo para la causa? ¿Le encontrará Guardiola utilidad a Henry? Son preguntas que surgen por sí mismas a tenor de lo sucedido en el último bienio. Las respuestas, a partir de agosto en la previa de la Champions.

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jueves, 3 de julio de 2008

Bienvenido, Míster Fútbol

Por Albert Valor

El fútbol ha vuelto. El del bueno, para ser más exactos. Lo dábamos por muerto tras años de sopor con pequeños oasis en el desierto. Entre Capello, Mourinho y Benítez nos habían empezado a hacer creer que ahora lo que se llevaba era el choque, los achiques, el sacar provecho de los fallos ajenos. Unos ganaban Ligas, otros Copas de Europa; incluso combinaban ambas. Si a eso unimos que en los grandes torneos de selecciones de los últimos años, Grecia en 2004 e Italia en 2006 habían salido victoriosas con sus rácanas propuestas, las previsiones para esta Eurocopa no eran muy halagüeñas. Incluso Brasil ganó la final del Mundial 2002 ante Alemania el día en que Brasil jugó como Alemania y Alemania jugó como Brasil.

Todos estos precedentes empezaron a crear un estilo a nivel internacional, y en el fútbol europeo de hoy en día proliferan los sistemas con 5 centrocampistas y un solo delantero y son más bien escasos los equipos que se salen de este guión. En este último lustro, me pasan por la cabeza únicamente tres propuestas de fútbol atractivo a gran nivel: el Barça de Rijkaard que maravilló a Europa, el Olympique de Lyon que se quedaba cada año a las puertas de llegar a los partidos importantes y la Roma de Spalletti, que casi por accidente dio con un sucedáneo de fútbol total, un 4-6-0 en que todos sus centrocampistas podían convertirse en delanteros; la apuesta más bonita del Calcio. También podríamos destacar estilos como el del Getafe o el del Nancy, pero están en otro escalón.

Y entonces llegó la Euro ’08. Tras dos días de competición –en los que también podríamos incluir el Francia-Rumanía de la tercera jornada- en los que sólo destacaron los 25 minutos finales de Portugal ante Turquía, nos temíamos lo peor. Equipos como Suiza, Austria o Polonia ponían atrevimiento sobre la cancha, pero los puntos eran para otros. Pero entonces, cuando menos lo esperábamos, el fútbol resucitó. Primero fue Holanda, que le recordó a Italia que si quería volver a subir a lo más alto, no sería precisamente con catenaccio, y luego España, con esa mezcla entre tiqui-taca y contras perfectas. A partir de ahí, el espectáculo ya no se olvidó de nosotros. El primer beneficiado fue el espectador. El segundo, esta España mía, esta España nuestra. Decían que nos faltaba músculo, altura, mala leche. Pero el torneo que vio renacer al fútbol se olvidó de todos esos conceptos, tan arcaicos ellos. No podía haber otro campeón. Nadie apostó por los conceptos más básicos y románticos del balompié que nuestra selección. La campeona en 2004 vio que su propuesta ya había caducado, y los suplentes de España se encargaron de recordarles a los helenos que ese tipo de fútbol no les serviría para sumar ni un punto. Luego le tocó comprobarlo a Italia, que casi se sale con la suya. Pero la lotería tuvo esta vez conciencia y se acordó de los que más lo merecían. A partir de ahí, desatados por la superación de complejos que ya parecían históricos, los chicos de Luis entendieron que el título les pertenecía. Y el título entendió también que pertenecía a esos locos bajitos.

Ahora haremos un paréntesis y hablaremos de los otros equipos que también dieron rienda suelta a la fantasía hasta las semifinales. Porque está bien claro, a partir de la penúltima ronda el único equipo que existió fue la Roja –con permiso del Alemania-Turquía, más que nada porque Xavi y Cía no estaban sobre el césped-.

Tras España; Rusia, Holanda, Croacia, y Portugal, Turquía y Alemania en algunas fases, han sido los otros equipos que han entendido que el enfermo debía recuperarse. Los de Hiddink han sido, sin duda, la sorpresa del torneo. Tuvieron la desgracia de enfrentarse dos veces a España –donde sumaron sus dos únicas derrotas- pero en el resto de sus partidos, con el balón en su poder se comieron a sus rivales. Tras dejar destellos en la primera fase, la exhibición llegó en cuartos ante Holanda. Se habla mucho de la prórroga en la que Arshavin destrozó a la Oranje con dos cuchillazos sobre mantequilla neerlandesa, pero lo cierto es que el tiempo reglamentario ya fue todo un recital. Al final, la inexperiencia les costó el empate cuando se cumplía el tiempo, pero el partido podría haber acabado tranquilamente 1-3 sin prórroga. Junto al pequeño Joker, Pavlyuchenko, Zhirkov, Zyrianov, Torbinski o Saenko, se encargaron de poner al balompié del este de nuevo en el mapa.

Holanda quedó eliminada ese día, pero lo cierto es que durante la primera fase dio realmente miedo. Además de jugar de manera vistosa, con una gran contención y unos contragolpes de manual en el que salía a relucir la calidad de hombres como Sneijder, Robben, Van Persie o Van der Vaart, el gran aval de los de Van Basten fue la manera que tuvieron de machacar a Italia y Francia, campeona y subcampeona del mundo respectivamente. Quizá fue aquí cuando se vio que algo empezaba a cambiar para el fútbol amarrategui.

Hablemos ahora de Croacia. Los balcánicos eran junto a Rusia, uno de los combinados que apuntaba a tapado en el torneo. Y lo cierto es que en la primera fase empezaron intimidar. Primero ganaron a Austria con algo de suerte, pero en la segunda jornada, ante Alemania, sacaron el rodillo. Guiados por un genial Luka Modric, que dominaba el centro del campo a su antojo, y escoltado por hombres como Rakitic, Pranjic –izquierda-, Srna o Corluka –derecha- en las bandas, los de Bilic borraron a la Mannschaft del campo. Sin duda, su mejor partido en esta Euro. Incluso ya clasificados, con un once plagado de suplentes, tuvimos tiempo de ver a jugadores como Vukojevic o Klasnic. A cuartos con 3 de 3. Pero llegó Turquía y les demostró que creer es poder.

Turquía. Menudo equipo. Puso la magia al campeonato y fue capaz de lo mejor y de lo peor: remontadas, coraje y golazos combinados con errores imperdonables y detalles feos. En el primer partido, no ofrecieron nada, y Portugal acabó pasándoles por encima. En el segundo, estaban eliminados al descanso. Y ahí empezaron a forjar la leyenda. Tras la reanudación, sin ser superiores a los suizos, acabaron ganando por casta con goles de Senturk y Arda Turan, postrero este último. En el tercero se lo jugaban todo ante Chequia. Si ganaban, a cuartos. Si perdían, a casa. Y si empataban, penaltis por primera vez en una liguilla. Tras ir perdiendo 0-2 a un cuarto de hora para el final, acabaron volteando el marcador en un partido que ya está en la Historia Contemporánea del Fútbol. Pero aquí no acabaron los milagros. En cuartos, contra Croacia, se llegó al 28’ de la prórroga con empate a 0. La selección ajedrezada marcó entonces. Cuando los croatas ya se veía en ‘semis’, llegó el empate turco. En ese momento, los de Terim debían creerse ya invencibles, y los penaltis premiaron su fe. Pero en la siguiente ronda ante Alemania, con una alineación plagada de suplentes por las numerosas bajas, tras conseguir el empate a 4’ del final, Lahm acabó con el sueño. Lo sigo pensando, si Turquía se hubiera plantado en la final, todo podría haber pasado. Habiendo llegado a la orilla tras nadar tantas veces a contracorriente, su autoestima hubiese estado por las nubes.

Llega el turno de citar a Portugal. Los lusos llegaron como favoritos al triunfo final, más aún después de ser los primeros en clasificarse para cuartos. Ganaron con suficiencia los dos primeros partidos, en los que vimos a un Deco sublime y a un Pepe que sigue su carrera hacia la cima, mientras Cristiano mostró la misma línea que durante la temporada de clubes. Pero en cuartos se derrumbó el castillo de ilusiones. Alemania se les plantó enfrente. Con su fútbol de siempre, basado en un par de puñetazos sobre la mesa y en aprovechar otros tantos errores del rival, selló la eliminación portuguesa. La verdad es que la falta de un ‘9’ y de un arquero de garantías, así como el afán de protagonismo de Cristiano en los momentos clave, acabaron de hundir el barco. En la hora de la verdad, Deco se quedó solo ante en peligro.

Si hablamos de Alemania poco más hay que añadir, porque hablando de sus víctimas hacia la final –Portugal y Turquía- ya hemos cantado sus excelencias. En la primera fase aburrieron bastante, y ganaron a Polonia y Austria basándose en su oficio y en la falta de éste en su oponente. Su mejor partido fue en cuartos, donde llegaron como víctimas, un papel en el que son trucha en el río. Jugando su mejor media hora del torneo, se pusieron 0-2 e hirieron de muerte a los de Scolari. En ‘semis’, fueron inferiores a Turquía pero, otra vez materializando las llegadas y rapiñando cual buitre los errores del rival, se plantaron en la final.

Otros equipos como Suiza o Austria, quizá empujados por el imperativo de ser los anfitriones, mostraron un fútbol atrevido y siempre fueron a por sus partidos, pero la falta de pegada les condenó.

Y ahora hablemos de lo que pasó a partir de las semifinales. Alemanes y turcos tuvieron la suerte de no enfrentarse a España, lo que les dio la oportunidad de jugarse un puesto en la final. Como ya sabemos, la balanza fue teutona. Y en la otra semifinal, a los rusos les llegó su propia ruleta. Tras sorprender a todo un continente, se encontraron con un revólver en la mano. El primer tiro no trajo consecuencias y la pistola pasó a la sien española, pero Pavlyuchenko se olvidó de rellenar los dos siguientes huecos del cargador. Tras una tregua, el arma volvió a Rusia, que esta vez se la puso en la frente. Quedaban tres disparos. Y como todos sabemos ya, en los tres había balas. Y las tres fueron para Rusia. Evidentemente, ahí se acabó el torneo para los orientales.

Tras una primera parte en la que las fuerzas estaban igualadas, España finiquitó a su rival en el segundo acto. Los rusos no lo sabían, pero el choque de fuerzas en la primera parte les iba a pasar factura. España quizá tampoco lo supiese, pero siguió moviendo el cuero y cansando a su rival hasta que rompió el cántaro. Tras abrir la lata, lo que vino después cayó por su propio peso y la tropa de Aragonés jugó los mejores minutos del torneo. Tras una exhibición y más de dos décadas, España estaba en una final. Y enamorando.

Una vez ahí, sólo quedaba esperar a que la justicia y la lógica, al servicio del buen hacer durante todo el torneo, hicieran su última acción. Y ésta llegó. No hace falta explicar el gol de Torres. Todos lo tenemos grabado en la retina y lo vemos cada noche antes de que el calor nos deje dormir. La Eurocopa castigó la falta de ambición y obsequió a los osados. Y en eso, España no tuvo rival. Ahora sólo hace falta que, por el bien del deporte rey, este estilo tenga continuidad en el futuro. De momento, celebremos su regreso. Por fin has vuelto. Ya te echábamos de menos. Bienvenido.

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