Por Cristian Naranjo

No sólo al presidente le pierden los micrófonos. Hablar del Barcelona supone hablar de Cruyff, cuyo retiro para jugar a golf y promocionar su marca deportiva no es tal. El holandés siempre ha jugado un papel importante en el club, cobijado en la sombra y apareciendo en un momento dado ─nunca mejor dicho─. Su estrecho vínculo con Laporta ha propiciado que oficiosamente sea el asesor del presidente, algo así como Zidane para Florentino. Parece ser que Cruyff bendijo a Rijkaard y Guardiola. De hecho, desde su artículo semanal en El Periódico marca las directrices a seguir por el club. Su última intervención no tuvo desperdicio. Aseguró taxativamente que lo mejor es traspasar a Eto'o, que los fichajes del Madrid servirán para incentivar al Barça y que el dispendio económico de Florentino es posible gracias a la candidatura olímpica de Madrid 2016. Una reflexión de lo más interesante y clarificadora. Entre cientos de tópicos balbuceados, Cruyff a veces se descuelga con declaraciones propias de su grandeza. De todos modos, el intervencionismo del holandés en segundo plano es otro de los aspectos imputables a Laporta.
Lo cierto es que el presidente del Barça anda inquieto por más que predique tranquilidad. La entrada en escena de Florentino le ha llevado a despedazar su hoja de ruta. Aunque diga lo contrario, la idea era completar su mandato con incorporaciones de renombre que complementaran el efecto del triplete. Era la manera de garantizar en un gran porcentaje la consecución de más títulos y por ende allanar el camino de la candidatura continuista, encabezada por Xavier Sala i Martín. Laporta quedará para la historia como el presidente más laureado del club. Seis temporadas y un título importante por cada una de ellas: dos Ligas de Campeones, tres Ligas y una Copa del Rey. Envidiable. Con él en la presidencia llegaron el hechizo de Ronaldinho y la raza de Eto'o. Se consolidó el modelo de La Masia hasta el punto de levantar el Santo Grial europeo con siete canteranos en el campo. Admirable. Se acertó siempre a la hora de escoger entrenador. Con Rijkaard y Guardiola llovieron los títulos. Finalmente, se potenció de forma mayúscula la marca Barça a nivel mundial, hasta el punto de convertir al barcelonismo a millones de personas. Muchos pondrán en duda la responsabilidad de Laporta en los éxitos. Los mismos le criticarán aceradamente por sus errores. Evidentemente, ha fallado en algunas cuestiones de peso. A parte de sus esporádicas salidas de tono, se le achacó falta de ética por no dimitir tras la moción de censura. Seguramente no acertó manteniendo a Rijkaard tras una temporada de barbecho. En otro orden de cosas, se ha acusado a Laporta de politizar el fútbol. Fuera de Catalunya no cuaja la idea de vincular al Barça con el catalanismo, cuando viene siendo así desde el franquismo. Por último, Beguiristain genera muchas dudas como secretario técnico, aunque los títulos también le avalan a él. Este verano aún tiene calcetines por zurcir y habrá que esperar a que enhebre la aguja. En cualquier caso, el verano de 2010 ya no queda tan lejos. Ahí finaliza la era Laporta. Será el momento de pasar cuentas.
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