domingo, 9 de noviembre de 2008

No es fácil llamarse Samuel Eto'o

Por Albert Valor

Sábado, 8 de noviembre, Camp Nou. 23:50 aproximadamente. El árbitro acaba de señalar el final del partido entre el Barcelona y el Valladolid y los jugadores se marchan felices a vestuarios. No es para menos. La victoria por 6-0 bien merece algarabía y una dosis de alegría. Pero un hombre eternamente insatisfecho, se levanta de su lugar en el banquillo local y hace una última exigencia a sus compañeros antes de ir a por el balón del partido. Aún hay que ir al círculo central a saludar al público, a agradecerle que haya venido a ver el partido. El pedigüeno es Samuel Eto’o. Con su semblante serio, casi insaciable, nadie diría que una hora antes estaba celebrando su cuarto gol de la noche. Como lo oyen. Si hace dos semanas conseguía el hat-trick más rápido de la historia de la liga (22’), hoy, para seguir batiendo sus propios récords, marcaba cuatro goles en medio partido. Casi un insulto para el gran Gonzalo Higuaín, que con la ayuda de dos penaltis consiguió anotar otros cuatro en el Santiago Bernabéu una hora antes. Pobre Pipita. Iba a ser el hombre de la jornada, el personaje, el nombre propio del fin de semana futbolístico. Pero el hambre, el ansia, le han quitado el reconocimiento, que una vez más será para Samuel Eto’o.

Pero pese a todo eso, no es fácil llamarse Samuel Eto’o. Dicen que por la boca muere el pez, aunque Fito Cabrales haya cambiado la versión en los últimos tiempos. Y Samuel Eto’o -o su aura- ha muerto muchas veces por abrirla demasiado. Tal era la magnitud de sus meteduras de pata que incluso conseguían deslucir sus goles que, la verdad sea dicha, nunca han faltado en Can Barça desde que llegó. Pero con la misma facilidad que montaba escándalos en un equipo a la deriva un día decidió cerrarla, almenos graduarla. Y todo por verse fuera. Fuera del equipo que le dio fama mundial. Fuera del equipo que apostó por él en el momento clave de su carrera, haciendo de bisagra entre el momento en que un jugador pasa de ser un gran delantero a ser una estrella mundial. En definitiva, el equipo con el que fue campeón de Europa.

En el verano de 2008, el Barcelona debía cambiar su decorado. Pero más que cambiar la casa entera, debía cambiar sólo la mitad, como si los baños y los dormitorios estuviesen como una patena pero el recibidor y la cocina estuvieran hechos unos zorros. Y claro, en ese desaguisado, además de Deco y Ronaldinho, entró Samuel Eto’o. Por exigencias del mercado, Deco fue regalado al Chelsea y el Gaucho entregado al ‘Plan Prever’ de Milanello. Ambos habían bajado, por una cosa u otra, su rendimiento en los dos últimos años. Pero no Samuel. Él, pese a haber cosechado dos lesiones importantes en los dos últimos cursos, había mantenido su media realizadora de casi un gol por encuentro. Pero sus criaturadas habían conseguido que también le enseñaran la puerta a él. El problema era que no había comprador. Y el camerunés supo hacer de la espera una virtud, y como si un ángel se hubiese apoderado de su alma endemoniada, calló, cargó con su parte de culpa y completó la mejor pretemporada de su carrera en lo que a datos goleadores se refiere. Ahora el problema era otro. Y no lo tenía Samuel. Lo tenía Pep. ¿Como readmitir a un futbolista al que has descartado hace menos de dos meses? En un principio, no parece un buen inicio para un entrenador nuevo en lo que a autoridad se refiere. Pero rectificar es de sabios, y Guardiola, como tal, entonó el perdón hacia el león indomable. Eto’o se quedaría. Pero lo más increíble fue que en todo el verano ni siquiera abrió la boca. Y hasta hoy ha seguido así. ¿Quién le iba a decir a Samuel que una situación como esa, tan límite, le iba a hacer salir tan reforzado?

El ‘9’ se dio cuenta de que con la boca cerrada se podría dedicar de lleno a su faceta más positiva –para él y para el equipo- y que encima sus goles no quedarían empañados por sus exclamaciones. Él, que subiendo su media siempre conseguía hacer olvidar sus salidas de tono hasta que su niñez le hacía volver a su círculo vicioso particular, sigue subiendo ahora sus registros, pero ya no tiene que tapar nada con ellos. Ahora sólo marca. Y marca. Y marca. La versión ambición de las pilas Duracell. Y la verdad, el resultado es espectacular. En la 2005-06, en la jornada 18, en un partido contra el Athletic de Bilbao en el que escupió en toda la cara al lateral Espóstio, Eto’o conseguía su gol 19 en el campeonato, justo antes de marcharse a la Copa África. El promedio era de más de un gol por partido. No sé cuantos goles llevará Samuel en la decimoctava jornada de la presente, sólo sé que hoy lleva 13 goles en 10 partidos y que ahora no le escupe a nadie ni calienta ningún micro –y que duren ambas rachas-.

Corren tiempos nuevos en Can Barça, que se dio cuenta que no todo lo que creía desechable debía tirarse a la basura. La jugada le ha salido bien a la entidad. También a Samuel Eto’o, que hoy por hoy amenaza, a otros los gallitos de la Liga BBVA y del continente que creían que este era su año, con llevarse el pichichi y la bota de oro. El africano vive tiempos dulces. Pero aunque parezca mentira, no es fácil llamarse Samuel Eto’o.

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2 comentarios:

Manu Calderón dijo...

No me atrevo a comentar nada en particular sobre este último texto, pues entiendo sería una desconsideración hacia los anterios, ya que esta es mi primera aparición. He sido un fervoroso seguidor de "piensoluegofutbol" desde que lo conozco. Sólo quiero añadir que os agradezco, en nombre de unos pocos, que hayáis vuelto a la actividad. Por invertir un ratito de vuestro tiempo en relatar tan sabios como entretenidas narraciones futboleras.

Un abrazo a los dos, Álbert y Cristian Pupis.

"Ese petiso gordo" dijo...

Por nuestra parte, es todo un honor recibir tal halago de un bético de pro. Muchas gracias, Sr. Lolo.