Por Cristian Naranjo

De los últimos encuentros azulgranas uno extrae que quizá sea hora de revisar el mito de las bandas cambiadas. Con noventa minutos por delante, los de Guardiola volvieron a atascarse como en Mónaco, Getafe, San Siro, Valencia y también en el Camp Nou frente a Sporting, Dinamo y, sobre todo, Almería. Digan lo que digan los resultados, por más que el Barça siga hablando mientras todos escuchan, lo cierto es que le vienen chirriando algunos mecanismos desde el inicio de curso. Da la sensación que cada rival, aprovechando apuntes en limpio del anterior, le complica un poco más la existencia. No hay nada más excitante que batir al campeón. Fue el caso del equipo de Berdiýew, que mejoró el ejercicio del resto porque se adelantó en el marcador, algo que nadie conseguía desde el Chelsea en Stamford Bridge. Debe Guardiola mirarse a la cara y comenzar a plantearse cosas, porque a este paso Pedro y Messi van a montar una factoría de embudos.
Tras el descanso hubo un atisbo de redención por parte de los culés, que encontraron por fin al gigante cíngaro bajo el tablero. Con una nueva acción de fuoriclasse ─sale a tres por partido─, Ibrahimović engrasó ligeramente la máquina, que comenzó a mejorar por inercia, así como por la fatiga y las dudas del Rubin. A lomos de Touré Yaya, el mejor esta noche por diferencia abrumadora, el Barça se desplegó tanto como pudo. Insistió en la basculación típica del balonmano, tratando de imprimirle velocidad al cuero, esperando el haz de luz, ese resquicio en la cueva, que no iba a llegar. Más bien al contrario. Rebasado el 70', en otra pérdida imperdonable, el 'Chori' Domínguez salió de la mazmorra y habilitó con precisión a Karadeniz, que iba en botas de siete leguas en comparación con Márquez. Sigue cayendo en barrena el mejicano, cuya mixtura con Piqué es temeraria en Europa debido al perfil de ambos. Ni siquiera Guardiola, siempre alerta como un controlador aéreo, podía prever que echaría en falta la electricidad de Puyol, imprescindible en los duelos definitivos. Porque si bien quedan tres partidos, el Barcelona se ha hipotecado sin saber cómo. Viendo la situación del grupo los tres serán de resultado incierto y a cara de perro. La Liga de Campeones no concede descuidos y los de Guardiola ya han tropezado. Ir a Kazan, recibir a un Inter necesitado, con Eto'o al mando, y acabar en la sombría Kiev es como tener el calendario lleno de cardos. Algo huele a óxido en el Camp Nou, cuyo equipo ha perdido duende, lo han abandonado las musas e incluso ese puntito de suerte que todo campeón necesita.
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