viernes, 12 de diciembre de 2008

No hace falta decir nada más

Por Albert Valor


Con el clásico de los clásicos a la vuelta de la esquina me viene a la cabeza la figura de un tipo peculiar que se lo perderá in extremis. Todos fuerzan para jugar un Barça-Madrid, algunos incluso juegan lesionados -acuérdense de Ronaldo en el 0-3 de hace tres años-. Pero Bernd Schuster -no Bernardo, por favor- no. Él ha preferido perdérselo. Decíamos hace un mes en PLF que, al igual que su actual sustituto Juande Ramos en su aventura inglesa, los jugadores podrían hacerle la cama. Pero no ha sido así. La cama se la hizo él mismo. Buen chico.

Puede que en este año y medio que ha pasado dirigiendo al Real Madrid, el alemán haya perdido todo el crédito que había forjado en otros banquillos más modestos, en los que siempre apostaba por un fútbol atrevido –quizá sus etapas en el Shaktar y en el Colonia sean las más discretas-. En su etapa en el Xerez, el conjunto andaluz estuvo un par de temporadas aspirando al ascenso hasta el último suspiro con los pocos mimbres de que disponía. Después vino su temporada en el Levante, sólo empañada por un presunto arreglo en un partido contra el Barça en el que el reparto de puntos daba el título a los culés y los granotas estaban presuntamente salvados. Pero Schuster fue destituido a la jornada siguiente, lo cual no evitó que los valencianos descendieran. De su etapa en el Getafe sólo se tienen buenos recuerdos. Tanto él, como el presidente, los jugadores y la afición recordarán durante muchas tardes lluviosas aquel maravilloso curso. Al sur de Madrid se ganó definitivamente una reputación. Haciendo un buen papel en la liga, llevó al equipo por primera vez en su historia a una final de Copa tras endosarle un 4-0 al Barça en las semifinales.

Después llegó lo que todo el mundo conoce como al habitual Schuster. No sé si será el verdadero, pero sí el habitual durante estos últimos 18 meses. La primera perla de su repertorio llegó tras un partido contra el Sevilla en el que los merengues perdieron 2-0 y Ramos fue expulsado –otro hábito, por cierto-. Tras ser preguntado acerca del partido, Bernd pregunto retóricamente: “¿De dónde es el árbitro?[En referencia a Álvarez Izquierdo, trencilla del colegio catalán] No hace falta decir nada más”. Del mismo modo, tras una derrota en Bremen, afirmó que él era “un alemán muy andaluz”, como dando a entender que su salero hacía más agradable su mal humor y que noches como las que dejó plantada a la prensa en el Colombino no se debían tener en cuenta. La verdad es que esa temporada, sus rabietas quedaron en un segundo plano ya que gracias a la trayectoria del equipo y a los favores de sus rivales, el Real Madrid se proclamó campeón con un merecimiento innegable y una ventaja abrumadora, pero el juego brillante que anunció a su llegada el teutón nunca terminó de llegar.

Los problemas empezaron a llegar en verano, cuando la falta de fichajes alteró sus nervios. Aunque el nacimiento de su hija Victoria endulzó un poco toda la hiel que le empezaba a invadir, Schuster estaba cada vez más incómodo ante los medios, incluso tras un partido en agosto se marchó de una rueda de prensa diciendo que estaba cansado y que se quería ir a casa. Sus salidas de tono fueron normales mientras avanzaba el campeonato, incluso negó antes de un partido contra el Athletic que conociese a Álvarez Izquierdo. La doble derrota contra la Juve, la inoperancia en el José Zorrilla o el presunto distanciamiento con Raúl hicieron que cada vez se le viera más a disgusto en el banquillo, como si se quisiera quitar de encima el peso de ser entrenador blanco. Y el principio del fin llegó hace dos jornadas, cuando tras un partido ante el Getafe declaró que la derrota –por 3 a 1- no le dolía ya que en ningún momento nadie en la plantilla había pensado que podrían ganar el partido. Y el pasado domingo, decidió ponerse el mismo la soga al cuello para que Mijatovic sólo tuviera que apretarla. Se le ocurrió decir, en la rueda de prensa tras el partido contra el Sevilla, que en el Camp Nou no era posible ganar. Él mismo pidió la cicuta. No hizo falta decir nada más.

Se va un tipo de los que hacen falta en el planeta fútbol, ya no por su sapiencia futbolística –nunca le he visto ganar un partido con un planteamiento táctico o moviendo el banquillo en su etapa en Chamartín- sino por la salsa que aportaba en los terrenos de juego y en las tertulias. Incluso algún programa de televisión le ha caricaturizado. Bernd Schuster se va de momento al paro. Él mismo provocó su cese. Era la crónica de una eutanasia anunciada.


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