lunes, 2 de noviembre de 2009

Benzema y Chygrynskyy se ganan el patíbulo

Por Cristian Naranjo

Mientras Benzema comenzaba a esconderse de sí mismo en el Bernabéu, el clásico tono del Plus daba cuenta de lo ocurrido en Chapín. El 'Trueno de Zenica' ─gran Relaño en este caso, aunque últimamente parezca un casquero─, adelantaba a un Sevilla low cost con un gol 'excelso', de imposible planteamiento para el inmaduro francés. A estas alturas los antecedentes no dejan lugar a dudas: los buenos eran Negredo y André-Pierre Gignac.

Tras quedarse con diez en una decisión surrealista de Lahoz, el Madrid volvió a la Guerra Santa, a la épica griega, sin tapujos ni disimulo. Sin sonrojarse. Y en ese tipo de escenarios, Higuaín se maneja como Eneas. El artillero argentino ─aunque de nacimiento también francés ─, mandó al cajón las dos bolas de que dispuso en ventaja, resolviendo así el partido y lanzando al Getafe a la lona, que se presentó mustio en Concha Espina, dispuesto a encajar, no pegar y arrojar la toalla pese al favor arbitral. El segundo balón al 'Pipita' ─que va camino de 'Piponazo', como su abuelo─ se lo entregó Benzema en una contra, única faceta en que luce el lionés. Tras dos meses de competición, otra evidencia palpable es la jerarquía de la delantera blanca: Higuaín, Raúl, Benzema. Ese debiera ser el orden, nunca al revés, pero sucede que en el Madrid el mandamás es el sacerdote y no el ingeniero. La titularidad de los nuevos galácticos no se discute; es el decreto que da forma a la doctrina del ser supremo.

Con una plantilla configurada a marchas forzadas, a base de nombres conocidos pero inconexos, el equipo merengue vive instalado en un oxímoron irresoluble: presidencia, afición y entrenador aspiran a ganar trazando triángulos, a encandilar, y sin embargo sus geómetras tienen querencia por las líneas de fuga. Entre Alonso, Lass, Kaka', Guti y Granero, toda una escalera de color, sigue sin hallar el técnico ni a Pitágoras ni a Brunelleschi. Los cinco se quedan a las puertas de la matemática y la arquitectura, mientras que sí dominan todas las fórmulas del contragolpe.

Semana a semana ha ido quedando al descubierto que tanto Kaka', como Granero y Guti, son media puntas por naturaleza, lo cual puede extrañar pero no sorprender, dado que la posición de trequartista es al soccer lo que la del quaterback al fútbol americano: la más golosa de todas las posibles. La consecuencia es que sobre el campo se solapan, se desdibujan y no acaban de enlazar. Quedan Lass, demasiado alborotado como para marcar el ritmo, y Xabi, teóricamente el más dotado para la elaboración, pero que vive en la praxis a veinte metros del área y no a cinco; primero porque no tiene un socio de inicio de jugada ─que bien podría ser Gago─, y segundo por la costumbre adquirida tanto en Liverpool como en la 'Roja' de ejercer de ancla más que de manija. Mientras el petirrojo de Donosti no se decida a soltar amarras, el Madrid seguirá sin encontrar discurso.

El silbido final en Chamartín sirvió de transición hacia Pamplona, donde Osasuna esperaba con largos cuchillos al líder. Arrancó sólido, ambicioso y reconocible el Barcelona, pero pronto cedió terreno, presencia y buena parte del balón ante el brío de los de Camacho, que cuajaron un partido digno de elogio, cimentado en un primer tiempo de altura y en que jamás se deshilacharon en el segundo, cuando el Barça se adueñó de la noche. Con todo, el campeón se hubiera llevado los tres puntos con justicia de no ser por Rubinos. Y por los errores propios, todos ellos de bulto y protagonizados por los centrales suplentes. La acción donde Ibrahimović se escapaba al galope no requiere más comentario.

En cuanto a la 'Dormita di Márquez', como titulaba La Gazzetta dello Sport, fue de jaula, por el coste que supuso y por reincidencia. A lo largo de su trayectoria en azulgrana, el mejicano ha acumulado una extensa lista de pájaras, varias de ellas de juzgado. No obstante, lo que alarma no son tanto sus errores puntuales como el precario estado de forma en que se encuentra. A su mejor nivel, Márquez también sufría similares desconexiones ─'burritos', según Rac1─, pero sus enormes y genuinas virtudes lo exculpaban. Es el capitán de la 'Tri' un futbolista tan fino como temerario, y que por tanto exige una puesta a punto, más que perfecta, pluscuamperfecta. Pero en cualquier caso Rafa Márquez sigue siendo un defensa señorial y recuperable a todas luces.

Si el sesteo del central fetiche de Guardiola fue grave, lo de Chygrynskyy, que pasa por ser la otra niña de sus ojos, fue como para simular un accidente de madrugada. El técnico hubo de sustituirle porque se avecinaba la roja después que Aranda, un delantero suburbial de trayectoria humilde, se añadiera al grupo de 'Yo también he roto a Chygrynskyy'. Aunque los medios catalanes escurran el bulto, nadie en Barcelona acierta a concebir cómo un futbolista tan torpe, plomizo y gélido pudo enamorar a todo un cuerpo técnico, en bloque. El ucranio es algo más que disminuido: presenta encefalograma plano en comparación con la joyería de Piqué y el alto voltaje de Puyol. Inexpresivo, melenudo y lánguido como un sauce llorón, el ucranio pide a gritos apelativos como 'Jesucristo Superstar', 'Androide C-21' o 'Yo soy Sam'. En realidad, lo que demanda con fervor es subirse al patíbulo.

En definitiva, extrapolado todo a lo estadístico, la tabla dice que pese a los brazos caídos de Benzema, con las solventes victorias de Sevilla y Valencia en territorio andaluz, y gracias a centrales de cuyo nombre Cervantes tampoco querría acordarse, el campeonato se estruja más que nunca. Habemus Ligam.
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